por Humberto » Mié Oct 30, 2013 1:54 pm
Pensaba justamente en aquello cuando tecleaba, flyman. En aquel gesto del gasto sin gusto de sus señorías que, buceando en la historia comprobamos enseguida, ha sido la costumbre: Poner una vela a dios y otra al diablo. «Práctica consuetudinaria» que diríamos en diario de sesiones. A mitad de la crisis financiera mundial más grande que hemos padecido en la historia y los recortes por venir, asomando ya inevitables, ¡Unos cuántos sueldos en intérpretes de lenguas cooficiales!, ¿para qué? Pues para que algunos puedan darse el gustazo de expresarse en su lengua local, privativa, materna, particular, impostada o aprendida, tanto da, y aunque los otros sigan sin escucharlo lo mismo que no lo escuchaban cuando empleaba la lengua general, común o paterna. ¿Era necesario? Pues no. En el fondo, está claro, lo hicieron por pantalla o por oportunismo, o por ambas, de unos hacia sus votantes y de otros para conseguir pactos y compromisos de aquellos. No por ser necesario, que igual que lo vemos todos lo ven ellos, y porque fundamentalmente no les cuesta un duro, que si les costara, si lo sufragasen ellos de su bolsillo, ya se vería la necesidad por dónde salía disparada.
De aquellos barros estos lodos. La noticia del hombre multado, colgada mensajes atrás, según él, por negarse a hablar en español ante la guardia civil, es sencillamente una infamia. El titular, no puede ser más tendencioso ni amarillo: «Un conductor valenciano, condenado a prisión por no hablar en español». El propio conductor explica que «le han condenado por hablar en valenciano», no por no hacerlo en español. Lo cual es muy distinto. Hay redactores, que no periodistas, a los que parece que más que escribir una noticia les encanta vender una historia. Que se dediquen mejor a escribir novelas. Pero eso es lo de menos, en lo que hablaba el fulano. Ya todos sabemos en este puñetero país que el valenciano es lengua cooficial en toda Valencia, igualito que sabemos, porque estamos hartos de oírlo por todas partes, que el español o castellano es oficial en toda España incluida la provincia entera de Castellón. Como sabemos de sobra, que cualquier español tiene derecho a usar la lengua que desee, pero sólo está obligado a conocer una: el castellano. Y no por nada sino por una razón práctica: en España la hablamos todos, es común. Las otras, no. Son respetabilísimas, pero no comunes. El conductor miente deliberadamente pues no es que le retiren el carné por no dejar de hablar en valenciano, como si le da por hacerlo en mandarín, sino que el tribunal apreció que todo ello no era sino una estrategia para retrasar el control de alcoholemia. Como lo vemos a diario todos los que estamos en la calle y sabemos de esto. Así, por listo, su gracia terminó convirtiéndose en un delito de desobediencia y no, como pretendía -y aún pretende- : un menoscabo de sus derechos lingüisticios. Otra cosa muy española y que demuestra que no hay tanto hecho diferencial después de todo, es lo de tratar de tapar una falta con otra falta y el sol con el dedo. Simple y llanamente, sin haberme leído la sentencia, ojo, por mi experiencia, lo que el señor de Castellón pretendía era «negarse a soplar», en versión nacionalista y con subtítulos en valenciano. Todo lo demás son fanfarrias trompeteras de un mal digerido encono hacia lo común, lo español, cultivado en las últimas décadas en las escuelas de ciertas regiones gobernadas por los independentistas, ante la inacción y la pasividad de una clase política que pensando en hoy, se empeña en educar a sus niños no para el mañana, sino para el ayer.
Decíamos ayer. Ayer, en los años veinte, los intelectuales firmaban un manifiesto para que en Cataluña los niños catalanohablantes pudieran educarse en su lengua materna. Era la dictadura de Primo de rivera. Qué paradoja, no estamos en dictadura y sin embargo, hace poco los intelectuales de hoy han tenido que firmar otro, para algo tan sencillo como que los castellanohablantes en Cataluña pudieran educarse y dirigirse a la administración en la lengua común. Común a una veintena de países.
Tarde, mal y nunca. Como la doctrina Parot. Como la ley de extranjería. Como la reforma laboral. Como los recortes. Y como tantas otras cosas.