Las Cruzadas

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Re: Las Cruzadas

Notapor Juanete » Mié Ago 15, 2012 3:33 pm



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Sacro Imperio Romano Germánico

El Sacro Imperio Romano Germánico (en alemán: Heiliges Römisches Reich y en latín: Sacrum Romanum Imperium —para distinguirlo del Reich Alemán de 1871—, y también conocido como el Primer Reich o Imperio antiguo), fue una agrupación política ubicada en la Europa occidental y central, cuyo ámbito de poder recayó en el emperador romano germánico desde la Edad Media hasta inicios de la Edad Contemporánea.

Su nombre deriva de la pretensión de los gobernantes medievales de continuar la tradición del Imperio carolingio (desaparecido en el siglo X), el cual había revivido el título de Emperador romano en Occidente, como una forma de conservar el prestigio del antiguo Imperio romano. El adjetivo «santo» no fue empleado sino hasta el reinado de Federico Barbarroja (sancionado en 1157) para legitimar su existencia como la santa voluntad divina en el sentido cristiano. Así, la designación Sacrum Imperium fue documentada por primera vez en 1157, mientras que el título Sacrum Romanum Imperium apareció hacia 1184 y fue usado de manera definitiva desde 1254. El complemento Deutscher Nation (en latín: Nationis Germanicæ) fue añadido en el siglo XV.

El Imperio se formó en 962 bajo la dinastía sajona a partir de la antigua Francia Oriental (una de las tres partes en que se dividió el Imperio carolingio). Desde su creación, el Sacro Imperio se convirtió en la entidad predominante en la Europa central durante casi un milenio hasta su disolución en 1806. En el curso de los siglos, sus fronteras fueron considerablemente modificadas. Al momento de su mayor expansión, el Imperio comprendía casi todo el territorio de la actual Europa central, así como partes de Europa del sur. Así, a inicios del siglo XVI, en tiempos del emperador Carlos V, además del territorio de Holstein, el Sacro Imperio comprendía Bohemia, Moravia y Silesia. Por el sur se extendía hasta Carniola en las costas del Adriático; por el oeste, abarcaba el condado libre de Borgoña (Franco-Condado) y Saboya, fuera de Génova, Lombardía y Toscana en tierras italianas. También estaba integrada en el Imperio la mayor parte de los Países Bajos, con la excepción del Artois y Flandes, al oeste del Escalda.

Debido a su carácter supranacional, el Sacro Imperio nunca se convirtió en un Estado nación o en un Estado moderno; más bien, mantuvo un gobierno monárquico y una tradición imperial estamental. En 1648, los Estados vecinos fueron constitucionalmente integrados como Estados imperiales. El Imperio debía asegurar la estabilidad política y la resolución pacífica de los conflictos mediante la restricción de la dinámica del poder: ofrecía protección a los súbditos contra la arbitrariedad de los señores, así como a los estamentos más bajos contra toda infracción a los derechos cometida por los estamentos más altos o por el propio Imperio.

Entonces, el Imperio cumplió igualmente una función pacificadora en el sistema de potencias europeas; sin embargo, desde la Edad Moderna, fue estructuralmente incapaz de emprender guerras ofensivas, extender su poder o su territorio. Así, a partir de mediados del siglo XVIII, el Imperio ya no fue capaz de seguir protegiendo a sus miembros de las políticas expansionistas de las potencias internas y externas. Esta fue su mayor carencia y una de las causas de su declive. La defensa del derecho y la conservación de la paz se convirtieron en sus objetivos fundamentales. Las guerras napoléonicas y el consiguiente establecimiento de la Confederación del Rin demostraron la debilidad del Sacro Imperio, el cual se convirtió en un conjunto incapaz de actuar. El Sacro Imperio Romano Germánico desapareció el 6 de agosto de 1806 cuando Francisco II renunció a la corona imperial para mantenerse únicamente como emperador austríaco.

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El Sacro Imperio Romano Germánico se originó en la Francia Oriental. Debido a su naturaleza prenacional y supranacional, el Imperio nunca se convirtió en un Estado nación moderno, como en el caso de Francia por lo que nunca se desarrolló un sentimiento nacional integral.

El Imperio mantuvo una organización monárquica y corporativa, dirigida por un emperador y los Estados imperiales con muy pocas instituciones comunes. El poder del Imperio no se encontraba únicamente en manos del Emperador romano germánico ni de los príncipes electores o de un conjunto de personas como la Dieta Imperial; por ello, el Imperio no puede ser entendido como un Estado federal ni como una confederación. Tampoco era una simple aristocracia u oligarquía.[5] No obstante, presenta características propias de todas estas formas estatales. La historia del Sacro Imperio está marcado por la lucha en cuanto a su naturaleza. Así como nunca logró romper la obstinación regional de sus territorios, el Imperio se vino abajo en una confederación informe: la Kleinstaaterei.

El Sacro Imperio fue una institución única en la historia mundial y es por ello que la forma más sencilla de entenderlo sea quizás mostrando sus diferencias respecto a otras entidades más comunes:

Nunca tuvo vocación de convertirse en Estado-nación, solo buscó integrar naciones en un solo concepto sagrado de naciones renacentistas con bases católicas cristiano-romanas con un mismo propósito común, a pesar del carácter germánico de la mayor parte de sus gobernantes y habitantes. Desde sus inicios, el Sacro Imperio estuvo constituido por diversos pueblos, y una parte sustancial de su nobleza y cargos electos procedía de fuera de la comunidad germano-hablante. En su apogeo, el Imperio englobaba la mayor parte de las actuales Alemania, Austria, Suiza, Liechtenstein, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, República Checa y Eslovenia, así como el este de Francia, norte de Italia y oeste de Polonia. Y con ellos sus idiomas, que comprendían multitud de dialectos y variantes de lo que formarían el alemán, el italiano y el francés, además de las lenguas eslavas. Por otro lado, su división en numerosos territorios gobernados por príncipes seculares y eclesiásticos, obispos, condes, caballeros imperiales y ciudades libres hacían de él, al menos en la época moderna, un territorio mucho menos cohesionado que los emergentes Estados modernos que tenía a su alrededor.

A diferencia de las confederaciones, el concepto de imperio no solo implicaba el gobierno de un territorio específico, sino que tenía fuertes connotaciones religiosas (de ahí el prefijo sacro), y durante mucho tiempo mantuvo un fuerte ascendiente sobre otros gobernantes del orbe cristiano. Hasta 1508, los reyes alemanes no eran considerados como emperadores hasta que el papa los hubiese coronado formalmente como tales.


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Re: Las Cruzadas

Notapor Juanete » Mar Ago 21, 2012 7:56 am


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Tierra Santa

La Tierra Santa es el territorio geográfico que comprende todos los sitios en los cuales se desarrollaron escenas bíblicas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El concepto tiene una evolución evidenciada en las mismas Escrituras. Para algunas fuentes bíblicas se circunscribe a la Tierra Prometida, término que tiene a su vez diversas interpretaciones, para otros se refiere a todos los territorios en los cuales se desarrollaron algunas escenas bíblicas.

El nombre Tierra Santa hace relación a un hecho histórico y religioso de sacralidad de la tierra según el concepto judeo-cristiano. La "Tierra" se hace "santa" cuando entra en el plan divino de la salvación, de la misma forma que se habla de "hombres/mujeres santos" y "lugares santos". En tal caso, la santidad no tiene su origen en el "objeto o sujeto ", sino en la divinidad.

Esta Tierra es todo un símbolo para el cristianismo, además es la Tierra Prometida del judaísmo, y según el islam donde se encuentra el Domo de la Roca y el lugar hasta donde cabalgó Mahoma en sueños en un caballo alado subiendo hasta el cielo por Jerusalén. Por esta misma razón siempre ha sido una fuente de conflictos religiosos y culturales. Hoy en día la población de cristianos en Tierra Santa es de solamente el 5% (siendo la mayoría palestina).

Alrededor del siglo XI las tribus turcas se convirtieron al islam y se lanzaron a la conquista de Tierra Santa, conquistaron los Santos Lugares de manos de sus nativos musulmanes y los cerraron al peregrinaje cristiano porque querían demostrar al mundo que eran más musulmanes que los mismos árabes.

Por las inclemencias y peligros del viaje por vía terrestre desde Europa Occidental, todas las pereginaciones se solían hacer por mar. Fue en 1018 que el rey San Esteban I de Hungría otorgó un paso seguro a los peregrinantes por tierra a través de sus dominios. A partir de este momento millones de personas y varios ejércitos cruzados cruzaron hasta Tierra Santa desde Francia, Alemania, Italia e Inglaterra a través del Reino de Hungría, convirtiéndose en éste en un Estado de paso sumamente transitado después de costantinopla.

A finales del siglo XI, el Papa Urbano II al oír la noticia del peligro en el que se hallaba la Tierra Santa se enervó. Ésta estaba en manos de infieles desde el siglo VII, pero además ahora ni tan siquiera podía ser visitada por cristianos. Urbano hizo una llamada a la Guerra Santa y se formó la Primera Cruzada en Clermont-Ferrand. Los corazones de los caballeros allí reunidos se emocionaron con las palabras de Urbano y gritaron al unísono Deus Volt: "Dios lo quiere, Dios lo quiere", y a los pocos meses masas de pobres y campesinos se lanzaron con sus rústicas armas a la conquista de Tierra Santa. Esto no era lo ideado por Urbano, pero no lo impidió. Así, junto a Pedro el Ermitaño marcharon por tierra usando las rutas de peregrinación, pero muchos de ellos sumidos en el hambre, y otros que buscaban solo botines y robar, comenzaron a causar estragos en el reino de Hungría. Ante esto, el rey Colomán de Hungría organizó sus ejércitos para defender sus tierras, y pronto contuvo a los invasores ladrones, muchos de los cuales fueron exterminados. Otros regresaron a casa, y otros conducidos por nobles franceses más respetables firmaron acuerdos con el rey húngaro, pasando sin causar el caos.

