Tres etarras en libertad y la teoría del salchichón
Usabiaga es uno de los puentes del Gobierno para acabar de una vez con la banda terrorista.
Tengo que admitir que no es la primera vez que acudo a la teoría del salchichón del teórico marxista húngaro Matyas Rákosi para explicar la estrategia tanto de Zapatero como de la izquierda abertzale para alcanzar el final de la violencia de ETA. ¿En qué consiste esa teoría con nombre de embutido? En resolver los conflictos y los procesos políticos, paso a paso, mentira a mentira, corte a corte, como si se rebanaran lonchas de salchichón.
Así afrontaron el Gobierno y ETA, en plan .... ramoneta, el último proceso de negociaciones hasta que los terroristas decidieron colocar una bomba en la T-4 del aeropuerto de Barajas. Los emisarios del Gobierno se pasaron en sus propuestas y no calcularon que, si las incumplían, se iban a encontrar con más violencia. Es lo que pasa cuando se negocia con terroristas y no se calibran las consecuencias. Los Gobiernos democráticos ejercen la política por medio del Congreso, el BOE y los decretos leyes, pero los terroristas responden con lo único que saben hacer: sembrar terror.
Lo que sucede es que ese salchichón con denominación de origen del Goyerri está descompuesto. Porque siempre algo huele a podrido en torno a los hombres de paz del autodenominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco. No he conocido a ningún político de la izquierda abertzale vasca que se haya atrevido a echarle un pulso a ETA. Mucha verborrea nacionalista pero, al final, siempre claudican. Como el miedo es libre, lo más sensato es no confundir al electorado vasco con falsas expectativas y promesas.
En el campo de los demócratas, sólo un presidente, Felipe González, se atrevió a negociar dos veces con ETA, la primera en Argel y la segunda en la República Dominicana, y tuvo que reconocer que era imposible llegar a un acuerdo con esos descerebrados, siempre rallados en la trasnochada Alternativa KAS. González pudo permitirse ese lujo porque se mantuvo en La Moncloa 13 años, pero Aznar aguantó ocho y Zapatero…
Una serie de acontecimientos acaecidos esta semana viene a manifestar que el salchichón colgado en la despensa sigue desprendiendo un cierto tufillo. LA GACETA ya lo había denunciado hace semanas. La puesta en libertad por Baltasar Garzón de Rafael Díez Usabiaga por razones humanitarias desprende el mismo hedor del embutido.
Como en una películas de intriga, es el momento de hacer un flashback para recordar quién es Usabiaga. Ex coordinador y secretario de LAB durante 16 años, parlamentario de Batasuna en Vitoria y en Madrid, artífice de las negociaciones de ETA y el PSOE en 2005, es uno de los puentes en los que sigue confiando el Gobierno para acabar con la banda. Hay que recordar que, tras la ilegalización de Batasuna en 2002, la única organización del denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco que quedaba intacta era el sindicato LAB.
Usabiaga permanecía en la cárcel desde octubre de 2009 por constituir junto a Otegui un órgano de coordinación de la izquierda abertzale que fue declarado ilegal. Lo sorprendente del caso es que quedó en libertad tan sólo seis meses después de que lo procesara Garzón por pertenecer a ETA. Según el magistrado de la Audiencia Nacional, Díez Usabiaga y Arnaldo Otegui pretendían, a través de la organización de nuevo cuño Bateragune, engañar a los políticos vascos con “treguas encubiertas”. El juez mantenía que ETA había dejado de cometer atentados en Euskadi y Navarra, entre el 24 de abril y el 7 de junio de 2009, para facilitar la estrategia de Bateragune.
El magistrado también lo acusaba de propiciar junto a ETA “una alianza estratégica nacional, con la pretensión de imponer un nuevo proceso de negociación y el reconocimiento del derecho de autodeterminación”.
Ahora Garzón lo pone en libertad con una fianza de 30.000 euros para cuidar a su madre. En sus ratos libres, Díez Usabiaga, experto en marear la perdiz negociadora, podrá recomponer una vez más el entramado de la izquierda abertzale vasca y remar para generar nuevas “treguas encubiertas”, según la terminología del propio Garzón.
Las declaraciones de Rubalcaba a Punto Radio sobre este asunto dejan márgenes a la especulación. El ministro del Interior señaló: “Exigimos (a la izquierda abertzale) que deje la ambigüedad, estamos en el momento de la claridad”. Con la palabra “momento” fomenta la misma ambigüedad de la que él acusa a los batasunos.
Por su parte Manuel Chaves, el vicepresidente tercero del Gobierno, se convirtió en ventrílocuo de Garzón. El político andaluz desvinculó la puesta en libertad de Usabiaga con “cualquier intento de la izquierda abertzale de desmarcarse o de condenar el terrorismo”. ¿Y qué sabe Chaves de esos intentos? Excusatio non petita…
Y luego, para rematar la faena, el vice valoró la resolución judicial “en función de la ley por razones humanitarias”, cuando ya es sabido que la madre de Usabiaga no necesita los servicios de su hijo para sobrevivir decentemente. Y si no, invito a Chaves a que lea la edición de Gara del viernes. El diario vasco sólo interpreta la puesta en libertad de Usabiaga desde una intencionalidad política.
El mismo día de la salida de la cárcel del dirigente abertzale nos enteramos de que De Juana había desaparecido de su domicilio de Irlanda del Norte para evitar su extradición a España. Lo sorprendente es que el ex miembro del comando Madrid estaba bajo control de la Policía británica, como Londres se había comprometido con el Gobierno español. Un experto de la lucha antiterrorista me asegura que es poco probable que De Juana haya podido salir de la isla y que debe estar acogido en casa de algún simpatizante del IRA de Irlanda o del Ulster. Como De Juana no es un individuo que se caracterice por su inactividad pronto sabremos cuáles son sus intenciones. Lo mismo lo vemos con un ancho cuchillo cortando rodajas de salchichón.
Y, como broche final, el mismo jueves se informaba de que Iñaki de Rentería, el dirigente de ETA que organizó un atentado contra el Rey en Mallorca, había sido puesto en libertad por la Audiencia Nacional tras pasar 10 años en cárceles españolas y francesas. Ignacio Gracia Arregui, de 55 años, que fue uno de los etarras que se benefició en 1977 de la Ley de Amnistía, era el jefe de ETA cuando la banda secuestró a Ortega Lara y asesinó a Miguel Ángel Blanco. Al parecer, sus relaciones con la actual cúpula etarra no son buenas. La Policía mantiene que había sido expulsado de la organización. De ser así, tenemos a otro hombre de paz dispuesto a asestar un nuevo corte de embutido. ¡Vaya atracón!
http://www.intereconomia.com/noticias-g ... salchichonun saludo