HECKLER & KOCH SFP9 - SK |
Subcompact 9mm x 19 |
uspsuministros.com |
Digerido ya el mal trago de lo acontecido el pasado sábado por la noche en la capital e intentando calmar los ánimos para dotar de cierta cordura y corrección a estas líneas, creo de justicia y compañerismo expresar un sentimiento que jamás pensé podría generar.
Los disturbios y algaradas acaecidos hace tan solo unas horas no se han dado al azar; no se han gestado de manera espontánea ni han estallado sin que nadie pudiera preverlos. La semilla de la ignominia, de la violencia y la sinrazón lleva germinando meses… años… y hace dos noches al fin floreció.
Comenzaré diciendo con orgullo (aunque cada vez cueste –y me cueste- más decirlo), que soy un servidor público; un garante de los derechos y libertades que el Ordenamiento Jurídico vigente garantiza a todo ciudadano español; soy policía.
Hace ya unos años tuve el verdadero honor y privilegio de poder formar parte de un proceso selectivo de especialización en las Unidades de Intervención Policial. Durante el desarrollo del mismo, muchos de los compañeros ayer sitiados, heridos y humillados en las calles madrileñas me instruyeron de manera sobradamente profesional y respaldados por su amplia experiencia y buen hacer en los conocimientos, tácticas y técnicas propias de la especialidad.
Muchos fueron los conceptos expuestos y objeto de estudio, coincidentes todos ellos en el aguante, en el sacrificio, en el liderazgo, en la jerarquía y subordinación… pero entre todos ellos hubo uno, tan sólo un concepto, que llamó poderosamente mi atención y que si bien entonces acataba y respetaba por no haberlo padecido nunca en primera persona hoy, unos años después y visionado lo acontecido, no puedo si no repudiar. Me refiero al que muchos de los lectores de la presente conocerán como el criterio político dentro de los principios de intervención.
Somos profesionales que, hace algún tiempo, para ejercer nuestro sueño y misión, juramos acatar y defender la Constitución y el resto del Ordenamiento Jurídico.
Somos profesionales que, hace algún tiempo, entendimos necesario colaborar asumiendo incluso perjuicios en la esfera personal para garantizar la seguridad ciudadana en una joven democracia todavía en construcción.
Somos profesionales que, hace algún tiempo, nos sacrificamos convencidamente en pro de un bien superior: el de la protección y auxilio de nuestros conciudadanos.
Hoy, pasado ese tiempo, una duda recorre mi pensamiento y me planteo si todo ese sacrificio ha merecido y merece la pena.
Como policías que somos asumimos que nuestro sistema sea reticente a protegernos jurídicamente como a la clase política bajo cuyas directrices y mandatos intervenimos.
Como policías que somos asumimos y entendemos que nuestros conciudadanos se enfaden y protesten por el padecimiento de la paupérrima situación, económica y moral, que nos está tocando vivir.
Como policías que somos asumimos que constituimos la barrera física que impide que el pueblo ejerza lo que cree es de justicia ante una clase política cada día más cuestionada y cuestionable, que no deja si no de perder legitimación.
Como policías que somos jamás asumiremos que la clase política bajo cuyas órdenes servimos se convierta en la cooperadora necesaria de las agresiones, lesiones e intentos de linchamiento públicos que hace un par de días padecimos, acudiendo al manido, inoportuno y desvirtuado “criterio político” de los principios de intervención.
Tuve la desgracia de no estar en Madrid la tarde del sábado; sí… digo desgracia. No poder ayudar a mis compañeros en esa situación de caos no puede calificarse de otro modo. Tras la oportuna espera que calmara, en la medida de lo posible sus alterados ánimos, pude contactar con algunos de ellos. Los protagonistas fueron diversos; las conclusiones, coincidentes: los responsables policiales no estuvieron a la altura.
Empezando por el político de turno puesto a dedo por el Ejecutivo, pasando por esas escalas superiores semiendiosadas que siendo lo uno juegan a lo otro y finalizando por los que siendo lo otro son puestos por los unos en pro de un mutuo y oscuro beneficio, en la tarde de ayer, todos ellos fueron personalmente responsables de lo que de no ser por la profesionalidad, el aguante y la cohesión de mis compañeros hubiera supuesto una tragedia.
He visto cómo muchos de los mejores profesionales que habitualmente ejercen la instrucción de las unidades especializadas por contar con unos conocimientos, experiencias y vivencias sin parangón, estaban tocados; casi hundidos.
He visto cómo a profesionales bregados en mil y una batallas y con cicatrices individualizables y recordadas por todo su cuerpo, les costaba volver a levantar la cabeza.
He visto cómo los mejores profesionales de la especialidad han padecido en primera persona y con riesgo real y concreto para su vida e integridad física la incompetencia y pésimo hacer de unos responsables que, comunicaciones en mano y desde su confortable despacho, no son capaces, por incapacidad o convicción, siquiera de distribuir los recursos en apoyo y auxilio de los suyos cual partida de ajedrez.
Entiendo (aunque no sólo no lo comparta si no que lo repudie) el porqué del criterio político. Puedo llegar a asumir (aunque no lo entienda) la incompetencia de quien establece el mismo. No comparto (ni entiendo pero asumo) el contagio de dicha incompetencia a un responsable policial con aspiraciones pseudo políticas. Incluso puedo llegar a entender (aunque no de manera habitual como algunos se empeñan en acostumbrar) que, en ocasiones, aplicar la literalidad de la norma no sea lo más adecuado y seguro.
Lo que no podré jamás, de ninguna manera, es ni acatar ni respetar que la cobardía y la incompetencia ejercida y demostrada por los máximos responsables políticos y policiales superiores en la tarde del sábado en Madrid se escuden en dicho criterio. No existe criterio jurídico, político ni de superior alguno que ampare la incompetencia ni la cobardía. No existe.
Echo de menos a los líderes policiales que, con tan sólo un gesto y haciendo cómplices a todos y cada uno de sus subordinados, daban solución rápida y eficaz a situaciones que debido a los medios disponibles y a la peligrosidad se antojaban casi imposibles.
Echo de menos a los líderes policiales que, sabiendo lo que eran, lo que representaban y a quienes tenían a su cargo tomaban y asumían sus decisiones aunque éstas supusieran, siempre en pro de la seguridad de los suyos antes incluso que de la suya misma, poner a disposición de la Superioridad su Jefatura.
Echo de menos a los líderes policiales que, por amar a esta profesión y especialidad y estando plenamente convencidos de estar constituyendo un eslabón necesario de la cadena democrática y de derecho no dudaban en aplicar y defender aquello que años atrás juraron proteger.
Compañeros, os admiro.
Espero que estas líneas sirvan para demostraros que no estáis solos.
Espero que estas líneas sirvan para demostraros que tenéis todo nuestro apoyo y solidaridad por el buen hacer.
Espero que estas líneas sirvan para demostraros que estamos orgullosos de contar con vosotros.
Espero que estas líneas sirvan para demostraros que sois y seréis los mejores y más cualificados profesionales de la especialidad.
Mucho ánimo para todos vosotros y todos los vuestros. Hoy, más que nunca, ¡Viva la U.I.P.!