La Cruzada popular fue un desastre, pero entonces se formó otra, la llamada Primera Cruzada, integrada por nobles feudales. Cruzaron Europa y en 1099 conquistaron la Tierra Santa al tomar Jerusalén, Antioquía, San Juan de Acre, Ascalón, Tiberíades, Edesa, Tiro y demás ciudades situadas desde el sur de Turquía hasta el Sinaí en una cadena de estados denominados las Tierras de Ultramar, los Reinos Cruzados o los Reinos Latinos.

Le siguieron siete cruzadas más, todas con mucho menor éxito que ésta.

Actualmente el conflicto por Jerusalén y Tierra Santa no es entre musulmanes y cristianos sino entre israelíes y árabes.
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Notapor Juanete » Mar Ago 28, 2012 2:56 pm


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Batalla de Nicópolis

La Batalla de Nicópolis tuvo lugar en dicha ciudad búlgara el día 25 de septiembre de 1396 y enfrentó a las fuerzas del Imperio otomano contra una coalición de húngaros-franceses, con derrota de estos últimos. También es llamada la Cruzada de Nicopólis. Algunas veces se fecha la batalla el 28 de septiembre.

Tres fueron las cruzadas menores que se emprendieron en el siglo XIV por diversos reyes y caballeros. Recientemente había fracasado una cruzada contra Túnez en 1390 y otra en la costa del mar Báltico. Después de su victoria en la Batalla de Kosovo en 1389, los otomanos habían conquistado gran parte de los Balcanes y arrebatado gran parte de su territorio al Imperio bizantino, reduciendo éste a un área inmediatamente alrededor de Constantinopla, la cual se sentía acosada. En 1393, el gobernante de Bulgaria, Iván Shishman, perdió Nicópolis (su capital temporalmente) frente a los turcos, mientras su hermano Iván Sratsimir ayudó a la ciudad de Vidin pero fue reducido por un vasallo otomano. La frontera entre el islam y el cristianismo se estaba acercando poco a poco hacia Hungría. El rey Segismundo de Hungría, decidió elaborar una estrategia para librar del peligro del ataque de los turcos a su reino. Por otra parte, la República de Venecia, también temerosa de los otomanos, reduciría su control sobre el mar Adriático, así que ésta también se puso a la disposición para la organización de una ofensiva contra los musulmanes.

En 1394, el Papa Bonifacio IX proclamó una nueva cruzada contra los turcos, aunque en este tiempo el Cisma de Occidente había partido el Papado en dos, siendo rivales Avignon y Roma. El Papa tuvo que esperar largo tiempo para proclamar la cruzada. Después de diversos llamamientos, Inglaterra y Francia, sumidas en la que se llamaría Guerra de los Cien Años, pactaron una tregua y Ricardo II y Carlos VI financiaron la empresa. Los franceses negociaron con los húngaros, algo que llevaban haciendo ya desde 1393.

El plan original había sido realizado por Juan de Gante, Luis de Orleans y Felipe de Borgoña, partiendo en 1395, con los reyes Carlos y Ricardo que les seguirían al año siguiente. Sin embargo, a comienzos de 1396 los planes ya habían sido abandonados. En vez de lo planeado, Juan I de Borgoña tomó la inciativa con aproximadamente 10.000 borgoñones, la mayoría caballería, junto con un contingente inglés de alrededor de 1.000 hombres. A estos también se unieron unos 6.000 soldados llegados desde el Palatinado, Baviera y Núremberg. Mientras, Segismundo había reunido un ejército de 60.000 húngaros, según cifras para el ejército cruzado provenientes de fuentes de la época en las que a veces se habla de un total de más de 100.000 hombres, que se hallaban conducido por el conde Armando II de Celje, súbdito del rey húngaro, Juan de Kanizsa , el arzobispo de Estrigonia, Nicolás Garai el joven, entre otros. Las fuerzas francesas salieron de Montbéliard en abril de 1396, llegando a Viena en mayo y junio, y reuniéndose con el rey Segismundo en Buda, la capital del reino húngaro, hacia principios de julio.

Aunque el príncipe de Valaquia era ortodoxo, Mircea el Viejo, participó en la cruzada aportando un contingente de soldados. Su principado estaba en el límite entre el cristianismo y el Islam. Valaquia ya se las había visto varias veces con los turcos de Bayaceto I y Mircea los había derrotado en la Batalla de Rovine y en Drobuja en 1395. Johann Schiltberger, un cruzado bávaro que había sido prisionero en Nicópolis, había descrito en sus memorias las diferentes formas de luchar de los cruzados y de los valacos. La primera era la de avanzar poco a poco con la caballería lenta y pesada para efectuar una embestida cuando se encontraban a una distancia en que los caballos no se cansaran, y la de Mircea, que era más de acciones de reconocimiento y guerrillas, la causa del gran éxito de los valacos. Segismundo propuso esta segunda estrategia, pero fue rechazada por los occidentales. Juan de Borgoña se puso a la cabeza del ejército cruzado y se lanzó hacia Nicópolis con unos 15.000 soldados, según las estimaciones más modernas. Durante el avance conquistaron la ciudad de Vidin y saquearon Rahova, cuyos habitantes fueron asesinados o hechos prisioneros.

La ciudad estaba bien defendida y abastecida, y los cruzados no estaban pertrechados de máquinas de asedio. Sin embargo, se quedaron y esperaron a los otomanos. Bayaceto, ya preparando el asedio de Constantinopla, marchó con un gran ejército hacia Nicópolis. Su aliado, Stefan Lazarević de Serbia, se reunió con el sultán el 24 de septiembre, consiguiendo un contingente muy similar al de los cruzados. Las cifras antiguas de hasta cientos de miles de combatientes están enormemente exageradas.

Según algunas especulaciones Bayaceto fue advertido por Gian Galeazzo Visconti sobre los movimientos y las fuerzas de los cruzados, algo de lo que no existe prueba concluyente.
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Notapor Juanete » Mar Ago 28, 2012 2:57 pm


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El día 25 ambos bandos estaban preparados para la batalla. Antes de que comenzara el combate los prisioneros capturados en Rahova fueron ejecutados por razón desconocida. Los franceses y los ingleses fueron a la vanguardia, mientras Segismundo dividió sus tropas en tres: él comandaba el centro, los transilvanos el flanco derecho y los valacos bajo el mando de Mircea el Viejo el flanco izquierdo. Bayaceto puso en vanguardia a su caballería, protegida por dos líneas de arqueros y de jenízaros, además de unas estacas de tres metros cada una clavadas en la tierra, mientras que el cuerpo principal formado por otomanos y serbios se situó detrás de unas colinas que se encontraban cerca.

Los franceses, mucho mejor armados y cubiertos, se acercaron a la vanguardia turca, pero cometieron el error de desmontar de sus caballos cuando llegaron la línea de estacas. Empezaron a quitarlas, ya que les impedían el paso, mientras los otomanos lanzaban una lluvia de flechas contra ellos. Una vez cumplido este trabajo los turcos se lanzaron contra los caballeros franceses con su infantería y caballería, pero los franceses, mejor armados, salieron victoriosos, causando 10.000 bajas entre los musulmanes. Los franceses se apresuraron después en atacar a la caballería enemiga y acabaron con otros 5.000. Aunque estaban sin sus caballos los caballeros franceses fueron a la caza de los turcos huidos de la batalla, que se dirigían hacia las colinas. La persecución los dejó exhaustos y además sorprendidos al descubrir cómo detrás de las colinas se encontraba un gran contingente otomano que los estaban esperando. En la desigual lucha los franceses fueron totalmente derrotados. Juan de Vienne, condestable de Francia, murió en las colinas defendiendo a los suyos hasta el final, Juan I de Borgoña, Enguerrand VII de Coucy, y Jean Le Maingre, mariscal de Francia, fueron capturados.

Mientras tanto Segismundo fue en auxilio de los jinetes franceses y fue a la lucha contra las fuerzas de Bayezid en las colinas. El combate fue igualado hasta que llegaron los serbios. Segismundo fue entonces persuadido por los suyos de que se retirara hacia el barco veneciano que estaba preparado para su seguridad. Segismundo dijo a los franceses: «Si sólo vuestros caballeros me hubieran escuchado, nosotros tendríamos hombres de sobra para luchar contra el enemigo». Al final de la tarde, Stefan Lazarevic tomó la inciativa de rodear los flancos desprotegidos de las tropas de Segismundo, las cuales se rindieron, dando por terminada la batalla.

El 26 de septiembre Bayaceto ordenó que 3.000 prisioneros fueran ejecutados como respuesta a los asesinados de Rahova. También estaba disgustado por las bajas recibidas, unas 35.000, especialmente al principio de la batalla. Reclutó los prisioneros más jóvenes para su ejército; aquellos que pudieron escapar volvieron a sus casas, pero la mayoría vivieron empobrecidos. Segismundo tomó el camino del retorno a su sede imperial por la ruta del mar Negro, sin pasar por Valaquia, sospechando que le habían traicionado. El rey Carlos VI se enteró de la derrota en Navidad.

