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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor osveo » Vie Sep 09, 2011 11:48 am


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Un día después del asesinato del subteniente de la Guardia Civil Cristóbal Martín Luengo de un tiro en la nuca en Bilbao, la banda terrorista ETA asesinaba en Guernica (Vizcaya) a otros dos guardias civiles mediante la explosión de un coche-bomba. Pocos minutos antes de las diez y media de la noche del 9 de septiembre de 1987, el cabo FEDERICO CARRO JIMÉNEZ y el guardia MANUEL ÁVILA GARCÍA, que patrullaban vestidos de paisano en un vehículo oficial, pero sin distintivo alguno, se acercaron a un automóvil, un Ford Fiesta de color rojo que les resultó sospechoso. Cuando se disponían a inspeccionarlo, se produjo la explosión del mismo mediante un mando a distancia accionado por el asesino Juan Carlos Balerdi, miembro del grupo Éibar de ETA.

La explosión provocó la muerte en el acto del guardia Manuel Ávila y heridas gravísimas al cabo Federico Carro, con pérdida del setenta por ciento de masa encefálica, falleciendo mientras se le trasladaba al Hospital de Cruces. A mitad de camino, a la altura del puente de Balmasín, la ambulancia sufrió una avería y tuvo que ser asistida por una dotación de la Cruz Roja de Baracaldo, que completó el traslado.

El coche-bomba estaba estacionado a unos cincuenta metros de la casa cuartel de la Guardia Civil, a las afueras de Guernica -en la carretera que conduce a Lequeitio-, en un camino vecinal y junto a una chabola. Los guardias civiles asesinados se ocupaban del reconocimiento del itinerario que separa la fábrica de armas Astra, Unceta y Cía. del acuartelamiento.

La onda expansiva del artefacto alcanzó a la chabola próxima al coche bomba, que ardió completamente. El fuego alcanzó también unos cables de electricidad de alta tensión, por lo que algunos barrios de Guernica quedaron sin suministro eléctrico durante varias horas. Asimismo, las casas colindantes al cuartel sufrieron diversos desperfectos, como rotura de cristales. La casa cuartel, sin embargo, no resultó afectada, pero el apagón de luz, que afectó a calles y carreteras colindantes, provocó algún accidente y añadió confusión a la situación.

Tras producirse el atentado, efectivos de la Guardia Civil, a los que se unieron miembros de la Policía Municipal de Guernica y de la Ertzaintza, paralizaron el tráfico e hicieron discurrir la circulación por una ruta alternativa, mientras varios centenares de vecinos se congregaron en el lugar de los hechos para enterarse de lo ocurrido. Asimismo, miembros del equipo de desactivación de explosivos de la Guardia Civil rastrearon los alrededores con perros adiestrados en previsión de que pudiera haber sido colocada alguna otra bomba.

La capilla ardiente con los restos mortales de los guardias civiles asesinados se instaló al día siguiente por la mañana en el Gobierno Civil de Vizcaya. A las siete de la tarde se celebraron los funerales en la parroquia de San José de los Padres Agustinos de Bilbao.

César Milano Manso, gobernador civil de Álava y delegado del Gobierno en el País Vasco en funciones, manifestó tras el atentado, en declaraciones a Antena 3, que el Ejecutivo no iba a cambiar la estrategia de la lucha antiterrorista y que seguiría "con las medidas policiales y las medidas políticas". Milano hizo un llamamiento a los ciudadanos para que ayudasen a todos los poderes públicos "a acabar con esta lacra", y calificó el atentado de una nueva venganza del "sindicato del crimen". "ETA pretende poner en tensión a la sociedad para conseguir sus objetivos, si es que los tienen claros y si, por otro lado, fueran alcanzables". Milano recordó que él había calificado el asesinato del subteniente de la Guardia Civil Cristóbal Martín Luengo el día anterior de venganza de ETA por la desarticulación del grupo Barcelona, y dijo que este nuevo atentado, en sólo cuarenta y ocho horas, era una nueva venganza por el mismo motivo.

La Asociación por la Paz en Euskadi fue la primera formación en condenar el doble asesinato y convocó para el día siguiente concentraciones silenciosas en diversas localidades del País Vasco.

Al día siguiente, la banda terrorista ETA atacó con granadas el acuartelamiento de la Guardia Civil en Ordicia (Guipúzcoa), causando sólo desperfectos materiales. Sólo uno de los cinco proyectiles impactó en la fachada principal del cuartel. Otra granada estalló en el aparcamiento de la Compañía Auxiliar del Ferrocarril, colindante al acuartelamiento, dañando varios de los vehículos estacionados.

En 1994 la Audiencia Nacional condenó a Jesús María Ciganda Sarratea, Juan Carlos Balerdi Iturralde, alias Eneko, Fermín Urdiain Ciriza, alias Txiki, Iñaki Zugadi García y Miren Josune Onaindia Susaeta a más de 62 años de cárcel a cada uno de ellos. Pese a estas condenas, y a otras impuestas por otros asesinatos cometidos como integrante del grupo Éibar de ETA, Fermín Urdiain fue puesto en libertad en enero de 2006, tras haber cumplido sólo 16 años y 9 meses de prisión. En el atentado que acabó con la vida de Manuel Ávila y Federico Carro también participó el etarra Cándido Zubikarai Badiola, que fue quien trasladó a los etarras hasta Guernica para colocar el coche-bomba y los escondió posteriormente en su domicilio en Ondárroa.

