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Batalla de Teruel. La ofensiva republicana
Las tropas republicanas, seguras de una victoria fácil por la gran desproporción de material y hombres entre los dos bandos, inician la ofensiva el 15 de diciembre sobre las 15:00 horas, mientras caía la nieve y sin preparación artillera ni aérea (a fin de disimular sus intenciones): Líster y su 11ª División rompe el frente y se adentra hasta conquistar Concud. El día 17 las fuerzas atacantes contactan con el XVIII Cuerpo de Ejército que avanzaba por el sur y cierran completamente el cerco sobre Teruel.[3] Los republicanos entonces avanzaron directamente hacia una cresta situada al oeste de la ciudad, la Muela de Teruel, cuya posesión era decisiva en vistas a la conquista de la plaza.
Cuando los republicanos se hicieron con la posición, el Comandante de la guarnición de Teruel, el Coronel Domingo Rey d'Harcourt, desistió de mantener un perímetro defensivo alrededor de la urbe y empezó a retirar a sus hombres hacia el interior de la ciudad. Por su parte, Franco seguía con mucha atención las noticias que llegaban desde la ciudad del Turia pero seguía manteniendo sus planes para la Ofensiva de Guadalajara pues los asesores alemanes le venían insistiendo en ese sentido. El ataque republicano constituyó toda una sorpresa para la España sublevada
Cerco de Teruel
El día 19 las tropas republicanas llegan a los arrabales de la capital y se producen los primeros combates dentro del recinto propiamente dicho de la ciudad, en el cementerio y el campo de fútbol. Lejos de lo esperado, encuentran una fuerte resistencia aunque las tropas gubernamentales cuentan con una gran superioridad en hombres y material bélico.
El 22 de diciembre las unidades republicanas empiezan a entrar en la ciudad con el apoyo de la artillería, que controla el perímetro de la ciudad, y se ven los primeros carros republicanos en la emblemática Plaza del Torico, fotografiados por el conocido corresponsal y fotógrafo Alfonso Sánchez Portela. No obstante, esta cómoda victoria favorece un desarrollo precipitado de los movimientos de tropas republicanas que sufren un gran número de bajas por el sistema de defensa cerrado que ofrecen los defensores, sabedores de que sólo un combate casa por casa es la defensa más efectiva contra la superioridad republicana. La poca tropa y voluntarios con los que cuenta Rey d'Harcourt (que no pasan de 4.000 efectivos) se acantonan en las dependencias del Gobierno Civil, el Banco de España, el Hotel Aragón, el Convento de Santa Clara y el Seminario, edificios que se encuentran en la parte sur de la ciudad.[3]
A partir de entonces, las operaciones militares dentro de la ciudad se desarrollan con una conquista casa por casa, peligrosa para ambos bandos y con gran cantidad de bajas civiles, a pesar de que se trató de cumplir las órdenes de Indalecio Prieto de proteger al máximo a la población civil, por lo que los republicanos evacuaron a la población civil turolense antes de lanzar el asalto urbano.[4] Dentro de la ciudad, la artillería republicana situada en los alrededores barre cada edificio donde se encuentra la resistencia franquista, llegándose al uso de las bayonetas. El temporal de frío afectó mucho a ambas partes, aunque los soldados republicanos iban mejor equipados para el frío ya que poseían la mayoría de industrias textiles anteriores a la guerra.[4]
Para el día de navidad los republicanos ya se habían hecho con la mayor parte de la capital turolense.[5] Ese día varios oficiales republicanos son condecorados y ascendidos por su inminente victoria, aunque los defensores franquistas siguen resistiendo en dos reductos principales: el Seminario y la Comandancia. No obstante, las bajas del Ejército Popular son numerosas y los combates y el frío empiezan a hacer mella en la tropa.
Contraataque nacional
No fue hasta el día 23 cuando Franco decidió suspender la Operación de Guadalajara cuando se convenció de que no podía permitirse el fracaso político que suponía perder una capital de provincia. Como en Brunete, Franco no estaba dispuesto a hacer concesiones al enemigo y organizó un contraataque frontal en un frente estrecho, con las consecuencias que ello tendría.[3] Ya el 19 de diciembre algunas tropas del general Aranda llegaron al frente, pero su número es muy reducido y apenas pueden hacer nada: Las divisiones franquistas aún no están preparadas para liberar a los sitiados. La aviación nacional, con temperaturas en los aeródromos de Castilla de hasta -10 °C, apenas puede oponer resistencia al avance republicano.
La contraofensiva franquista para romper el asedio de Teruel no comenzó hasta el 29 de diciembre. Se telegrafió a Rey d'Harcourt que confiara en España como España confiaba en él y que resistiera a toda costa.[3] Después de un día de intensos bombardeos artilleros y áreos, los generales Varela y Aranda (el general africanista de la Batalla de Madrid y el Héroe de Oviedo) al mando de los Cuerpos de Ejército de Castilla y Galicia, avanzaron.[6] Las líneas republicanas son rechazadas aunque, momentáneamente, no llegaron a romperse y aguantaron la embestida. Rey d'Harcourt mantenía la resistencia en el interior de la ciudad, aunque cada vez en peores condiciones.[7] El último día de 1937, mientras empeoraba considerablemente el tiempo, los franquistas realizaron un esfuerzo supremo y consiguieron llegar a La Muela al atardecer. Desde allí podrían cañonear fácilmente la ciudad. Los bombardeos aéreos sobre las posiciones republicanas son los más duros que hasta ese momento se han sucedido en la guerra, empleándose con especial éxito a la Legión Cóndor, que debe paralizar sus ataques los días 31 de diciembre y 1 de enero debido a la ventisca que impide operar a los aviones. Los republicanos, por otro lado, mantuvieron la resistencia en La Muela hasta que la visibilidad se hizo prácticamente nula.
Las tropas franquistas en el exterior se hallaban, a la sazón, a escasa distancia del centro de Teruel y durante la noche del 31 de diciembre al 1 de enero hubo un momento en que algunas unidades republicanas en el interior de la ciudad, desmoralizadas, abandonaron las posiciones sin que ni los sitiados ni sus rescatadores se percataran de ello, aunque a las pocas horas volvieron a sus posiciones y quedó como un hecho sin importancia.[8] Pero el temporal de frío fue extremo y paralizó todas las operaciones: las carreteras y los motores de todas las máquinas de guerra se helaron. Teruel, manteniendo fama de clima extremado, registró una temperatura de -18º. Los franquistas sufrieron más los efectos del frío, ya que su falta de industrias textiles dificultaba el envío de ropas de abrigo al frente. En los días siguientes el temporal de frío dejó un metro de nieve que aislaba a ambos ejércitos de sus centros de aprovisionamiento, así como a la comunicación de las unidades entre sí. Los intentos franquistas de romper el cerco continuaron el 2 de enero, pero el general Saravia ordena la voladura del Puente de Hierro y todos sus intentos caen en saco roto.