Los caballeros del oeste de Europa pronto perdieron su entusiasmo por las cruzadas. La lucha seguiría en España y en el Mediterráneo, además de las disputas contra las herejías paganas del norte europeo, pero ninguna expedición más fue mandada hacia el Este después de esta derrota. Inglaterra y Francia pronto reanudaron su guerra. Valaquia siguió frenando expediciones de los otomanos como en 1397 y 1400. La derrota de Bayaceto ante Tamerlán en el verano de 1402 en la Batalla de Angora, cerca de Ankara, supuso un periodo de anarquía en el Imperio otomano y Mircea tomó ventaja para organizar una nueva campaña con ayuda del Reino de Hungría contra los turcos. Los húngaros y los polacos fueron derrotados en la Batalla de Varna en 1444, y Constantinopla finalmente caería en manos de los musulmanes en 1453 cuando el sultán turco era Mehmed II, pero los europeos occidentales no lanzaron otra expedición contra los turcos hasta el Renacimiento.
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Notapor Juanete » Mar Sep 04, 2012 11:54 am


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Los selyúcidas

Los selyúcidas, selchucos o selyuquíes fueron una dinastía turca oğuz que reinó en los actuales Irán e Irak, así como en Asia menor entre mediados del siglo XI y finales del siglo XIII. Llegaron a Anatolia procedentes del Asia Central a finales del siglo X, causando estragos en las provincias bizantinas y árabes, que acabaron con el Califato Abbasí y debilitaron considerablemente al Imperio bizantino con su empuje religioso hacia Occidente.

Los turcos selyúcidas son considerados como los antepasados directos de los turcos sudoccidentales, los habitantes actuales de Turquía, Azerbaiyán, y Turkmenistán. Los selyúcidas desempeñaron un papel principal en la historia medieval creando una barrera a Europa contra los invasores mongoles del este, defendiendo el mundo islámico contra los cruzados de Europa y conquistando grandes extensiones del Imperio bizantino, que prácticamente desmantelaron, siendo sus sucesores, los turcos osmanlíes, los que asestaron el golpe de gracia.

Eran en origen un clan de la tribu turca oghuz de los Kınık, asentada al norte del Mar de Aral. En el siglo X se convirtieron al islam y migraron hacia el sur dirigidos por un jefe llamado Selyuq ibn Duqaq o Selchuk, del que procede el nombre de la dinastía. Selyuq se instaló en el curso inferior del Sir-Daria, desde donde hicieron incursiones al Irán oriental. A la muerte de Selyuq, su hijo Isrâîl prosiguió el avance al sur, chocando con el gran sultán Mahmûd, de la dinastía de los gaznavíes, el cual contuvo el avance selyúcida derrotando y haciendo prisionero a Isrâîl. Igualmente, Mahmûd los contuvo, pero no los aniquiló, y a su muerte (1030), aprovechando la crisis sucesoria de los gaznavíes, los nómadas selyúcidas retomaron su avance con más fuerza.

Dotados de gran fuerza militar, conquistaron el Jorasán, región del Irán oriental gobernada por los gaznavíes, a partir de la cual extendieron su acción militar sobre otras regiones. El débil sucesor de Mahmūd, su hijo Masûd, intentó detenerlo, pero su ejército, que durante el gobierno de su padre había sido una poderosa fuerza de ataque contra los rajas del norte de la India, se había vuelto lento y pesado frente a la eficaz fuerza de jinetes-arqueros turcomanos. En 1038, el nieto de Selyuq, Toğrül o Tugril, se proclamó emir de Nishapur. En 1040, Toğrül venció en la batalla de Dandanqan al sultán gaznaví Masûd, el cual huyó a la India (luego de esta contienda, los gaznavíes se recluyeron en las montañas afganas y el Punjab). En 1055, Toğrül tomó Bagdad, liberando al califa abbasí de la presión de la dinastía chií de los buyíes, a la que sustituyó como gobernante efectiva. Toğrül recibió los títulos de sultán y de rey de Oriente y Occidente.

Toğrül fue sucedido por su sobrino Alp Arslan (1063-1072), que fue el verdadero fundador del Imperio selyúcida, con capital en Rayy (actual Teherán). Alp Arslan conquistó Alepo (1070), Armenia y comenzó las incursiones a los territorios orientales del Imperio bizantino. En 1071, venció a las tropas del emperador bizantino Romano IV Diógenes (el cual cayó prisionero) en la batalla de Mantzikert, que dio inicio al poder turcomano en Anatolia (que desembocaría siglos más tarde en el Imperio otomano y en Turquía). Los gobernantes de las regiones conquistadas a Bizancio constituirían desde ese momento una rama aparte de la dinastía llamada Selyúcidas de Rum, y su territorio se llamaría Sultanato de Rüm (Rum —"romano", en lengua árabe— era el nombre con el que los musulmanes designaban en general a los bizantinos y a su territorio).

El apogeo del imperio se produjo durante el reinado de su hijo y sucesor Malik Shah (1072 -1092), gracias en parte al poder ejercido por el visir iraní Nizam al-Mulk, auténtico genio político y militar de la época. Los selyúcidas se iranizaron desde los primeros momentos de su imperio, adoptando el farsi como lengua oficial, con lo que muchos de los dirigentes eran persas. Malik Shah gobernó sobre Transoxiana, Kermán, Jerusalén, Damasco y Asia Menor. Los sultanes disponían de un poderoso ejército y una ordenada administración civil (presidida por el diván) y de gran número de funcionarios autóctonos o mamelucos. A través de las fundaciones escolares (madrasas) garantizaban la renovación del sunnismo. La consideración del Estado turco como patrimonio familiar llevó al sultán a distribuir provincias, provocando el desmembramiento del Imperio en múltiples sultanatos menores, como los de Kermán (1041-1186), Irak (1118-1194), Siria (1078-1117), que se debilitaron con rapidez. Tras la muerte del sultán estalló una guerra civil que acabaría con el imperio. Jorasán fue la primera región en librarse del poder turco tras una revuelta, mientras que los atabegs o gobernadores locales o regentes de los sultanes se convertían en soberanos de hecho de Irán, Iraq, Siria y la región de Yazira. En Siria y la zona de Kirmán (Irán) surgieron varios reinos efímeros a los que tuvo que enfrentarse el moribundo Estado selchuco. El último sultán de la dinastía fue Toğrül II (1176-1194), que murió guerreando contra los gobernantes independientes de la región de Corasmia.

El territorio que mantuvo su identidad y que prevalecería durante varias décadas fue el del sultanato de Rüm (1081-1302). Fundado por Suleiman ibn Kutalmish, bajo la égida del Imperio bizantino para el que sus tropas combatían como mercenarias, este sultanato se asentó en Anatolia y se expandió por Mesopotamia y Armenia, llegando a aunar bajo su dominio a pueblos cristianos: griegos, sirios y armenios. Conoció su etapa de esplendor bajo el reinado de Kaikubad I (1221-1237). Disponía de un puerto en el Mediterráneo, Antalya, por el que realizaba funciones de enlace comercial entre el Extremo Oriente y Europa. También contaban con un puerto en el Mar Negro, Sinop. A partir de 1231, los raids mongoles asolaron el sultanato. La victoria mongola en la batalla de Köse Dağ (1243) fraccionó al sultanato (reducido a vasallaje mongol) en múltiples emiratos turcomanos, vasallos asimismo de los mongoles. Otros emiratos, situados en la frontera con los bizantinos, permanecieron independientes realizando la Guerra Santa a los griegos. Uno de estos emiratos occidentales, el de los osmanlíes, sería el núcleo originario del futuro Imperio otomano. Hacia 1276, los selyúcidas de Rüm perdieron de facto todo su poder, aunque nominalmente lo mantuvieron hasta 1307.
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Notapor Juanete » Mar Sep 04, 2012 11:58 am


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Los sarracenos

Sarraceno es uno de los nombres con los que la cristiandad medieval denominaba genéricamente a los árabes o a los musulmanes. Las palabras "islam" o "musulmán" no se introdujeron en las lenguas europeas hasta el siglo XVII, utilizándose expresiones como "ley de Mahoma", mahometanos, ismaelitas, agarenos, moros, etc.

La primera fuente datable del uso del término es la Geographia de Claudio Ptolomeo (siglo II), que nombra Sarakene como la región entre Egipto y Palestina que comprende el norte del Sinaí, llamada así por la ciudad de Saraka. Ptolomeo también menciona al pueblo de los sarakenoi, que habitaban el noroeste de Arabia.

Hipólito de Roma, el Libro de las Leyes de los Países (o Diálogo del Destino, del gnóstico sirio Bardaisan o de uno de sus discípulos) y Uranius mencionan tres pueblos distintos en Arabia hacia la primera mitad del siglo III: los saraceni, los taeni y los árabes. Esos taeni, más tarde identificados con la tribu árabe Tayyi, se localizaban en torno al oasis de Khaybar, en dirección al Éufrates, mientras que los saracenoi se situaban al norte de aquellos. Estos sarracenos localizados en el Hejaz septentrional aparecen como un pueblo con cierta capacidad militar y opuestos al Imperio romano, que los caracteriza como barbaroi (bárbaros). Se describen en una Notitia Dignitatum datada en tiempo de Diocleciano (siglo III), como componentes de diferentes unidades del ejército romano, distinguiendo entre árabes, liluturaenos y sarracenos. Los sarracenos aparecen formando la caballería pesada (equites) de Fenicia y Thamud. En una praeteritio, los enemigos derrotados por Diocleciano en su campaña del desierto sirio se describen como sarracenos. En otros informes militares del siglo IV (guerras Romano-Sasánidas) no se mencionan árabes, sino sarracenos involucrados en batallas tanto al lado de los persas como de los romanos en lugares tan lejanos como Mesopotamia.

