capi escribió:
Luis Ortiz de la Rosa ( Asesinado por ETA ) 12 de Abril de 2001
Pocas horas antes (...), Luis Ortiz de la Rosa , era agente de la comisaria de Latina , junto a el otros 13 heridos
Descanse en paz .[/color]
A este compañero,
Luis Ortiz, que en gloria esté, lo recuerdo especialmente porque me tocó el triste honor de acudir a su funeral. Formé parte de la larga y numerosa comitiva, integrada por policías de todas y cada una de las Comisarías de Madrid; yo fui en representación de la mía, junto a mi Comisario.
Era un caluroso día del mes de Julio, tan radiante, tan espléndido, hacía un sol tan de justicia, que nada hacía presagiar que la embajada que nos había traído a todos los Policías y Guardias Civiles allí reunidos, fuese tan desconsoladora y luctuosa; en un día así era injusto que nadie fuese enterrado, era horrible además, que se debiera a un asesinato, y, los más horrendo de todo, que fuera un asesinado de ETA.
El pueblo de
San Martín de Valdeiglesias fue el lugar elegido por ser el del compañero asesinado; allí había nacido, en sus calles se había criado, crecido y enamorado; en la Iglesia parroquial se había casado y apropiado era que allí… fuera despedido.
En el altar, con su Madre desecha en lágrimas, su mujer y su hijo pequeño, abrazados al frío ataúd, arropados por todos sus familiares y envuelto por el clima de consternación en el que se había sumido el pueblo entero; sus vecinos, todos sus compañeros, más aquellos que, sin conocerlo, aquel día nos sumamos, solidarios en el dolor, sobrecogidos por la emoción, en la aciaga hora de la ida postrera. Escuchamos conmovidos como más de mil personas, aplaudían el valor y el dolor de los que sufrían por su muerte, y, de alguna manera, todos los policías presentes nos sentimos ‘Luis Ortiz’ y, mientras la Banda Sinfónica interpretaba la marcha fúnebre “Piedad”, muchas voces daban MUERAS A ETA y VIVAS A LA POLICÍA. Aquel día, todos se sintieron también POLICIAS.
Me hice -como, supongo, se la hicieron todos en aquel momento- la reflexión de que yo podía haber sido, por la siniestra lotería etarra, el fallecido, y ser mi madre, mi mujer y mi hijo los que, con el alma partida y desecha, desgarrados en vivas lágrimas, sollozantes, me despidiesen. Y por mi cabeza pasaron la angustia, la rabia, el dolor y la sed de venganza. Y comprendí entonces que, antes que yo ahora, otros muchos habría que se sintieron igual ante el cuerpo presente de un compañero asesinado. Y después otros tantos habrán tenido idéntico sentir,
al hallarse frente a otros ataúdes cubiertos con la bandera, coronados con la ‘gorra’ o el ‘tricornio’, despedidos con flores, crespones y música de banda.
A hombros sus compañeros allegados, le sacaron de la parroquia; en sus ojos manaban las lágrimas, las de la rabia, las de la fortaleza, las que derraman aquellos nobles hombres que recuerdan con furia contenida al amigo que se ha ido. Y, tras un breve viaje hasta el cementerio, le introdujeron con sumo cuidado en la tierra, la misma que le vio nacer, la misma por la que jugó de niño, la misma sobre la que aprendió a querer, la misma que le acoge ahora en su seno para toda la eternidad.
Formados le dimos el emotivo adiós, cuando el féretro se hundió para siempre y por siempre, allí en la tierra natalicia, de donde un día partiste para cumplir un sueño, retornas ahora, inerte, para el último y más eterno de los sueños.
En el silencio del acto, la sangre se nos heló quebrándose en las arterias, cuando su mujer sollozando gritó:
¡DIOS MÍO, POR QUÉ TÚ!...
Como si de una maldición se tratase, no llegarás, compañero, a ver tu hijo crecer, porque la sinrazón se cruzó en tú camino. Tenías sólo 33 años. Como a los grandes, te han venido a ver al Ministro y el Director, por primera y última vez. Moriste como servidor anónimo y en pública lista perdurarás en la memoria de los que contigo sirvieron, de los que contigo servirán, de los que contigo han servido; en la tierra elegida por nacimiento te hemos venido a enterrar, por culpa de aquellos que eligieron el día de tu muerte. A la sombra de los cipreses tus restos reposan; e ‘
in memoriam’ valgan estas pobres letras, como
epitafio postrero, que quedará colgado en este foro,
para tu recuerdo y homenaje, extensivo al resto de compañeros víctimas de la barbarie o del servicio.
UN SALUDO, COMPAÑEROS. SEMPER FIDELIS