En relación con este atentado la Policía detuvo al día siguiente en Bilbao por su presunta relación con el doble asesinato a un agente de la Ertzaintza y a su esposa. Se trataba de Pedro Gamecho Léniz y de Lidia Zabala. La infiltración de etarras y proetarras en la Policía Autonómica vasca, o su captación posterior por la banda terrorista, ha sido un problema grave en este cuerpo policial. La mayoría de los ertzainas detenidos por sus vinculaciones con ETA pertenecían a las primeras promociones, cuando los sistemas de selección no contaban con los filtros que se desarrollaron posteriormente. Hasta once ertzainas han sido detenidos por formar parte de la quinta columna de ETA en la Policía Autonómica vasca desde la creación del cuerpo, tal y como informaba el diario ABC en su edición del 19 de julio de 1993.


Manuel Ávila García, guardia de 22 años, soltero, era natural de Alcalá la Real (Jaén). Había ingresado en el Instituto Armado el 1 de febrero de 1984 y llevaba destinado en el acuartelamiento de Guernica desde el mes de febrero de 1987. Al entierro de Manuel Ávila García el 11 de septiembre en la localidad de Mures (Jaén) asistieron unas 2.000 personas.



Federico Carro Jiménez, cabo de la Guardia Civil de 29 años y soltero también, era natural de León. Había ingresado en el Cuerpo el 2 de febrero de 1982 y ascendió a cabo en octubre de 1986. Estaba destinado en Guernica desde el 1 de abril de 1987. Su padre, Federico Carro Villagómez, era coronel de aviación, ya retirado en el momento en que asesinaron a su hijo. Carro Jiménez fue enterrado en Burgos. En abril de 2010 el Ayuntamiento de León decidió, tras una propuesta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), cambiar el nombre de la calle Víctimas del Terrorismo por el de Federico Carro.

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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Sab Sep 10, 2011 1:05 am



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POLICIA NACIONAL D.MARTIN MARTINEZ VELASCO
POLICIA NACIONAL. D. ANTONIO FONTE SALIDO


Dos inspectores de la brigada de lucha antiterrorista, asesinados en Vizcaya
Los etarras les sorprendieron cuando investigaban en un pueblo


Los inspectores del Cuerpo Nacional de Policía Martín Martínez Velasco y Antonio Fonte Salido fueron asesinados a media tarde de ayer en la localidad vizcaína de Izurza, próxima a Durango, por un comando de ETA. Los hechos se produjeron cuando uno de los inspectores se encontraba hablando por teléfono en el interior del bar Orzaeta mientras su compañero le aguardaba a la puerta del establecimiento en el interior de su vehículo.

Según testigos presenciales, sobre las cinco veinticinco de la tarde entró en el bar Orzaeta de Izurza el inspector, adscrito a la brigada de información antiterrorista de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao, Martín Martínez Velasco, quien se dirigió al teléfono público. En la puerta quedó estacionado el vehículo oficial camuflado donde le aguardaba su compañero Antonio Fonte Salido. Casi inmediatamente se presentaron tres individuos jóvenes. Uno de ellos entró en el bar y, a quemarropa y por la espalda, disparó varias veces contra el policía. Los dos asesinos restantes rodearon el automóvil policial y dispararon sobre su ocupante a través de las ventanillas. Después, uno abrió la portezuela del conductor y disparó de nuevo sobre el hombre ya herido. Se da la circunstancia de que el que parecía ser el jefe del grupo impidió la entrada en el bar a un vecino diciéndole en eusquera: «Tú quédate ahí fuera un momento.»

Los terroristas se dieron a la fuga tras pedirle las llaves de su coche a otro de los parroquianos del bar. Este vehículo, un Peugeot 505, matrícula BI-3774-AD, apareció horas después abandonado junto a la Residencia Sanitaria de Durango. Los testigos coinciden al afirmar que, si bien los asesinos actuaron con rapidez, se «tomaron su tiempo antes de darse a la fuga». Esta sensación de impunidad se explica porque la localidad de Izarra carece de fuerzas permanentes de Policía o Guardia Civil.

Aunque fuentes oficiales no han revelado la razón de la presencia de los inspectores en este pueblo, parece que estaban realizando una investigación relacionada con un «comando legal» de ETA. Es posible que hubieran sido detectados por algún informador de la banda terrorista y que les vinieran siguiendo desde horas atrás. La llamada telefónica desde el bar no es un hecho extraño, ya que para transmitir informaciones confidenciales la Policía prefiere usar el teléfono ante la posibilidad de que sus radio-emisoras estén interceptadas por terceras personas. Muchos «comandos» de ETA desarticulados por las Fuerzas de Seguridad disponían de potentes barredores de frecuencias con los que captaban las emisoras de la Policía.

Martín Martínez Velasco y Antonio Fonte Salido fallecieron prácticamente en el acto, y sus cuerpos permanecieron tapados con sábanas varias horas hasta la llegada del juez de guardia, que ordenó el levantamiento y su traslado al depósito municipal para serles practicada la autopsia. Se da la circunstancia de que estos días Izurza celebra sus fiestas patronales, por lo «que algunos vecinos al oír las detonaciones de las pistolas creían que se trataba de petardos. El Ayuntamiento de la localidad, cuyo alcalde es del Partido Nacionalista Vasco, mantenía izada ayer la «ikurriña» en solitario en el balcón principal de la Casa Consistorial.

Fuentes oficiales sospechaban ayer que el doble asesinato podía ser obra del comando Araba, autor de la mayor parte de los últimos atentados terroristas llevados a cabo en todo el País Vasco y al que es probable que los policías muertos estuvieran investigando. Con los dos inspectores muertos ayer, son ya nueve las víctimas mortales como consecuencia de las acciones terroristas de ETA en lo que va de año. Esta cifra podría haberse incrementado recientemente con los atentados de Vergara y Aracaldo, en los que resultaron heridos varios guardias civiles que salvaron la vida gracias al blindaje de los vehículos en los que viajaban.