La Historia Augusta incluye un resumen de una carta de Aureliano al Senado romano que se refiere a Zenobia, reina de Palmira, en estos términos: "Debo decir que tal es el miedo que esta mujer inspira en los pueblos del este y también en los egipcios, que ni los árabes ni los sarracenos ni los armenios se mueven contra ella". Una crónica bizantina primitiva sobre los sarracenos en el mismo contexto es la escrita por Ioannes Malalas (siglo VI). La diferencia entre ambas fuentes es que Malalas ve a los palmiranos y a todos los habitantes del desierto sirio como sarracenos, y no como árabes, mientras la Historia Augusta ve a los sarracenos como distintos de los súbditos de Zenobia, ni palmiranos ni árabes. Ammianus Marcellinus (finales del siglo IV), historiador de Juliano el Apóstata, escribe que el término sarraceno designa a los "habitantes del desierto" sirio, en sustitución del término arabes scenitae. En tiempos posteriores a Amiano, los sarracenos serían conocidos como guerreros del desierto. El término sarraceno se hizo popular tanto en la literatura griega como la latina, y con el tiempo se confundió con el de árabe e incluso con el de asirio, arrastrando definitivamente connotaciones negativas.

Los términos persas correspondientes a "sarraceno" son tazigan y tayyaye, que Esteban de Bizancio (siglo VI) sitúa en la capital lakhmida de Al-Hirah.

Eusebio de Cesarea nombra a los sarracenos en su Historia Ecclesiastica, cuando cita una carta de Dionisio de Alejandría en la que éste describe la persecución de Decio: "Muchos fueron, en la montaña de Arabia, esclavizados por los bárbaros sarkenoi". La Historia Augusta (hacia el año 400) refiere un ataque de ciertos saraceni, de los que no da más información, al ejército de Pescenio Niger en Egipto que ocurrió el año 193.
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Notapor Juanete » Dom Sep 09, 2012 7:32 pm



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Cruzada albigense

La cruzada albigense (denominación derivada de Albi, ciudad situada en el suroeste de Francia), también conocida como cruzada cátara o cruzada contra los cátaros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1209 y 1244, por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía de los Capetos (reyes de Francia en la época), con el fin de reducir por la fuerza el catarismo, un movimiento religioso calificado como herejía por la Iglesia católica y asentado desde el siglo XII en los territorios feudales del Languedoc, favoreciendo la expansión hacia el sur de las posesiones de la monarquía capetana y sus vasallos.

La guerra, que se desarrolló en varias fases, se inició con el enfrentamiento entre los ejércitos de cruzados súbditos del rey Felipe Augusto de Francia con las fuerzas de los condes de Tolosa y vasallos, provocando la intervención de la Corona de Aragón que culminó en la batalla de Muret. En una segunda etapa, en la que inicialmente los tolosanos alcanzaron ciertos éxitos, la intervención de Felipe Augusto decidió la sumisión del Condado certificada por el Tratado de París. En una prolongada fase final, las operaciones militares y las actividades de la recién creada Inquisición se centraron en la supresión de los focos de resistencia cátara, que, desprovistos de sus apoyos políticos, terminaron por ser reducidos. La guerra destacó por episodios de gran violencia, provocó la decadencia del movimiento religioso cátaro, el ocaso de la hasta entonces floreciente cultura languedociana y la conformación de un nuevo espacio geopolítico en Europa occidental.

A principios del siglo XIII, las regiones del Languedoc se encontraban bajo el dominio de varios señores:

  • El condado de Tolosa, gobernado por Ramón VI de Tolosa, dominaba la zona comprendida entre los valles del Garona, Rouergue y Quercy, a los que se añadían sus posesiones en la Alta Provenza.
  • El condado de Cominges, bajo el poder de Bernardo IV de Cominges, conde de Cominges y de Bigorra, primo hermano del conde de Tolosa y vasallo del mismo en tanto que señor de Samatán y Muret.
  • El condado de Foix, cuyo titular era Raimundo Roger I, vasallo del conde de Tolosa.
  • El vizcondado de Béarn.
  • El vizcondado de Carcasona, Béziers, Albi y Limoux, cuyo señor feudal era Ramón Roger Trencavel, sobrino de Raimundo VI. Poseía el principado que abarcaba desde Carcasona a Béziers. La familia Trencavel rendía solemne homenaje a la Corona de Aragón desde 1179, siendo a la vez vasallos del Condado de Tolosa. La dinastía feudal Trencavel mantenía asimismo alianzas con el Vizcondado de Minerve.
  • La Corona de Aragón, dominios del rey Pedro II de Aragón, a la que rendían vasallaje los condes de Tolosa.

Las cinco diócesis cátaras, Narbona, Albi, Carcasona, Cahors, Toulouse e incluso Agen ocupaban casi exactamente los territorios de los grandes señores feudales del Languedoc. Los cátaros recibían el apoyo de algunos nobles y habían logrado asentarse gracias a la acción ejemplar de los Perfectos —seguidores cátaros de una vida ascética— y a la incapacidad del clero católico. Los Perfectos y Perfectas no eran muy numerosos, pero una gran parte de la población toleraba su doctrina e incluso la favorecía.
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Notapor Juanete » Mié Sep 19, 2012 3:09 pm


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Cruzadas bálticas

Las cruzadas bálticas fueron cruzadas emprendidas durante la Edad Media por los reyes católicos de Suecia y Dinamarca y las órdenes Teutónica y Livonia contra los pueblos paganos de la Europa nororiental y la cuenca del mar Báltico. A partir del siglo XIX, la historiografía romántica englobaría también en el término las campañas de suecos y daneses contra los cristianos orientales.

El punto de partida oficial de las cruzadas bálticas fue la llamada del papa Celestino III en 1193, pero los reinos ya cristianos de Alemania y Escandinavia habían comenzado a subyugar a sus vecinos paganos. Los pueblos no cristianos que fueron objeto de las campañas incluyen:

  • Sorabos y rugios, de Rügen, Pomerania y Mecklemburgo (en 1147, por los daneses, más adelante también por sajones y polacos),
  • Finlandeses, en 1154 (Finlandia Propia; disputada), 1249? (Tavastia Propia) y 1293 (Karelia) por los suecos,
  • Estonios, curonios, livonios y letones por los alemanes y daneses 1193-1227,
  • Lituanos por los alemanes 1316),
  • Prusianos,
  • Abroditas, abotritas u obotritas (entre el Elba y el Óder).

Los conflictos armados entre los finlandeses del Báltico, los pueblos bálticos y eslavos que habitaban en las orillas del mar Báltico y sus vecinos sajones y daneses habían sido corrientes durante varios siglos antes de las cruzadas. Las batallas anteriores habían sido causadas, en gran parte, por los intentos de destruir los castillos y las rutas marítimas comerciales y obtener una ventaja económica en la región. Las cruzadas siguieron básicamente este patrón de conflicto, aunque ahora inspiradas por el Papa y realizadas por los caballeros papales y los monjes armados.

Las cruzadas bálticas proporcionaron una oportunidad para el crecimiento y la expansión de la Orden Teutónica de caballeros alemanes, inspirada en los caballeros templarios que participaron en las cruzadas a Tierra Santa. La orden teutona ejerció un gran control político sobre grandes territorios en la región báltica.

Cruzada sorabia

Fue una campaña militar llevada a cabo en 1147, en forma contemporánea a la Segunda Cruzada, dirigida contra los eslavos polabios (sorabos o wendos), que ocupaban una zona en lo que hoy es el este de Alemania y el occidente de Polonia.

A comienzos del siglo XII, los arzobispados alemanes de Bremen y Magdeburgo buscaban la conversión de los vecinos eslavos paganos al cristianismo occidental a través de medios pacíficos. Sin embargo, durante la preparación de la Segunda Cruzada a Tierra Santa, se publicó una bula papal que apoyaba una cruzada contra los eslavos. El ejército cristiano estaba compuesto principalmente por sajones y daneses.

Cruzada livonia

En el siglo XII, los pueblos que habitan las tierras ahora conocidas como Estonia, Letonia y Lituania formaban una cuña pagana entre los cada vez más poderosos Estados cristianos rivales: la Iglesia Ortodoxa al este y la Iglesia Católica al oeste. Durante el período de más de 150 años que precedió a la llegada de los cruzados alemanes en la región, Estonia fue atacada trece veces por los principados rusos, así como por Dinamarca y Suecia. Hubo intentos pacíficos por parte de algunos católicos para convertir a los estonios, a partir de las misiones enviadas por Adalberto, arzobispo de Bremen, entre 1045 y 1072.

Tras los pasos de los comerciantes alemanes que estaban siguiendo las rutas comerciales de la época de los vikingos, un monje llamado Meinhard desembarcó en la desembocadura del río Daugava (Dvina Occidental) en 1180 y fue consagrado obispo en 1186. Para consolidar esta posición el papa Celestino III proclamó una cruzada contra los paganos del Báltico en 1195, que fue reiterada por el papa Inocencio III. Una expedición cruzada dirigida por el sucesor de Meinhard, el obispo Berthold de Hanover, desembarcó en Livonia (parte de la actual Letonia, que rodea el golfo de Riga) en 1198. Aunque los cruzados ganaron su primera batalla, el obispo Berthold fue herido de muerte y los cruzados fueron rechazados.

