Kubotan Desde 10? - Desenfunda |
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Hoy en día, todos los policías la utilizamos, pero la hemos devaluado cual moneda de cambio, la hemos privado de todo aquel valor que poseía. Tristemente, solo nos queremos referir a alguien que trabaja con nosotros.
No se el año con exactitud, sería 1982 aproximadamente, cuando muchos jóvenes policías recién entrados a un cuerpo policial que todavía era militar, y que tenían poco más de veinte años, ilusionados y amantes de la vida, de su nueva familia y del deporte, estaban destinados en lo que se llamaban “las reservas policiales” (actualmente UIP,s). Y pasaban más tiempo en el País Vasco que en su casa, cuando aquello estaba en plena ebullición. Como me decía uno de ellos, de los trescientos sesenta y cinco días del año, estuve trescientos en el Norte. Casado y con hijo recién nacido al que no pudo ir a conocer cuando nació, porque le denegaron el permiso.
Estaban ese año en el cuartel de Basauri( Vizcaya) concentrados. Y para pasar el tiempo libre, organizaban partidos de fútbol en un campo que tenían. Una mañana mientras disputan un partido, empezaron a dispararles desde una colina cercana. Todo se convirtió en una locura. Corrían por el campo sin saber donde refugiarse. Se oían voces que decían “al suelo, al suelo”. Alguno rezaba. Los dos compañeros que estaban en las garitas de vigilancia, disparaban también, sin saber a donde, pues no tenían a la vista a quienes les agredían.
Duró unos minutos (nadie me ha sabido decir cuántos fueron, para ellos interminables), y cesó el tiroteo. El balance, dos muertos y muchos heridos.
El compañero del otro día, me contaba como recogieron a uno con todas las tripas colgando (actualmente sigue en activo y está en mi unidad).
Toda la reserva fue inmediatamente trasladada a su ciudad, es evidente que por el trauma psicológico y también por miedo a las represalias que estos compañeros podían tomar allí.
El compañero, herido de gravedad, trasladado urgentemente en un helicóptero militar a un hospital de su ciudad.
Y es aquí cuando la palabra “COMPAÑERISMO” hay que escribirla con mayúsculas. Este compañero necesitó muchas transfusiones de sangre. Y todos los demás, decidieron hacer turnos para estar permanentemente en el hospital e ir donando sangre a medida que se fuera necesitando. Realizaban las horas de trabajo (que por aquél entonces eran 24 h. y otras 24 libres). Y sin descansar, ni apenas dormir, al hospital, sin dejar solo a su compañero ni un segundo.
Y gracias a ellos, sobrevivió. Cuando le preguntas, dice, que por sus venas corren litros de sangre de más de cien compañeros.
Y podía haberse jubilado, pero no quiso, sigue al pie del cañón. Lo ascendieron a cabo y le concedieron la medalla roja, y también cuenta con orgullo, que tiene cinco ombligos.
Tan solo hace unos tres años, se les concedió a los heridos en el atentado de Basauri, la “medalla a las víctimas del terrorismo” y una indemnización económica.
Muchos de ellos siguen en activo, ahora con cincuenta y tantos años. Algunos destinados en puestos de trabajo como seguridad o protección y custodia de detenidos. Esos trabajos que muchos de los más jóvenes, detestamos realizar. Y son esos compañeros, a los que a veces, peyorativamente, llamamos “abuelos” o “caimanes”. Esos mismos, que tanto nos podían enseñar, y que se han curtido en esta profesión a base de golpes, y que estarían LITERALMENTE dispuestos a dar toda su sangre por nuestra vida.
Sirva este relato de una de sus experiencias, como pequeño homenaje a todos mis “COMPAÑEROS” con mayúsculas, para quienes el compañerismo es sinónimo de amistad, de complicidad, de proteger la espalda de otro compañero para que no le ocurra nada, de velar porque el otro esté bien, y si fuera necesario, de entregarlo todo para salvarle la vida.