Los funerales por los dos inspectores asesinados se celebrarán hoy en Bilbao con la asistencia de los máximos responsables del Ministerio del Interior y del nuevo gobernador civil de Vizcaya, Daniel Vega, que la pasada semana tomó posesión oficial de su cargo.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor osveo » Dom Sep 11, 2011 10:30 pm


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A las cinco y media de la tarde del sábado 10 de septiembre de 1988 la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Izurza (Vizcaya) al agente de policía, PEDRO ANTONIO FONTE SALIDO, y al inspector MARTÍN MARTÍNEZ VELASCO. El agente Fonte Salido fue acribillado mientras esperaba en un vehículo camuflado a que su compañero saliera del Bar Ozaeta, situado en la carretera que va de Vitoria a Durango. El inspector Martínez Velasco fue asesinado segundos antes mientras hablaba por teléfono dentro del bar, donde en esos momentos jugaban a las cartas una docena de personas. Ambos estaban adscritos a la Brigada de Información Antiterrorista de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao.

Según testigos presenciales, los tres etarras que llevaron a cabo el atentado actuaron con celeridad y de forma casi simultánea. Dos de ellos, que esperaban dentro del bar, dispararon repetidamente por la espalda contra el inspector Martínez Velasco, mientras hablaba por teléfono, al tiempo que el tercero tiroteaba, a través de la ventanilla del coche policial, a Pedro Antonio Fonte. Los policías recibieron diecisiete impactos de bala y fallecieron en el acto. En el lugar de los hechos, la Ertzaintza recogió varios casquillos del calibre 9 milímetros parabellum. Los terroristas pudieron identificar a los policías por la emisora que llevaba el vehículo, un Opel Corsa de color blanco, según hipótesis barajada por la Ertzaintza.

Los terroristas, que actuaron a cara descubierta, no huyeron en un vehículo robado con anterioridad, lo habitual en los atentados de ETA, sino en un coche propiedad de uno de los clientes del Bar Ozaeta del que se apoderaron después de cometer el doble asesinato.

El coche, un Peugeot 505 gris, fue encontrado media hora después frente al ambulatorio de Durango, a dos kilómetros del lugar del atentado. Los especialistas en desactivación de explosivos inspeccionaron el coche en previsión de que albergara alguna bomba trampa, y tomaron huellas dactilares.

Los dos policías asesinados fueron sorprendidos por los terroristas cuando llevaban a cabo una labor de investigación en diferentes bares que podían estar siendo utilizados por miembros o simpatizantes de ETA para contactar telefónicamente, según informó El País (12/09/1988). La Brigada de Información Antiterrorista de Bilbao seguía, en las semanas previas al doble asesinato, una serie de indicios sobre la presencia de un grupo de ETA en el área de Durando, dentro de la cual se encuentra la localidad de Izurza. Martín Martínez Velasco y Pedro Antonio Fonte Salido habían visitado ya en varias ocasiones el Bar Ozaeta, donde fueron asesinados, por lo que es probable que fueran detectados en alguna ocasión anterior. El hecho de que los terroristas no acudiesen con un coche propio sino que huyesen en un vehículo robado a uno de los clientes del bar, podría indicar que controlaban perfectamente el área del atentado y que habían descubierto la labor investigadora iniciada por los agentes. Izurza, además, es una pequeña localidad de unos cuatrocientos habitantes, lo que habría facilitado la detección de unos forasteros, según señalaron medios de la lucha antiterrorista. Los servicios de información policial tenían sospechas de que el bar en que fueron asesinados los policías nacionales, así como otros establecimientos de localidades próximas, servían de punto de contacto de etarras y proetarras, que utilizaban los teléfonos públicos para realizar o recibir llamadas de terroristas.

Por su parte, el diario ABC (12/09/1988) informó que el inspector Martín Martínez había formado parte de una rueda de reconocimiento en un Juzgado de Bilbao tres meses antes del atentado. Debido a que la legislación procesal de la época no garantizaba el anonimato de los agentes de la lucha antiterrorista, este periódico señaló la posibilidad de que Martín Martínez hubiese sido identificado en dicha rueda.

Al día siguiente del atentado, a las diez de la mañana, se celebró el funeral por los policías asesinados en la Iglesia de los Padres Agustinos de Bilbao. Al mismo asistió, entre otros, el ministro del Interior, José Luis Corcuera, que al terminar hizo unas breves declaraciones en las que señaló que los policías asesinados eran trabajadores, miembros de familias humildes, y subrayó el sarcasmo que supone que los asesinos justifiquen sus crímenes en nombre del pueblo trabajador vasco. "Espero que la mayoría del pueblo vasco no olvide mañana, lunes, la indignación que hoy siente por este atentado". La ceremonia se desarrolló en un ambiente cargado de emoción por las escenas de dolor protagonizadas por los familiares, amigos y compañeros de las víctimas. Concluida la ceremonia, un pequeño grupo de personas dio gritos aislados de "ETA asesina" y "Gobierno culpable", junto con vítores a la Policía, a la Guardia Civil y a España.

En 1991 la Audiencia Nacional condenó a Juan Carlos Arruti Azpitarte, alias Paterra, a 30 años de reclusión por cada uno de los dos asesinatos. Gracias a la aplicación de la doctrina Parot por la Audiencia Nacional en febrero de 2010, la excarcelación de este asesino, con condenas que suman 403 años por diferentes atentados, se ha visto aplazada hasta el año 2019. El fiscal en sus conclusiones determinó que los otros dos autores materiales del atentado fueron Juan Ignacio Oyarbide Aramburu, alias Txiribita, y Manuel Urionabarrenechea Betanzos, alias Manu, fallecidos en Irún durante el enfrentamiento con la Guardia Civil en septiembre de 1989 en el que fue detenido Paterra. También fue condenada a 12 años como encubridora María Begoña Arroyo Pérez Nanclares, quien escondió durante cinco días a los asesinos en su domicilio de Abadiano (Vizcaya).
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Pedro Antonio Fonte Salido tenía 27 años y estaba soltero. Natural de Neda (La Coruña), sus restos mortales fueron trasladados en un avión de la Fuerza Aérea a El Ferrol (La Coruña), donde residía su familia, y enterrados el lunes 12 de septiembre, en el panteón familiar del cementerio de la localidad coruñesa de Vilachá, en el municipio de Monfero.





