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Testimonio:
Atentados terroristas en Madrid: 11 de Marzo de 2004
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Hace dos años aproximadamente, recibí el encargo de escribir un libro sobre las sensaciones que me produjeron los atentados del 11-S. Ahora me encuentro sentado ante este papel escribiendo sobre mi particular 11-M. La vida está llena de ironías y esta es una de ellas. Nunca hubiese imaginado que tendría que escribir sobre lo que sentí el 11 de marzo en mi propia ciudad, en la ciudad donde trabajo.
Fueron quince minutos de confusión. Sólo quince minutos de confusión e incredulidad, de resistirse a creer lo que estaba pasando y que todos tuvimos que asumir para poner orden en todo lo que estaba sucediendo y poder tomar todas las decisiones necesarias. Nuestra Central del 080, supongo que como la del 112, 091 ó 092, fue durante ese tiempo una locura de comunicaciones en la que llegaban por decenas las peticiones de socorro, medios humanos y materiales, y en donde se agolpaban las noticias de lo que estaba pasando. Todos éramos conscientes del dramatismo que se estaba viviendo a lo largo de unos kilómetros de vía férrea.
Para nosotros, los bomberos de Madrid, esos minutos fueron vertiginosos, ya que las llamadas eran constantes entre la Central y los jefes que pedían instrucciones para sumarse a los trabajos, y de bomberos, que llamaban para informarse si eran necesarios en el siniestro. Entre nosotros mismos también había algo de confusión, nos pedíamos a través de los móviles confirmación de señas o ratificación de la entidad del siniestro. Los responsables políticos a su vez, nos llamaban para que les informásemos sobre lo que estaba pasando. Llegaban informaciones contradictorias donde se mezclaban los atentados, con alcance de trenes, explosiones en cadena, incluso de voladura de edificios públicos, como la estación de Atocha o la Asamblea de Madrid.Y reaccionamos de un modo pasmosamente lógico. Aplicamos todo el sentido común del que fuimos capaces en ese momento, habida cuenta de la triste experiencia que tenemos en Madrid del reguero de atentados terroristas de los últimos 20 años, mientras pensábamos, como todos en el primer momento, que a estos indeseables se les había ido la mano. Todavía no sabíamos el alcance de muertes y desolación que estos nuevos canallas habían desatado en una de las zonas más humildes de Madrid, pero estoy seguro, que a ninguno de los que intervinimos allí se nos olvidará ese día durante el resto de nuestras vidas. Para todos los que trabajamos en uno u otro siniestro, ha sido sin duda el más espantoso. La jornada comenzaba como todos los días. Se aproximaba el tradicional relevo de una guardia en Madrid, formada por unos 260 componentes distribuidos en los doce parques. La primera llamada llega a las 7,39 horas a nuestra Central del 080. Es de un bombero que se encuentra en Santa Eugenia para ir a trabajar (entraba de guardia), y al que se le han cerrado las puertas del tren y se ha quedado en el andén esperando el siguiente, pero que observa, atónito e incrédulo, como una sola explosión abre un boquete impresionante dentro del mismo tren que ha perdido, despidiendo a las personas hacia el andén y hacia las vías.
LA RESPUESTA
Se envía al primer tren de ataque, compuesto por la Autobomba del parque más cercano (Vallecas), el Jefe de Guardia y otra Autobomba de la Dirección (Plaza Mayor). Es el siniestro, dentro de los cuatro que se produjeron, más pequeño en cuanto alcance de víctimas. Simultáneamente, se da la circunstancia de que al pasar el Jefe de Guardia y la Bomba 61 por la Glorieta de Atocha camino de Vallecas, observan cómo decenas y decenas de personas huyen despavoridas de la Estación de Atocha. Informan a la Central de lo que están viendo y se les contesta que se están enviando dotaciones a ese siniestro, a la vez que continúan activadas las de la Estación de Santa Eugenia.
Efectivamente, cuando todos estábamos pendientes de la explosión de Santa Eugenia, llegan noticias de otras detonaciones procedentes de un tren dentro de la Estación de Atocha. Inmediatamente se envía otro tren de ataque formado por el camión de Útiles (vehículo dotado con variados y potentes equipos de excarcelación) del parque 5º (Santa María de la Cabeza), Emergencia del 1º (Santa Engracia) y posteriormente, se les unen las Bombas del 5º y del 3º (Puerta de Toledo), así como el segundo Jefe de Guardia.