Cruzadas contra tierras cristiano-ortodoxas

Las tierras cristianas ortodoxas que fueron objeto de las campañas incluyen algunas tierras de la República de Nóvgorod (atacadas por los Caballeros Teutónicos) que ya habían sido cristianizadas entre los siglos IX y XI, incluso Pskov, tomada por los cruzados en 1241.
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Notapor Juanete » Mié Oct 03, 2012 10:37 am


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Cruzada contra la Corona de Aragón

La Cruzada contra la Corona de Aragón fue declarada por el papa Martín IV contra el rey Pedro el Grande entre 1284 y 1286, por su intervención en los asuntos sicilianos en contra de la voluntad papal. La mayor parte del conflicto se desarrolló en tierras catalanas, aunque los primeros episodios se sucedieron en la frontera navarro-aragonesa. Como venganza, los aragoneses atacaron Mallorca y Occitania.

Pedro el Grande tuvo que luchar contra el poderoso ejército que daba apoyo a Felipe III de Francia, fundamentalmente compuesto por tropas del Reino de Francia, el Reino de Mallorca y la República de Génova, únicamente con las tropas catalanas y valencianas, sin poder contar con la nobleza del Reino de Aragón, que se abstuvo de participar en el conflicto.

A la extensión de los territorios conquistados por Jaime I de Aragón con población morisca, los enormes gastos militares que tenía que soportar, las pretensiones de los nobles en los diferentes reinos y las fricciones con las coronas vecinas produjeron una época de fuertes tensiones.

En 1275, mientras el infante Pedro estaba en el Reino de Navarra con la pretensión de casarse con Juana I de Navarra y hacer efectivo el Tratado de Tudela, algunos nobles catalanes, entre los que se encontraban Ramon Folc V de Cardona, Jofre III de Rocabertí y su hijo Dalmau, Arnau Roger I de Pallars Sobirá y Hugo V de Ampurias, apoyados por nobles aragoneses, como Artal de Luna, Ferriz de Liñana, Pedro Cornel y Ximeno de Urrea, se alzaron en rebeldía con la intención de obtener dinero, tierras y privilegios y evitar ir a la guerra a favor de la Corona de Castilla, víctima de los ataques benimerines. El capitoste del alzamiento fue Fernán Sánchez de Castro, hijo natural de Jaime I el Conquistador con Blanca de Antillón, que pretendía enemistar al rey con el heredero y casi lo consiguió cuando Jaime I hizo prometer al infante Pedro la devolución de los castillos tomados a Fernán una vez terminada la revuelta. Cuando el infante asaltó el castillo de Antillón, Fernán contraatacó para levantar el asedio y fue derrotado, por lo que huyó hacia el castillo de Pomar. Viéndose perdido, Fernán intentó huir disfrazado de pastor mientras sus hombres se enfrentaban a los de Pedro, pero fue atrapado cuando intentaba atravesar el Cinca, y Pedro mandó que fuese ahogado en el río.

Los gastos bélicos de Jaime el Conquistador habían dañado la hacienda de la corona, y cuando se convirtió en rey Pedro III de Aragón reclamó a los catalanes el impuesto de bovaje, cosa que provocó un gran descontento entre la nobleza catalana. Las dinastías de los condes de Urgel, de Foix, de Pallars, de Cardona y de Erill, encabezadas por el conde Roger Bernardo III de Foix, se rebelaron contra el cobro del impuesto. Pedro III reunió a los nobles fieles de Valencia y Cataluña aplastando a los sublevados en el sitio de Balaguer en (1280).

En 1283 la nobleza catalana formó la llamada Unión, reclamando el «Privilegio general» además de privilegios locales, como abolir el bovaje, la exención de impuestos para establecerse en Sicilia y Calabria, reunir anualmente en Cataluña las Cortes Catalanas y la confirmación de los Usatges de Barcelona, que el rey Pedro III tuvo que conceder a las cortes catalanas en Barcelona, para conseguir, a su vez, ayuda militar ante la amenaza de la invasión cruzada, que le fue concedida.
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Notapor Juanete » Mié Oct 03, 2012 10:39 am


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Conflicto siciliano

La política internacional de Jaime el Conquistador había generado el aislamiento internacional de la Corona de Aragón. Cerradas las posibilidades de expansión en la Península Ibérica por el Tratado de Almizra, y en el sur de Francia por el tratado de Corbeil, estas necesidades, tanto de la casa de Aragón como de su burguesía mercantil y marinera, hicieron que el rey se fijase en Sicilia como espacio de futuro crecimiento territorial, dada la inestabilidad provocada por ser uno de los escenarios de la guerra entre güelfos y gibelinos.

Manfredo de Sicilia, hijo ilegítimo del emperador Federico II Hohenstaufen, subió al trono del Reino de Sicilia en 1258, y en 1262, Constanza II de Sicilia, hija de Manfredo, se casó con el infante Pedro. Este acercamiento entre la dinastía Hohenstaufen y la casa de Aragón provocó la antipatía del papa Clemente IV que excomulgó a Manfredo.

El reino de Sicilia pasó a ser un feudo del papado y Clemente IV, preocupado por los avances gibelinos, buscó ayuda en Carlos I de Anjou, el hermano pequeño de su aliado el rey Luis IX de Francia, a quien concedió el reino a cambio de expulsar a Manfredo de sus feudos papales del sur de Italia. Las tropas del de Anjou entraron en Sicilia y Manfredo murió en la Batalla de Benevento al tiempo que Carlos era coronado rey de Sicilia en Roma. Consolidadas sus fuerzas, Conrado de Sicilia marchó hacia Lucera y el 23 de agosto de 1268, con un ejército multinacional de tropas italianas, castellanas, romanas, musulmanas y alemanas se enfrentó a las francesas del nuevo rey en la batalla de Tagliacozzo, donde fue hecho prisionero, muriendo a manos angevinas. Bajo Carlos de Anjou, y su sucesor Carlos II de Nápoles, el norte se privilegió frente al sur e incluso la capital se trasladó de Palermo a Nápoles.

Al inicio de la plegaria de vísperas del 30 de marzo de 1282, comenzó en la Iglesia del Espíritu Santo de Palermo la revuelta conocida como Vísperas Sicilianas. Miles de franceses sicilianos fueron masacrados en las seis semanas siguientes,[10] y los sicilianos ofrecieron el trono a Pedro el Grande como yerno de Manfredo I. Como resultado de este levantamiento se produjo la división del reino de Sicilia (1282) en el reino de Sicilia peninsular (o reino de Nápoles), bajo dominio angevino, y el reino de Sicilia insular, bajo dominio aragonés.

Mientras Pedro el Grande, con el apoyo económico del emperador Miguel VIII Paleólogo, con quien Carlos estaba enfrentado, entraba en Sicilia por Trapani en septiembre, levantó el sitio de Mesina y pocos días más tarde destruyó la flota angevina en el combate de Nicotera, atacó Calabria, ocupó Reggio, en tanto que Carlos recuperaba Isxia. Carlos intentó tomar Malta, que se había declarado favorable a Pedro de Aragón pero había sido ocupada por los catalanes; la flota del rey de Aragón, bajo el mando de Guillem Galceran de Cartellà y Roger de Lauria, le derrotó en el combate de Malta el 8 de junio y los catalano-aragoneses desembarcaron en esa isla, Gozo y Comino. En 1283 Carlos de Anjou nombró a Guillermo de Berardi virrey de Albania con sede en Durazzo.

Como consecuencia de estas acciones, el papa Martín IV, que había sucedido a Clemente IV, declaró al rey Pedro III privado de sus reinos y el 27 de agosto de 1283 invistió como rey de Aragón, rey de Valencia y conde de Barcelona a Carlos de Valois, segundo hijo del rey Felipe III de Francia.

Las llamadas a rechazar el ataque francés fueron desobedecidas por los nobles aragoneses, y en la asamblea de Tarazona el año 1283 presentaron al rey sus reivindicaciones, en forma de agravios y reclamaciones que se basaban en el mantenimiento de los privilegios, la imposibilidad de exigir nuevos impuestos y un cambio en las formas de gobierno, y la extensión de los fueros de Aragón en el Reino de Valencia, que tenía que desaparecer y ser anexionado. Los juramentados se comprometían a ayudarse mutuamente si el rey procedía contra ellos. En las Cortes de Aragón de Zaragoza de 1283, Pedro III concede el «privilegio general», una confirmación del derecho que es el primer ensayo para fijar legalmente la relación del rey y el país y la instauración de instituciones políticas, extendiendo esta legislación al Reino de Valencia.
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Notapor Juanete » Mié Oct 03, 2012 10:42 am


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Reino de Mallorca

A la muerte de Jaime I el Conquistador en 1276 y en aplicación de su testamento de 1262 se dejaban al niño Jaime las posesiones que formaban el Reino de Mallorca. La última voluntad de Jaime I establecía el reino de Mallorca como una entidad separada de la Corona de Aragón y establecía que si una de las dos líneas de la Casa de Aragón y Barcelona no tenía herederos varones, sus Estados pasaban a la otra rama.

El reino se convierte en un Estado independiente hasta el Tratado de Perpiñán (1279) en que por los conflictos entre los hermanos Jaime y Pedro, el primero se declara vasallo del segundo. Desde entonces el reino pasa a ser privativo del rey que, al mismo tiempo, tenía como señor a su hermano. Esta relación feudal del rey de Mallorca era doble por la diversidad de territorios de la corona mallorquina. Por una parte, era vasallo del rey de Aragón por el condado del Rosellón y el reino de Mallorca, y por otro, el señorío de Montpellier había rendido homenaje a Carlos V de Francia. La situación de Jaime II de Mallorca fue encontrarse entre dos frentes en el conflicto de las Vísperas sicilianas de 1282 al considerar rotos los vínculos con Pedro el Grande por la excomunión papal.