Martín Martínez Velasco tenía 33 años de edad. Era natural de San Andrés de Montejos, en el Bierzo leonés, y se había casado menos de un año antes de ser asesinado. Sus restos mortales se enterraron en el cementerio de Derio (Vizcaya) por expreso deseo de su familia. Una semana después, unos dos mil ciudadanos se manifestaron en Ponferrada (León), convocados por los familiares y amigos de la víctima.



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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Mié Sep 14, 2011 12:10 pm


Gc Edicion 175 Aniversario

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POLICIA NACIONAL D. JESUS ORDOÑEZ PEREZ
POLICA NACIONAL D. JUAN SERONERO SACRISTAN
POLICIA NACIONAL D. ALFONSO LOPEZ FERNANDEZ
POLICIA NACIONAL D. ANTONIO CEDILLO TOSCANO


En torno a las once de la mañana del martes 14 de septiembre de 1982, la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en una emboscada en Oyarzun (Guipúzcoa) a los policías nacionales JESÚS ORDÓÑEZ PÉREZ, JUAN SERONERO SACRISTÁN y ALFONSO LÓPEZ FERNÁNDEZ. El también policía nacional ANTONIO CEDILLO TOSCANO resultó gravemente herido mientras intentaba repeler la agresión. Un camionero lo encontró arrastrándose en la carretera y lo subió a la furgoneta para llevarlo al hospital más cercano. Varios de los terroristas detuvieron el vehículo y, tras intimidar al conductor, no dudaron en rematar de un tiro en la nuca al agente herido. En el mismo tiroteo también sufrió graves heridas un quinto policía nacional, Juan José Torrente Terrón, que recibió disparos en el brazo derecho, el tórax, el muslo derecho y la pierna izquierda.

A las once de la mañana los cinco agentes se desplazaron hasta la venta Susperregui, en el caserío Franchilla, con objeto de tomar unos bocadillos a modo de almuerzo. Tres de ellos habían llegado vestidos de uniforme en un coche Z con distintivos oficiales, mientras que los otros dos vestían de paisano y viajaban en un Seat 131 Supermirafiori de color azul marino y sin ningún tipo de identificación policial. Hacía cerca de un mes que ningún miembro de las fuerzas de seguridad visitaba el establecimiento, tal y como relató la propietaria del mismo a la prensa tras el atentado. Sin embargo, durante veintitrés días consecutivos, cinco de los seis miembros del grupo Donosti que tenderían la emboscada del día 14, subieron al Alto de Perurena, en las inmediaciones del caserío, para controlar el paso de vehículos policiales y ejecutar una acción terrorista en la que asesinar a todos sus pasajeros. Aquel día, los terroristas divisaron a los dos vehículos en su salida de la venta, circulando por la carretera que enlaza San Sebastián y Rentería, en dirección a esta última población. En las proximidades de las cuevas de Landarbaso (Aitzbitarte), a unos trescientos metros del parque Listorreta, los vehículos policiales se vieron obligados a aminorar la marcha en una curva muy pronunciada, reduciendo considerablemente la velocidad. En esa curva, al paso por una pequeña hondonada, y a unos ochocientos metros de la venta donde habían almorzado, los dos coches se vieron envueltos en un fuego cruzado desde varios puntos con armas automáticas. Dado lo accidentado del terreno y la escasa velocidad de los vehículos, resultaban un objetivo fácil para una emboscada. Los policías trataron de repeler el ataque abriendo fuego con sus pistolas, pero sin llegar a hacer blanco sobre ninguno de los terroristas. Dos de los agentes, Jesús Ordóñez Pérez y Juan Seronero Sacristán, fallecieron en el acto siendo acribillados bajo el fuego cruzado. Los otros tres, Alfonso López Fernández, Antonio Cedillo Toscano y Juan José Torrente Terrón, fueron heridos, todos ellos de gravedad. Los dos vehículos quedaron empotrados contra el arcén y recibieron cerca de un centenar de impactos de bala.

Uno de los agentes de paisano, Antonio Cedillo, pudo disparar a los etarras a pesar de sus heridas cuando éstos emprendieron la huida. Después, se arrastró durante algunos cientos de metros por la carretera en dirección a Rentería, hasta que finalmente cayó al suelo dejando tras de sí un gran charco de sangre. Así lo encontraría un vecino de Rentería, José Elicegui, que vivía en un caserío a pocos metros del cruce de carreteras que enlazaba las poblaciones de Oyarzun, Astigarraga y la propia Rentería. Elicegui se dirigía a efectuar unas obras de reparación de un camino vecinal. Al ver al policía mal herido, el camionero detuvo su furgoneta Ebro, color azul, y lo recogió. El agente llegó a pronunciar unas palabras pidiendo ayuda: "ayúdeme, lléveme a un hospital". Cuando apenas llevaban recorrido un kilómetro, de camino a un centro sanitario, tres de los etarras que habían huido en un Renault 12 de color verde les salieron al paso y obligaron al conductor a parar, intimidándolo. Tras registrar el vehículo y comprobar que transportaba al policía herido, no dudaron en asesinarlo a sangre fría, disparándole un tiro en la nuca.