Paralelamente a este proceso y durante los siguientes minutos, que se suceden de un modo vertiginoso, nos llega la información que se recibe una llamada del Subinspector Jefe de Telemática, vecino de la C/. Téllez, dando cuenta de cuatro explosiones en un tren que se encuentra a unos 500 metros de la Estación de Atocha, frente a la calle Téllez, y que será la que dé nombre al tercero de los siniestros.
A la misma hora que el siniestro anterior, se desplazan hacia Téllez, el segundo Jefe de Guardia, la Bomba y grúa del 5º, y las Bombas del 3º y del 12º (Aluche).En estos momentos la tensión es máxima y otro de los Jefes del Servicio se desplaza a Téllez, donde se encuentra con el citado compañero vecino de esta calle, que ha llamado a la Central aportando todos los detalles del siniestro. Él es quien nos aclara que se trata de dos trenes distintos, separados por unos 500 metros de distancia. Cuando llegan al convoy, el panorama es desolador, decenas de muertos y heridos, dentro y fuera del tren, y muchísima gente ayudándose unos a otros a salir de ese mar de dolor y sangre. Dos minutos más tarde, llegan a la Central de Bomberos noticias de otras dos nuevas explosiones en una Estación de Vallecas, situada en la barriada de El Pozo del Tío Raimundo, con la misma estela de destrucción y muerte que las anteriores. Como Jefe del Servicio de Extinción de Incendios de Madrid había pedido en el primer momento el coche de mando. Ya en camino hacia la Estación del Pozo, recibo noticias de otra explosión en el edificio de la Asamblea de Madrid. ¡Qué horror!, Todos vamos sumidos en un impresionante desconcierto por el tamaño de la catástrofe, que poco a poco va confirmando y definiendo el panorama sobre lo que está sucediendo en Madrid.
IN SITU
Cuando llegué al Pozo, ya estaba allí el Director de Servicios que se había sumado a los trabajos de rescate junto a las dotaciones de la segunda Bomba del 8º, el tanque y la Bomba del 2º (situado en la plaza de Manuel Becerra). De este siniestro es del que más puedo hablar porque estuve en ese lugar hasta pasado el mediodía. Allí habían explosionado dos bombas dentro de un tren formado por coches con doble piso, por lo que la concentración de personas estaba duplicada respecto a un tren normal. Por esa razón, se extrajeron un mayor número de muertos que de los otros tres trenes.Cuando llegué ya estaban sacando a los últimos heridos, pero aún así, durante el rescate se vivieron momentos de mucha tensión, sobre todo cuando la policía ordenó el desalojo inmediato de la Estación ya que un Policía Municipal había descubierto una mochila con bomba sin explotar y los Tedax tenían que explosionarla. Fueron unos minutos de muchísima preocupación porque todo el mundo se marchó excepto los bomberos del 2º y del 8º que con el Director del Servicio, se quedaron en el andén junto a las víctimas que restaban aún por rescatar.
Cuando se terminó de sacar a todos los heridos del andén, nos retiramos a una distancia prudencial para que la policía provocara su detonación. Ya los habíamos visto en otros atentados, pero aún así, todavía sigo pensando en el gran mérito que tiene su trabajo. Mientras, la Policía Municipal, que fueron los que descubrieron la bomba, habían acordonado perfectamente una amplia zona para evitar cualquier peligro a los ciudadanos que viven o trabajan en las cercanías de la Estación. Una vez detonado el artefacto, se reanudaron los trabajos de rescate ante la presencia de la Policía Científica que buscaba una buena identificación de personas, así como la obtención de pruebas de los materiales explosivos. Se abrieron entonces tres zonas de trabajo para extraer los cadáveres, algunos de ellos destrozados, terriblemente mutilados, en posturas desencajadas, y todo ello, en medio de restos humanos y de sangre. Era la imagen del espanto. Los bomberos, desgraciadamente, estamos acostumbrados a ver situaciones muy parecidas a estas en nuestro trabajo cotidiano, pero la concentración de muerte era tan grande, que a veces se hacía humanamente insoportable aceptarlo. Fue entonces cuando di instrucciones para que el andén quedara totalmente libre. De esta forma, cada vez que los bomberos pedían una camilla, los admirables compañeros del Samur, gente rápida y bien preparada, acudían de inmediato para trasladar el cadáver hasta el final del andén, alineándolos uno tras otro y al que desgraciadamente se le llegó a denominar el andén de la muerte.