Reino de Valencia

Durante la primera mitad del siglo XIII el ejército de Jaime el Conquistador fue ocupando progresivamente todo el Reino de Valencia y el Reino de Murcia,[6] aunque se marcaron las fronteras con el Reino de Castilla incluyendo las zonas de Murcia y Alicante por el Tratado de Almizra (1244) conquistadas por los catalanes. Medio siglo después, en 1304 tras una guerra con Castilla, por la Sentencia Arbitral de Torrellas se asignan finalmente al Reino de Valencia.

Pedro el Grande pacificó el país al derrotar la última revuelta morisca valenciana encabezada por Al-Azraq, conquistando la ciudad de Montesa en 1277, el último enclave musulmán en el Reino de Valencia.

Con la ayuda de los valencianos, en las cortes de Valencia de diciembre del año 1283 confirma y otorga a los valencianos unos fueros adaptados a su realidad económica y social, que potenciaban la personalidad jurídica de Valencia ante los demás reinos, desoyendo lo que había concedido meses antes en Zaragoza.

Reino de Navarra

La muerte sin hijos de Sancho VII de Navarra y la de su hermana Berenguela de Navarra, casada con Ricardo I de Inglaterra, supuso el fin de la dinastía Jimena en el Reino de Navarra y la instauración de la dinastía Champaña, gracias a la boda de Blanca de Navarra con Teobaldo III de Champaña y el apoyo de la nobleza navarra, pese a la reclamación por parte de la Corona de Aragón sobre la soberanía de Navarra en virtud del Tratado de Tudela. Los condes de Champaña reinaron en Navarra iniciando un acercamiento a la monarquía francesa mediante la boda de su hijo Teobaldo I de Navarra con Inés de Beaujeau, prima de Luis IX de Francia, y el matrimonio de Teobaldo II con la hermana de Felipe III de Francia.

Finalmente Blanca de Artois, la viuda del rey, con una Navarra invadida de nuevo por las coronas castellana y aragonesa, buscó refugio en la corte francesa e hizo que la hija del difunto Enrique I de Navarra, la reina Juana I de Navarra, se casara con su primo el Felipe IV de Francia, comenzando así una nueva dinastía reinante en Navarra, la dinastía Capeto. Roger Bernardo III de Foix invadió en 1276 el Reino de Navarra, en apoyo del partido francés en las luchas sucesorias, y ocupó Pamplona que fue saqueada, quedando de gobernador Eustaquio de Beaumarchais.

Corona de Castilla

El primogénito del rey Alfonso X de Castilla, Fernando de la Cerda, murió en 1275, nueve años antes que su padre. El rey Alfonso dejó en su testamento que el reino debía pasar a su nieto primogénito, Alfonso de la Cerda, y al mismo tiempo desheredar a su segundo hijo, Sancho, que se alzó contra el rey sin respetar la voluntad de su padre y fue coronado como Sancho IV de Castilla el año 1284 en Toledo. Fue reconocido por el pueblo y los nobles fruto de su comportamiento frente a la invasión de los benimerines dirigidos por Abu Yusuf Yaqub, que entraron en el sur de la Península Ibérica, en 1224, para apoyar al Reino nazarí de Granada, aunque los Infantes de la Cerda también reunieron un buen número de partidarios, entre ellos la Corona de Aragón. Durante todo el reinado de Sancho fueron constantes la inestabilidad y las revueltas.

Señorío de Albarracín

Albarracín era un señorío de raíces musulmanas que formaba parte del reino musulmán de Valencia de Muhammad ibn Mardanis, cuando Pedro Ruiz de Azagra, del Reino de Navarra, ayudó militarmente al soberano valenciano. Como pago en circunstancias poco claras le otorgó el señorío de Albarracín, que lo repobló con navarros. La conquista de Valencia por Jaime I dejó el territorio en un vacío legal, que los señores aprovecharon proclamando una especie de independencia. A la vuelta del desafío de Burdeos, Juan Núñez de Lara puso una trampa a Pedro el Grande para hacerlo prisionero y entregarlo al rey de Francia y también atacar Aragón, lo que Pedro el Grande no perdonaría y que finalmente lo llevó a la conquista del señorío
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Re: Las Cruzadas

Notapor Juanete » Vie Oct 12, 2012 6:46 pm



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Cruzada contra la Corona de Aragón

Mientras Pedro el Grande se encontraba en Tarazona de retorno del desafío de Burdeos, el gobernador del Reino de Navarra, Eustaquio de Beaumarchais con sus tropas francesas, atacaron la frontera aragonesa como despecho, por el resultado del desafío, atravesaron la frontera por Sangüesa, entraron y conquistaron el castillo de Ull, y destruyeron las villas de Ull, Lerda y Filera. También tomaron las villas de Bailo, Arbués y Berdún. Se pactó una tregua con el reino de Navarra hasta el 1 de febrero de 1284. Pocas semanas después del ataque al Reino de Aragón, Eustaquio de Beaumarchais con quinientos franceses, y la ayuda de Auger de Les, señor de Les ocuparon el Valle de Arán en 1283, pero no pudieron seguir avanzando.

Finalmente Carlos I de Anjou fue coronado por el papa el 27 de febrero de 1284 en París. En el contraataque catalano-aragonés del año 1284, aunque la nobleza aragonesa no apoyaba al rey en esta cuestión por el conflicto de la Unión Aragonesa, los catalanes sitiaron Tudela mientras las tropas francesas huían a Francia.

Con la ayuda del Papa Martín IV, que había sucedido a Clemente IV, y de Jaime II de Mallorca, hermano del rey, un ejército francés, con Felipe III de Francia en cabeza, invadió el norte de Cataluña en 1285. Las tropas estaban compuestas según las diversas fuentes por:

  • Unos 200.000 cruzados
  • 100.000 infantes, 16.000 caballeros y 17.000 hombres con ballestas
  • 4.000 caballeros y 8.000 peones

que se concentraron en Narbona para dirigirse hacia Barcelona.

Concentración de tropas en el Ampurdán

En Barcelona se produjo una revuelta de los artesanos pobres contra el patriciado, motivada por el endeudamiento de los pobres en beneficio de los eclesiásticos y los judíos, por el año de malas cosechas y por el aumento de los impuestos y precios a causa de la guerra, que fue sofocada con la muerte de Berenguer Oller y siete sublevados más, que fueron colgados y arrastrados por la ciudad.

Una vez tranquila la casa de Aragón y Barcelona, Pedro el Grande se dirigió al Rosellón para asegurar la defensa ante la inminente invasión cruzada, a la que se había añadido su hermano Jaime II de Mallorca, quien huyó de Perpiñán para encontrarse con los cruzados. Con el alineamiento de Jaime II con los cruzados se tuvo que preparar la línea de defensa en los Pirineos, impidiendo el paso con las tropas ampurdanesas a las fuerzas invasoras en el collado de las Panizas, la entrada natural al sur de las montañas, evitando la batalla a campo abierto, donde la caballería cruzada jugaría con ventaja. Dalmau de Rocabertí se estableció en Le Perthus y Ponce V de Ampurias dominó Banyuls-sur-Mer y el Coll de la Massana.

Mientras, el infante Alfonso preparaba una escuadra de galeras para defender las costas, que serían mandadas por los almirantes Ramón Marquet y Berenguer Mallol, se ordenaba a Roger de Lauria el regreso de Sicilia, llamaba a las huestes de Barcelona, Lérida, Tarragona y Tortosa y pedía el apoyo a la Orden del Temple y la Orden del Hospital, que se concentrarían en abril en Figueras.

Resistencia en el Rosellón

En el último intento, en el año 1285, los franceses entraron por el territorio rosellonés de Jaime II de Mallorca, hermano de Pedro el Grande, que por pacto estaba obligado a dejar paso franco. A pesar de la alineación de su rey con los franceses, la población del Rosellón se resistió a la invasión de las cruzadas. Los primeros combates con los cruzados tuvieron lugar en el Sitio de Salses, donde fueron necesarios tres asaltos para conquistar la ciudadela. Sólo dejaron paso franco las fortalezas de Laroque-des-Albères y Les Cluses, y los ciudadanos se sublevaron en Perpiñán cerrando las puertas a los cruzados después de la retirada francesa de los Pirineos, pero finalmente se rindió con el perdón del rey de Francia, y la resistencia concluyó con el Sitio de Elna, que fue quemada provocando una matanza. Los cruzados acamparon por último en Elna y Perpiñán, mientras que los catalanes, apostados en el Collado de las Panizas, impidieron durante un mes la entrada cruzada al sur de Cataluña.

Los franceses al final atravesaron los Pirineos por La Massana en el mes de junio, mientras que la flota fondeaba en Rosas. Los catalanes, en clara inferioridad numérica, para evitar ser rodeados en los Pirineos se retiraron hasta Perelada, donde se retirarían después de una batalla a campo abierto, pero el infante Alfonso, comandante del ejército, ordenó la evacuación de la villa por falta de provisiones, saliendo con 5.000 almogávares en dirección a Gerona, el siguiente lugar donde se presentaría la defensa después de quemar la ciudad de Perelada y dejando tropas en los castillos de camino a Barcelona.
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Re: Las Cruzadas

Notapor Juanete » Sab Oct 13, 2012 11:24 am


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Los franceses ocupan el Ampurdán

Los franceses entraron en Castellón de Ampurias y días más tarde sitiaron Gerona, que estaba al mando de Ramon Folc VI de Cardona, del 27 de junio al 10 de septiembre, sufriendo los terribles efectos del hambre y las epidemias, mientras los cruzados ocupaban Figueras, Rosas, San Feliu de Guíxols y Blanes.