Los otros tres terroristas, que habían huido a pie de la escena del crimen, llegaron al cruce que comunica Astigarraga, Rentería y Oyarzun, donde robaron a punta de pistola un Seat 124 amarillo con matrícula de Barcelona. Tras de sí dejaban tres asesinados, dos heridos graves y dos vehículos completamente destrozados. Uno de los que había sobrevivido inicialmente a la masacre, Alfonso López Fernández, en el momento de ser atendido por miembros de la Cruz Roja sólo tuvo en mente a sus compañeros, indicando a los sanitarios que centraran sus esfuerzos en aquéllos, por revestir mayor gravedad que él. Sin embargo, durante su traslado al hospital de la Cruz Roja de San Sebastián, Alfonso López fallecía, ingresando ya cadáver en el centro hospitalario. El otro agente herido, Juan José Torrente Terrón, fue intervenido nada más llegar al hospital y, tras más de tres horas en el quirófano, fue ingresado en la Unidad de Vigilancia Intensiva en estado de coma y con pronóstico muy grave. Torrente Terrón tardaría más de nueve meses en recuperarse, aunque las secuelas físicas nunca desaparecerían por completo.

Mientras los heridos eran trasladados al centro de la Cruz Roja, la Guardia Civil llevó a cabo un intenso rastreo de la zona y se recogió una gran cantidad de casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca FN, munición habitualmente empleada por ETA. Los cuerpos sin vida de los policías asesinados en la escena del tiroteo permanecieron en el lugar de los hechos hasta la llegada de los forenses. Los cuerpos serían llevados al depósito de cadáveres del cementerio de Polloe una vez realizadas las respectivas autopsias. Esa misma noche, ETA militar reivindicaba la autoría del atentado a través de un comunicado enviado al diario Egin. Asimismo, ETA militar se hacía responsable de otros atentados cometidos a lo largo de la semana anterior contra una granja propiedad del Ejército en San Sebastián y contra el cuartel de la Guardia Civil en Durango.

Al día siguiente de la masacre, el Sargento de la Policía Nacional Julián Carmona Fernández se suicidaba disparándose un tiro en la sien, en presencia de varios de sus compañeros y del general Félix Alcalá-Galiano, en las dependencias del Gobierno Civil de Guipúzcoa. El sargento, de 45 años de edad, casado y padre de tres niños, había pasado la noche acompañando a los familiares de los asesinados y ocupándose de los trámites de las autopsias. Varios de los fallecidos eran amigos suyos y se le había encargado la tarea de acompañar hasta su lugar de origen uno de los cuerpos de éstos, circunstancias que unidas a la gran tensión que soportaban los miembros de las Fuerzas de Seguridad dieron lugar al dramático desenlace. Fue uno de los primeros casos de suicidio por lo que los expertos han denominado posteriormente como "síndrome del norte".

Los funerales de cuerpo presente por los cuatro policías nacionales asesinados tuvieron lugar a las siete de la tarde del mismo día de su asesinato en el Gobierno Civil de Guipúzcoa. El presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo; el ministro del Interior, Juan José Rosón, y el general inspector de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano, se desplazaron hasta San Sebastián para visitar la capilla ardiente y, posteriormente, asistir a dichos funerales. También estuvieron presentes el lehendakari, Carlos Garaikoetxea; el delegado del Gobierno en el País Vasco, Jaime Mayor Oreja; los gobernadores civil y militar; el alcalde de San Sebastián, Jesús María Alcain y el diputado general Javier Aizarna. Partidos como el PSE-PSOE, UCD, PNV y AP enviaron representantes para arropar a los familiares y a los compañeros de las víctimas. Los funerales transcurrieron en un clima de gran serenidad, no pudiendo evitarse escenas de profundo dolor entre los parientes de los policías asesinados. Pese a la nutrida representación oficial, fue un apresurado funeral en el salón del trono seguido de un traslado rápido a sus localidades de origen. Es interesante señalar que este sería el último funeral de víctimas de ETA realizado casi de noche y "por la puerta de atrás". En aquellas fechas preelectorales, aquellos cadáveres quemaban y se desembarazaron de ellos con una velocidad que hoy resulta bochornosa. La llegada de José Barrionuevo al Ministerio del Interior hizo que las cosas cambiaran de forma radical. Barrionuevo fue el primer ministro de la democracia que empezó a acudir a los lugares donde se cometían atentados de la banda para realizar ofrendas florales por las víctimas asesinadas.

El miércoles 15, un día después, a últimas horas de la tarde tenía lugar en Gijón el funeral de cuerpo presente por el eterno descanso de uno de los cuatro fallecidos, Juan Seronero Sacristán, en la Iglesia del Corazón de María. Allí la tensión entre parte de las cinco mil personas asistentes fue elevada, oyéndose gritos dirigidos a los terroristas, a los que se les llamó "asesinos", y escuchándose igualmente vivas a España y al teniente coronel Tejero. Un grupo de personas de avanzada edad trató de agredir al delegado del Gobierno en Asturias y otras autoridades civiles, mientras que grupos reducidos de personas profirieron gritos de ánimo y vivas al Ejército cuando vieron salir de la iglesia al gobernador militar de Asturias. Más o menos a la misma hora eran enterrados en el cementerio general de Valencia y en el de Mataró (Barcelona) Jesús Ordóñez Pérez y Alfonso López Fernández, respectivamente, y llegaban al aeropuerto de San Pablo, en Sevilla, los restos mortales de Antonio Cedillo Toscano. En el mismo avión en el que viajaba el cuerpo sin vida de Antonio Cedillo lo hacían su viuda y otros familiares. A la llegada del avión, los restos fueron transportados a la localidad de Olivares. Allí tuvo lugar el entierro de Cedillo Toscano, en torno a las ocho de la tarde, ante unas ocho mil personas tanto de Olivares como llegados de otras localidades de la comarca. Cientos de personas habían estado esperando durante horas la llegada del avión y recibieron a los familiares de Antonio con aplausos y vivas a la Policía. El pueblo de Olivares, que resolvió otorgar a Antonio Cedillo el título de hijo predilecto de la villa, amaneció ese día envuelto en banderas de España y pañuelos blancos con crespones negros en las ventanas y balcones. Los centros oficiales hicieron ondear sus banderas a media asta, colocando también crespones negros en ellas. Uno de los momentos más emotivos tuvo lugar cuando un guardia civil, paralítico a consecuencia de un atentado terrorista, le dedicó su último adiós al policía asesinado. El alcalde de Olivares abonó personalmente el importe del desplazamiento del guardia civil para que éste pudiera despedirse del difunto, poco antes de que fuera enterrado en el cementerio de San Benito, en torno a las ocho de la tarde.