Cuando me pidieron información sobre la situación, desde el centro de mando 112, donde se había desplazado el Director de Servicios, en aplicación del Platercam nivel 3, mis compañeros y yo calculamos que habría unos 30 ó 35 muertos, pero más avanzada la mañana fui a hacer un recuento y perplejo y muy afectado, conté cerca de 70 cadáveres. En realidad puede que fueran menos, porque el destrozo de algunos cuerpos fue tal, que pudiera ser que en las bolsas hubiera restos de algún cuerpo ya rescatado.
Escribo esto, y con el recuerdo de la imagen de esas casi 70 vidas cercenadas criminalmente, siento todavía escalofríos. Una visión que hizo que a media mañana de aquel fatídico 11 de marzo y ante esa dantesca fila de muerte, aflorara en mas de uno algunas lágrimas.
COORDINACIÓN
Trabajamos perfectamente coordinados, en silencio, entre ese olor que ahora no podría describir, pero que todos los bomberos conocemos perfectamente. Había gente joven que lloraba mientras trabajaba, pero nadie perdió la compostura y los bomberos tampoco. Especialmente emocionante fue cuando un compañero del parque 8º, cuya mujer solía viajar a esas horas en uno de esos trenes, comenzó a llorar cuando al cabo de una hora larga de estar trabajando en el siniestro, logró hablar con ella.
Se utilizaron equipos hidráulicos para poder acceder a los cuerpos atrapados entre hierros y chapas retorcidos, la cizalla para cortar, y los cilindros fueron especialmente prácticos para sujetar las chapas que aprisionaban los múltiples cuerpos. Especialmente duro, fue ir descubriendo, cuando se levantaban las chapas que separaban un piso de otro, parejas que viajaban juntas o enfrentadas como en cualquier vagón normal. Pero las manos fue lo que más se utilizó. Con ellas se cogían y extraían los cuerpos y se depositaban en las camillas, para llevarlas ante el juez que estaba allí trabajando. Cabe resaltar la perfecta disposición de todos los intervinientes que observaron escrupulosamente la equipación personal durante todo el tiempo de la intervención. En otro orden de cosas, en los cuadros que completan este artículo en cada uno de los cuatro siniestros, es reseñable la aportación de bomberos que francos de servicio acudieron a ayudar. Unos lo hicieron yéndose al siniestro y otros fueron a su Parque para tratar desde allí de ser trasladados.
Tengo que decir que no hubo falta de medios humanos en ningún momento, y que se fueron activando medios según fueron llegado las comunicaciones a nuestra central y que no hubo retraso de tiempo de respuesta en el envío de medios, a pesar de la gran confusión que se produjo en el primer momento y que llegó a inducir a error a la hora de ubicar los siniestros y la denominación de los mismos. Aún así, todavía quedaban momentos difíciles, sobre todo cuando dispuse que una dotación se dirigiera fuera de la Estación para que recogiesen los restos humanos esparcidos en los aledaños, varios cuerpos yacían en la vía pública, en las vías y, en el colmo de los efectos violentos de la explosión, ¡en la cubierta del apeadero!. ¡Qué espanto y cuánto dolor!.Realmente, el trabajo arduo se realizó en las dos primeras horas, con el rescate de una ingente cantidad de heridos. Posteriormente las pautas de actuación fueron sensiblemente parecidas en los cuatro siniestros, con el rescate y levantamiento de cadáveres, a las órdenes de forenses, jueces y policía científica que dirigieron las operaciones con una minuciosidad y profesionalidad que desde estas líneas quiero resaltar, alabar y agradecer.
Los cuatro siniestros tuvieron un mismo denominador, cientos de heridos y decenas de muertos, rescates de personas con la mirada perdida, silenciosas y ensangrentadas. Y mucho valor y solidaridad de anónimos ciudadanos que ayudaron a sacar heridos. A ellos, yo también quiero darles las gracias.