Pedro el Grande salió de Barcelona a principios de agosto, al frente de un ejército de 500 caballeros y 5.000 infantes para atacar el ejército cruzado que sitiaba Gerona y provocar el levantamiento del asedio. Se dirigió primero al Monasterio de Montserrat, donde recibió la bendición, y a continuación fue a Hostalric, donde celebró un consejo que decidió acampar cerca de Gerona. El rey Pedro quiso dirigirse a Besalú, pero los ejércitos se encontraron el 15 de agosto en extramuros de la ciudad. Los almogávares, que iban delante, fueron interceptados y atacaron por su cuenta, y cuando se quedaron sin lanzas y dardos fueron nuevamente atacados por cuatrocientos caballeros franceses y tuvieron que huir montaña arriba.

La defensa del litoral catalán, mientras el grupo catalán, comandado por Roger de Lauria se encontraba en Sicilia, se sustentó con una escuadra de once galeras de los almirantes Ramón Marquet y Berenguer Mallol, que derrotaron a los cruzados en la batalla de San Felíu de Guixols frente a las islas Formigues entre Rosas y San Felíu y, por segunda vez ya reunidos con la armada de Roger de Lauria, en la Batalla de Formigues ante Calella de Palafrugell el 27 de agosto, de Rosas el 3 de septiembre y finalmente, de manera decisiva enfrente de Cadaqués el 4 de septiembre. Debido a esta derrota naval los catalanes recuperaron el territorio del norte, dominaron la costa y cortaron la línea de suministros del ejército cruzado.

Ramon Folc de Cardona tuvo que hacer llegar a Pedro el Grande una demanda de socorro para salvar Gerona, que fue contestada pidiendo resistir veinte días más, pues confiaba poder enviar ayuda. El Vizconde de Cardona pactó con Roger Bernardo III de Foix, que mandaba las huestes francesas, una tregua de veinte días a partir del 19 de agosto, prometiéndole entregar la plaza si pasado este tiempo el rey no enviaba a Gerona la ayuda que les había prometido. El 7 de septiembre, al término de los veinte días fijados y no habiendo recibido la ayuda del rey Pedro, la ciudad se rindió a los acosadores y fue ocupada por Eustaquio de Beaumarchais, que dejó en la ciudad una guarnición de 200 jinetes y 5000 infantes, retirándose con el resto del ejército al Ampurdán.

Retirada francesa

La peste se extendió entre los franceses, que cercados y enfermos tuvieron que retirarse del Ampurdán y evacuaron Gerona el 7 de septiembre, pero se encontraron la retirada cortada en Besalú, donde Asbert de Mediona, el gobernador de la ciudad, tras un primer intento de asalto, hizo abrir la puerta acuaria, para hacer entrar sesenta caballeros que fueron capturados, para salir inmediatamente al frente de la guarnición que derrotó a los sitiadores, forzando a la retirada. En el Collado de las Panizas y de La Massana, como muchos soldados estaban enfermos, los catalanes accedieron a no atacarlos y les dejaron pasar por Agullana. Una parte del ejército francés quiso igualmente cruzar por Le Perthus, los defensores del cual no conocían la orden de dejar paso franco, y los franceses fueron aniquilados entre el 30 de septiembre y el 1 de octubre en la Batalla del collado de las Panizas. El rey Felipe III de Francia, que acompañaba a su hijo Carlos de Valois, pudo llegar a Perpiñán donde murió el 5 de octubre. Los franceses mantuvieron la ocupación del Valle de Arán.

Confiscación del Reino de Mallorca

El mismo año de 1285 Pedro el Grande envió una flota contra su hermano Jaime II de Mallorca, que estaba en Perpiñán, a quien finalmente confiscó las Baleares después de la rendición de la isla sin combatir cuando Ponce Saguàrdia, el lugarteniente del rey Jaime II de Mallorca, rinde la Ciudad de Mallorca a Alfonso III de Aragón y los síndicos de los pueblos de Mallorca juran homenaje al rey, salvo el del Castillo de Alaró donde se concentró la resistencia del alcaide, Ramón Ballester y la guarnición formada por Guillem Capello "Cabrito", Arnau Ramón, Lleonard Marsello y Albert Perpinyà, que murieron en el asalto al castillo de Alaró, pero el rey no pudo ver los resultados de la expedición al morir pocos días después en Villafranca.

Jaime II conservó el resto de sus territorios salvo Baleares, que le fueron devueltas en 1295 mediante el tratado de Anagni, con las mismas condiciones pactadas en 1279 en el Tratado de Perpiñán.

Ataque a Occitania

Como venganza, Roger de Lauria condujo una expedición de castigo al Languedoc el mes de febrero de 1286, llegando con una flota de galeras, un centenar de caballeros y dos mil almogávares hasta las playas de Valras, que fue saqueada y quemada, remontando a pie con los almogávares el río Orb hasta llegar a Sérignan.

Los franceses de Beziers, alertados de las acciones catalanas, formaron un ejército de 30.000 hombres con 300 caballeros preparados para el enfrentamiento. A pesar de la inferioridad numérica, los ballesteros almogávares atacaron provocando la estampida francesa, siendo perseguidos y acometidos hasta llegar a media legua (unos dos kilómetros) de Beziers. Entonces, Roger de Lauria ordenó la retirada a la playa de Valras, donde estaban las galeras y de camino saquearon y quemaron la ciudad de Sérignan, incluido su castillo, salvo la iglesia de la Virgen de la Gracia. Roger de Lauria no tenía intención de atacar Beziers, pero sí atacó Agde antes de dirigirse a Aigues-Mortes y volver a Barcelona con un impresionante botín.
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Re: Las Cruzadas

Notapor Juanete » Dom Dic 30, 2012 2:36 pm


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Sitio de Antioquía (1097-1098)

El sitio o toma de Antioquía fue un conflicto armado que tuvo lugar durante la primera Cruzada y que, en realidad, consistió en dos batallas. La primera, entre el 21 de octubre de 1097 y el 2 de junio de 1098, en la que los cruzados sitiaron y conquistaron Antioquía. Durante la segunda, entre el 7 y el 28 de junio de 1098, los musulmanes intentaron retomar la ciudad. Ambas batallas se saldaron con triunfo cristiano y la ciudad de Antioquía se convirtió en la capital de un nuevo estado cruzado: el Principado de Antioquía.

Antioquía había sido recientemente arrebatada al Imperio bizantino por los selyúcidas en 1085. Las fortificaciones bizantinas databan de la época de Justiniano I pero habían sido reconstruidas y reforzadas recientemente. Como los selyúcidas habían conseguido la ciudad gracias a la traición, los muros permanecieron intactos. Su gobernador desde 1088, Yaghi-Siyan, era bien consciente del ejército cruzado que en 1097 marchaba a través de Anatolia, y pidió ayuda sin éxito a los estados musulmanes vecinos. A fin de prepararse para la llegada de los francos (o frany, como los musulmanes llamaban a todos los occidentales), hizo apresar al patriarca ortodoxo de Antioquía, Juan VII el Oxita, y expulsó de la ciudad a toda la población griega y armenia ortodoxa, aunque permitió quedarse a los que profesaban la fe siríaca.

Llegada de los cruzados

Las tropas cruzadas llegaron al río Orontes, a las afueras de Antioquía, el 20 de octubre de 1097. Los tres líderes principales de la cruzada, Raimundo de Tolosa, Godofredo de Bouillón y Bohemundo de Tarento, no estaban de acuerdo respecto a qué estrategia adoptar. Raimundo era el único que quería lanzar un ataque directo, mientras que Godofredo y Bohemundo preferían levantar un asedio. Al final, Raimundo dio su brazo a torcer y los cruzados comenzaron el sitio a la ciudad el 21 de octubre. Las fortificaciones bizantinas eran lo bastante fuertes como para resistir un ataque directo, aunque Yaghi-Siyan no habría tenido suficientes hombres como para defender adecuadamente la ciudad, de modo que se sintió aliviado al comprobar que los cruzados habían decidido no atacar inmediatamente.

Bohemundo acampó con sus hombres en la esquina noreste de la ciudad, frente a la Puerta de San Pablo. Raimundo estableció su campamento más al oeste, frente a la Puerta del Perro. Y Godofredo se asentó con sus fuerzas en la Puerta del Duque, aún más al oeste, en un lugar donde un puente de botes cruzaba el Orontes hacia la aldea de Talenki. Hacia el sur se encontraba la Torre de las Dos Hermanas y, en la esquina noroeste, la Puerta de San Jorge que, al no estar bloqueada por los cruzados, fue utilizada durante todo el asedio para introducir alimentos en la ciudad. Al sur y al este se hallaba la zona de colinas conocida como Monte Silpius, donde se encontraban la ciudadela y la Puerta de Hierro.

Primer asedio

A mediados de noviembre se sumó a la fuerza sitiadora con sus hombres el sobrino de Bohemundo, Tancredo, Príncipe de Galilea, y una flota genovesa llegó al puerto de San Simeón, actual Samandağ, cargada de suministros. El asedio prosiguió, y en diciembre Godofredo cayó enfermo, al tiempo que los suministros empezaban a escasear y se cernía sobre los cruzados la amenaza del invierno. Ante lo desesperado de la situación, Roberto II de Flandes tomó unos 20.000 hombres y se desplazó al sur para recoger toda la comida posible. Aprovechando su ausencia, Yaghi-Siyan ordenó realizar una salida a través de la Puerta de San Jorge y atacó el campamento de Raimundo al otro lado del río, en Talenki. Este logró rechazar el ataque, pero no fue capaz de capturar la ciudad en la confusión de la retirada.