Entre las reacciones políticas e institucionales que tuvieron lugar tras el terrible atentado hubo comunicados de numerosas fuerzas políticas. Prácticamente todos los partidos, salvo Herri Batasuna, condenaron la acción terrorista, calificando a los asesinos como "alimañas", "sádicos" o "siniestros". El PNV manifestó que ETAm trataba de imponer su dictadura a punta de pistola, a través de la creación de un caos preelectoral que sirviera como caldo de cultivo a sus designios totalitarios. Desde PSE-PSOE se hizo hincapié en que, en caso de llegar al poder, emplearían todas las medidas democráticas a su alcance para acabar definitivamente con el terrorismo. Alianza Popular y Euskadiko Ezkerra también se manifestaron duramente contra los asesinos. Por su parte, desde UCD de Guipúzcoa se hizo público un comunicado en el que se solidarizaban con las Fuerzas de Seguridad del Estado y añadían que "es al pueblo vasco y a las instituciones autónomas a quienes les corresponde valorar justamente el servicio prestado por las Fuerzas del Orden Público".

Entre las principales personalidades que se manifestaron al respecto destacaban los Reyes de España, que enviaron telegramas de condolencia a los familiares de los cuatro policías asesinados, así como un telegrama de pésame al general inspector de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano. Por su parte, el ministro del Interior Juan José Rosón manifestó, en declaraciones a Radio Nacional, que el atentado "rebasa todo comentario; las alimañas que lo cometieron jamás podrán tener la comprensión ni, en absoluto, el perdón de la sociedad [...] los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad van a redoblar sus esfuerzos para garantizar a los vascos su seguridad, y van a hacerlo sin estridencias, sin espíritu de venganza, cumpliendo la responsabilidad que tienen contraída con España entera". Rosón explicó en su intervención que en el atentado cometido contra los cinco policías nacionales veía "el preludio de una nueva campaña de terror". Ahondando en esa idea dijo: "Estoy seguro de que hoy ETA habrá intentado ganar votos para quienes la secundan. Pero cada vasco piensa que esas papeletas van teñidas con la sangre de unos hombres que han ofrecido su vida por la tranquilidad, por la seguridad ciudadana, aquí y en el resto de España".

Javier Solana, por entonces miembro de la Ejecutiva del PSOE y segundo en las listas electorales por Madrid con dicho partido, se mostraba igual de rotundo, utilizando unas palabras que con frecuencia los políticos han proferido con demasiada ligereza: "Si el PSOE sube al poder no habrá negociación con ETA (...)". En la misma línea, Felipe González apuntaba: "tengo la esperanza de que van a mejorar los niveles de cooperación con otros países en el caso de que nosotros ganemos las elecciones pero, desde luego, lo que tengo es la firme decisión de acabar con el fenómeno del terrorismo".

Sin embargo, tales muestras de condena no tuvieron lugar únicamente entre los miembros de la clase política, sino que en otros ámbitos, como el mediático o el eclesiástico, se dieron cita manifestaciones similares. Así, el obispo de San Sebastián, Monseñor Setién emitía una nota pública bajo el título "No puedo callar", en la que decía textualmente: "Mis queridos diocesanos: ante la muerte de los cuatro policías producida ayer martes, deliberada y brutalmente, no puedo guardar silencio, tengo que deciros con un gran amor hacia todos, y con un gran dolor también que tales acciones no pueden ser justificadas de ninguna manera por las conciencias cristianas (...) La dignidad de la persona humana, la del que mata y la del que es eliminado, reprueban tales actuaciones. (...)Con humildad, pero con firmeza, tengo que deciros como obispo responsable de vuestra fe cristiana, que estos caminos no son buenos y que Dios no los aprueba (...) Os lo repito, os hablo con un gran amor por cada uno de vosotros, con un gran amor por el pueblo entero. Quien así actúa no puede merecer la confianza de salvar el destino de este pueblo. Como obispo que os quiere a todos, a los muertos y a los que matáis, por el amor de Dios y por el amor a vuestros hermanos: ¡Dejad de matar!".

En los medios de comunicación vascos también se dejaron entrever comentarios de desprecio hacia la barbarie terrorista, apareciendo duras condenas del criminal atentado. El diario Deia advertía que "en las próximas elecciones nadie puede llamarse a engaño y debe saber que votar a Herri Batasuna es como votar a ETA", mientras que desde Tribuna Vasca se señalaba que "ni en las guerras más crueles se asesina al adversario herido", en clara referencia al asesinato a sangre fría del policía Antonio Cedillo.

Durante años, las Fuerzas de Seguridad trataron de detener a Manuel Urionabarrenechea, alias Manu, como responsable principal de la ejecución del atentado que acabó con la vida de los cuatro policías nacionales. A este sanguinario asesino se le imputaban multitud de crímenes. En varias ocasiones las Fuerzas de Seguridad estuvieron a punto de atraparlo. Así, por ejemplo, en octubre de 1988, Urionabarrenechea conseguía huir en un taxi robado, junto con Juan Carlos Arruti Azpitarte, alias Paterra, y Juan Oyarbide Aramburu, alias Txiribita, tras haber sido detectado por miembros del Cuerpo Nacional de Policía en Amorebieta. Hasta en tres ocasiones logró eludir a la Policía. La última en agosto de 1989, cuando escapó de un cerco policial tendido para detener al grupo Araba de la banda terrorista. Escasamente un mes más tarde, el dieciocho de septiembre de 1989, Manuel Urionabarrenechea Betanzos, Manu, caía muerto durante un enfrentamiento con miembros de la Guardia Civil en una espectacular operación en la que resultaron detenidos veintiséis miembros de la banda terrorista ETA y en la que falleció, al igual que Urionabarrenechea, Juan Oyarbide, Txiribita. A estos dos terroristas se les imputaban dieciséis y veinticinco asesinatos, respectivamente. Manuel Urionabarrenechea había manifestado que jamás se entregaría y que se enfrentaría a tiros, tal y como hizo en varias ocasiones, hasta que tuvo lugar el momento de su muerte, no llegando a ser juzgado por el asesinato de Jesús Ordóñez Pérez, Juan Seronero Sacristán, Alfonso López Fernández y Antonio Cedillo Toscano, ni por los de las otras víctimas que se le imputaban.

El que sí sería juzgado y condenado por este atentado fue el etarra Jesús María Zabarte Arregui. Zabarte Arregui fue detenido tras un enfrentamiento con miembros de la Guardia Civil en Hernani (Guipúzcoa) el 15 de junio de 1984. Era el máximo responsable del grupo Donosti de ETA y durante los interrogatorios reconoció haber planeado asesinar al entonces ministro del Interior, José Barrionuevo, al tiempo que se responsabilizaba de la planificación o bien de la ejecución de un gran número de asesinatos, entre ellos los de los policías nacionales Antonio Cedillo Toscano, Juan Seronero Sacristán, Jesús Ordóñez Pérez y Alfonso López Fernández.

Por el atentado que costó la vida a estos últimos, la Audiencia Nacional dictó sentencia en 1985. Según ésta, Jesús María Zabarte Arregui fue condenado al cumplimiento de cuatro penas de veinte años, por asesinato cualificado con alevosía y premeditación, y a doce años más por un delito de asesinato en grado de tentativa. La Audiencia Nacional le consideró responsable de las tareas de vigilancia que hicieron posible la ejecución del atentado.

Antonio Cedillo Toscano, natural de Olivares (Sevilla), tenía 29 años y estaba casado con María Dolores García Rodríguez, cuatro años menor que él. Tenían un hijo que, en el momento del asesinato tenía dos años. Tras su fallecimiento fue nombrado hijo predilecto de la localidad de Olivares. El 16 de abril de 1995, su viuda comentaba: "Abran los ojos, miren al cielo y si creen en algo, de una vez por todas comprendan que no se puede arrebatar de una manera tan injusta la vida de nadie. Me da vergüenza. Nunca en tantos años he pensado en la venganza, pero sí estoy esperando que se haga justicia. Y créanme señores gobernantes, que no es tan difícil. Basta con mirar los últimos asesinatos para ver que no es el camino. A la paz sólo se llega implantando Justicia".

Alfonso López Fernández, nacido en Argentina, tenía 30 años cuando fue asesinado. Estaba casado y era padre de una niña de 3 años. Había ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía tres años antes.

Jesús Ordóñez Pérez, natural de Jaén, fue enterrado en Valencia por ser la ciudad en la que creció, habiéndose trasladado allí sus padres cuando era un niño. Tenía 25 años y estaba casado.

Juan Seronero Sacristán tenía 35 años. Nacido en Gijón, estaba casado con María Jesús Fonseca y tenía una hija. El 6 de septiembre de 2006, La Nueva España publicaba unas palabras de su viuda en las que se mostraba optimista respecto al alto el fuego que había sido recientemente decretado por ETA: "Me parece perfecto que haya una tregua porque va siendo hora de que estos señores, por llamarlos de alguna manera, dejen de matar". Según LNE, María Jesús Fonseca "quiere pasar página y olvidar cuanto antes el horror de ETA y la mejor forma de empezar para ella es sabiendo que la banda armada ha dejado la violencia para siempre".

El Ministerio del Interior, en resolución de 18 de marzo de 2005, de acuerdo con el Real Decreto 308/2005, de 18 de marzo, otorgaba a los cuatro policías asesinados, junto a otros miembros de las Fuerzas de Seguridad fallecidos en actos terroristas, ascensos con carácter honorífico y a título póstumo. Antonio Cedillo Toscano, Juan Seronero Sacristán, Jesús Ordóñez Pérez y Alfonso López Fernández eran así ascendidos al cargo de Oficial de Policía casi veintitrés años después de su asesinato. El Real Decreto según el cual se les otorgaba el ascenso "prevé que el Consejo de Ministros, a propuesta del Ministro del Interior, pueda conceder a los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía, en quienes concurran méritos excepcionales o circunstancias especiales, el ascenso a la categoría inmediata superior de la escala a la que pertenezcan. La sociedad española tiene contraída una deuda de permanente gratitud con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por su permanente labor en la garantía de los derechos fundamentales y de la seguridad pública. Esta deuda se ve especialmente acrecentada con aquellos funcionarios que han perdido su vida como consecuencia de un atentado terrorista".
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Mié Sep 14, 2011 12:13 pm



foropolicia.es
POLICIA NACIONAL D. FELIX GALLEGO SALMON

El sábado 14 de septiembre de 1985, pasadas las diez y media de la mañana, la banda terrorista ETA asesinaba en Vitoria (Álava) al policía nacional FÉLIX GALLEGO SALMÓN, mediante la colocación de una bomba-lapa en los bajos de su vehículo particular. En el mismo atentado, Cándido Martín Franco, amigo de Félix Gallego, resultaba gravemente herido.