Mientras tanto, Bohemundo y Roberto fueron atacados en sus campamentos por Duqaq de Damasco, quien había marchado hacia el norte en ayuda de Antioquía. Aunque los cruzados lograron la victoria, se vieron obligados a retirarse de las afueras de la ciudad con muy poca comida. El mes acabó con malos presagios para ambos bandos: hubo un terremoto el 30 de diciembre, apareció la aurora polar la noche siguiente, y las semanas posteriores trajeron tal cantidad de lluvias y tiempo frío, totalmente alejadas del clima habitual, que Duqaq tuvo que volver a casa sin proseguir su enfrentamiento con los cruzados.

A causa de la escasez de alimentos, hubo mucha hambre en el campamento cruzado, lo que ocasionó la muerte de hombres y caballos: uno de cada siete hombres era incapaz de moverse por la desnutrición, y sólo 700 caballos sobrevivieron. Se dice en las crónicas que algunos de los soldados más pobres, restos de la Cruzada de los pobres liderada por Pedro de Amiens el Ermitaño, se convirtieron en caníbales, alimentándose con los cuerpos de turcos muertos. Otros comieron caballos, aunque algunos caballeros prefirieron morirse de hambre. Los cristianos locales, así como el patriarca ortodoxo exiliado Simeón, que ahora residía en Chipre, trataron de hacer llegar alimentos a los cruzados, pero eso no aplacó el hambre. Las deserciones empezaron hacia enero de 1098, incluyendo a Pedro el Ermitaño, aunque este fue pronto localizado y devuelto al campamento por Tancredo, con su prestigio muy disminuido.

Captura de Antioquía

El asedio continuó y, a finales de mayo de 1098, un ejército musulmán procedente de Mosul bajo el mando de Kerbogha se aproximó a Antioquía. Este ejército era mucho más grande que los enviados previamente para levantar el asedio. A Kerbogha se le unieron Ridwan y Duqaq y su ejército incluía también tropas persas y de la dinastía ortúquida de Mesopotamia. Los cruzados pudieron prepararse con antelación para su llegada porque Kerbogha atacó primero Edesa durante tres semanas, enclave que no pudo recapturar de Balduino de Boulogne, que la había conquistado en 1098.

Los cruzados sabían que tendrían que tomar la ciudad antes de que llegara Kerbogha si querían tener alguna oportunidad de sobrevivir. Bohemundo trabó conocimiento en secreto con Firuz, un mercenario armenio que controlaba la Torre de las Dos Hermanas y que, deseoso de vengarse de Yaghi-Siyan por haberle confiscado sus bienes, consintió en ser sobornado para abrir las puertas. Convenida la traición, Bohemundo ofreció a los demás líderes dejarles entrar, a través de Firuz, si aceptaban que él tomase la ciudad para sí. Raimundo enfureció y sostuvo que la ciudad debía ser entregada al emperador Alejo, como así lo habían acordado en Constantinopla el año anterior, pero los demás, ante lo desesperado de la situación, accedieron a sus demandas.

A pesar de ello, el 2 de junio, Esteban de Blois y algunos otros cruzados abandonaron el ejército. Unas horas más tarde, Firuz dio instrucciones a Bohemundo para que fingiera una marcha al encuentro de Kerbogha y, a continuación, regresara a la ciudad por la noche y escalara los muros con su ayuda. Así lo hicieron, Firuz abrió las puertas y se produjo una masacre. Los cristianos que quedaban en la ciudad abrieron las otras puertas y muchos participaron en la matanza, aniquilando a tantos turcos como pudieron. Los cruzados, además de a musulmalnes, mataron también a algunos cristianos, incluyendo al hermano de Firuz. Yaghi-Siyan huyó, pero fue capturado en las afueras de la ciudad, decapitado y su cabeza entregada a Bohemundo.
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Re: Las Cruzadas

Notapor Juanete » Dom Dic 30, 2012 2:40 pm


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El segundo asedio de Antioquía

Al final del día 3 de junio, los cruzados tenían el control de la mayor parte de la ciudad, a excepción de la ciudadela, que permaneció en manos del hijo de Yaghi-Siyan, Shams ad-Daulah. Juan el Oxita fue rehabilitado como patriarca por Ademar de Monteil, el legado papal, que deseaba mantener buenas relaciones con los bizantinos, especialmente al ver como Bohemundo pretendía quedarse la ciudad para él. Sin embargo, había escasez de alimentos, y el ejército de Kerbogha se acercaba. Llegó dos días después, el 5 de junio, e intentó, sin éxito, tomar por asalto la ciudad el 7 de junio. Para el 9 de junio, ya había completado su asedio en todo el perímetro de Antioquía.

Más cruzados habían desertado antes de que Kerbogha llegara y se unieron a Esteban de Blois en Tarso. Esteban había visto al ejército de Kerbogha acampado cerca de Antioquía y asumió que toda esperanza era vana. Los desertores confirmaron sus temores. En el camino de regreso a Constantinopla se encontraron con Alejo, que se dirigía a ayudar a los cruzados y no sabía ni que habían conquistado la ciudad ni que ahora ellos mismos estaban sitiados. Esteban le convenció de que el resto de los cruzados estaban prácticamente muertos y sus fuerzas de reconocimiento le informaron de que había otro ejército selyúcida en Anatolia. Así que el emperador decidió volver a Constantinopla y no plantar batalla.

Mientras tanto, en Antioquía, el 10 de junio, un pobre e insignificante monje llamado Pedro Bartolomé dio a conocer que había tenido visiones de San Andrés, quien le dijo que la Lanza Sagrada estaba dentro de la ciudad, enterrada en la catedral de San Pedro. Los hambrientos cruzados eran propensos a visiones y alucinaciones, y otro monje llamado Esteban de Valence afirmó haber visto a Cristo y a la Virgen María. El 14 de junio un meteoro fue visto caer en el campamento enemigo, lo que se interpretó como un buen augurio. Aunque Ademar desconfiaba de Pedro porque había visto una reliquia de la Santa Lanza en Constantinopla, Raimundo le creyó. El día siguiente por la mañana, 15 de junio, doce hombres entre los que se encontraban el conde Raimundo de Tolosa, el historiador Raimundo de Aguilers y Guillermo, obispo de Orange, empezaron a cavar en el sitio indicado en busca de la reliquia. Cavaron sin éxito durante todo el día y el conde abandonó decepcionado. Entonces, Pedro Bartolomé saltó al hoyo y enseguida descubrió una pieza de hierro que, posteriormente, la práctica totalidad del ejército creyó ser la verdadera reliquia de la Lanza Sagrada. Raimundo lo consideró como una señal divina de que sobrevivirían y, en lugar de rendirse, se preparó para la batalla final. Pedro informó posteriormente de otra visión en la que San Andrés ordenaba al ejército cruzado ayunar durante cinco días —aunque ya se estaban muriendo de hambre— y les prometía la victoria si eran capaces de cumplir el ayuno.

Bohemundo también se mostró escéptico sobre la Santa Lanza, pero no hay duda de que su descubrimiento aumentó la moral de los cruzados. También es posible que Pedro pusiera en boca de San Andrés lo que sabía que era la voluntad de Bohemundo. Este conocía, a través de espías situados en el campamento de Kerbogha, que las diferentes facciones enemigas distaban mucho de presentar un frente unido. De hecho, el propio Kerbogha era sospechoso, a los ojos de varios emires, de pretender la soberanía de Siria y era considerado más peligroso para sus intereses que los invasores cristianos.

El 27 de junio, Pedro el Ermitaño fue enviado por Bohemundo a negociar con Kerbogha. Las negociaciones no llegaron a buen puerto y la batalla contra los turcos devino inevitable. Bohemundo organizó su ejército en seis divisiones. Se puso al mando de una de ellas y encargó la jefatura de las otras cinco a los siguientes líderes cruzados: Hugo I de Vermandois y Roberto II de Flandes, Godofredo, Roberto II de Normandía, Ademar de Monteil, y Tancredo y Gastón IV de Bearne. Raimundo, que había caído enfermo, permaneció dentro de la ciudad, con doscientos hombres, cercando y vigilando la ciudadela que se hallaba todavía en manos de Ahmed Ibn Marwan.

El lunes, 28 de junio, los cruzados salieron por la puerta de la ciudad con Raimundo de Aguilers llevando la Lanza Sagrada delante de ellos. Kerbogha desoyó el consejo de su comandante militar que le recomendó atacar las divisiones cristianas una por una y prefirió esperar a que estuvieran todas plantadas en el campo de batalla para acabar con ellas de un solo golpe. Cuando se completó el despliegue comprobó que había subestimado su tamaño, dudó de sus fuerzas y envió un emisario para discutir los términos de una tregua, pero los francos no quisieron oírlo y continuaron su avance. Fingió entonces retirarse para atraer a los cruzados a un terreno más difícil mientras sus arqueros castigaban constantemente el avance enemigo. También envió un destacamento al flanco izquierdo cristiano que no estaba protegido por el río, pero Bohemundo había previsto la eventualidad y rápidamente formó una séptima división bajo el mando de Reginald de Toul que frustró la maniobra. Los turcos estaban causando muchas bajas, incluido el portaestandarte de Ademar, y Kerbogha ordenó incendiar el campo de batalla entre su posición y los cruzados, sin que esta medida disuadiera a los cristianos. Afirmaban que San Jorge, San Demetrio y San Mauricio cabalgaban y luchaban a su lado. La batalla fue breve. Antes de que los cruzados llegaran a la línea de Kerbogha, Duqaq y muchos otros emires habían desertado. Con ello, la ventaja numérica del ejéricito turco quedó neutralizada y muy pronto las fuerzas que quedaban emprendieron la retirada.
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