En torno a las once menos veinte de ese día, el policía Félix Gallego, agente de policía disfrutando de vacaciones, y su amigo Cándido Martín, chatarrero de profesión, se montaron en el coche de Félix, un Simca 1200 de color azul, aparcado en la calle Eulogio Serdán, en el casco viejo de Vitoria. Instantes después de subirse ambos, el vehículo hizo explosión originando graves heridas a Cándido Martín y provocando la amputación de ambas piernas, así como de un brazo, al policía nacional Félix Gallego. La explosión provocó daños en los vehículos aparcados en las cercanías y destruyó la práctica totalidad de los cristales del edificio colindante. Los restos del vehículo fueron proyectados a más de treinta metros de distancia y el brazo de Félix apareció en el jardín de una guardería cercana. Según fuentes policiales, el artefacto consistía en un sofisticado mecanismo conectado al pedal del acelerador, con una carga explosiva compuesta por unos tres kilos de goma-2. En ese mismo lugar había sido asesinado de un tiro en la nuca, el 29 de julio de ese mismo año, el subcomisario del Cuerpo Superior de Policía Agustín Ruiz de Retana, en un atentado reivindicado por ETA militar. Pocos meses después, el centro de Vitoria volvía a ser escenario del horror, con Félix Gallego agonizando y Cándido Martín, gravemente herido, aprisionado bajo el chasis del vehículo. Ambos amigos fueron trasladados con vida al Hospital de Santiago Apóstol, pero Félix Gallego falleció antes de que los médicos pudieran siquiera intervenirle. Presentaba "amputación traumática de ambas piernas a la altura de los muslos, heridas y erosiones múltiples y choque hipovolémico". Cándido fue sometido a una delicada intervención. Presentaba "heridas con pérdida de sustancia en la pierna izquierda, contusiones en la cabeza, el tórax y una muñeca, así como choque traumático, traumatismo craneal y contusión en globos oculares", siendo calificado su estado como de grave, pese a lo cual logró sobrevivir al atentado. Félix, sin embargo, elevaba a veintinueve el número de asesinados en actos de terrorismo en lo que llevaba transcurrido de año, de los que siete eran policías nacionales.

La capilla ardiente se instaló poco después del atentado en las dependencias del Gobierno Civil de Álava, por donde pasaron compañeros y amigos del fallecido. A las cinco de la tarde del día siguiente se celebró en la Iglesia de San Miguel, en Vitoria, el funeral por el alma de Félix Gallego. Pese a lo anunciado previamente, el ministro del Interior, José Barrionuevo, no pudo asistir a la ceremonia religiosa. Sí estuvieron presentes el general inspector de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano; el director general del mismo cuerpo, Rafael del Río; los delegados del Gobierno en el País Vasco y Navarra, Ramón Jáuregui y Luis Roldán; el consejero del Interior del Ejecutivo autónomo vasco, Luis María Retolaza; el director general de la Seguridad del Estado, Julián Sancristóbal; el superintendente de la Ertzaintza, Juan Carlos García Oteiza; así como numerosas autoridades civiles y militares. El acto tuvo lugar en un clima de emoción y tensa calma, en el que el sacerdote oficiante, Félix Uriarte, señaló que trataba de rendir tributo al policía nacional muerto en atentado y darle el último adiós y manifestó que "esta espiral de violencia ciega, que conduce a nuestra propia destrucción, se repite con demasiada frecuencia (...) el odio criminal ha segado la vida de un esposo y un padre. Los que efectúan acciones tan crueles qué derecho tienen para disponer de la vida de otros hombres", preguntándose asimismo "si es con tiros y con bombas como piensan construir un País Vasco próspero y libre". Finalizado el acto, el féretro, cubierto con la bandera nacional, fue introducido en un furgón y trasladado a Santoña, localidad de origen de Félix Gallego, para ser enterrado allí.

Entre las reacciones que se sucedieron tras el atentado destacaron las de los sindicatos policiales. El Sindicato Profesional de Policía Uniformada (SPPU) emitió un duro comunicado en el que, tras condenar el asesinato de Félix Gallego, consideraba que el Partido Nacionalista Vasco (PNV) apoyaba indirectamente a ETA "para conseguir intereses políticos en materia de transferencias". También el Sindicato Unificado de Policía (SUP), a través de sus ejecutivas del País Vasco y Navarra, difundió un comunicado en el que solicitaba a la Ertzaintza "participación en la lucha antiterrorista", así como la creación de un órgano coordinador de información. En el comunicado el SUP advertía que una de las principales causas del descontento entre los agentes destinados en el País Vasco era la negativa por parte de los mandos a concederles traslados a otras regiones, asegurando que "siete de cada diez policías con destinos en País Vasco o Navarra han solicitado el traslado".

El delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, afirmó que "los terroristas sólo generan rechazo y hacen cada vez más difícil la recuperación y la convivencia [...] esta presión de los terroristas, que pretende alterar a base de muertes la política del Gobierno y los principios en que se inspira no logrará torcer su voluntad de acabar con el terrorismo, una plaga que sólo genera tragedias humanas y rechazo a Euskadi en todo el mundo y que está haciendo cada vez más difícil la recuperación económica y la convivencia democrática en el País Vasco". Por su parte, el secretario de Organización del PSOE, Txiki Benegas manifestó que "no cabe negociación política con los terroristas porque en un Estado democrático no se puede aceptar que prospere la reivindicación de un grupo armado que ha asesinado a quinientas personas". Desde el PNV, tras haber abierto la puerta al diálogo con ETA, se vieron forzados después del asesinato de Félix Gallego a matizar sus declaraciones. Fue su presidente, Jesús Insausti, quien dijo que "primero habría que saber qué entiende ETA y qué entiende HB por negociación. En todo caso, lo primero que sería preciso para dialogar sería crear un clima que no sea de crispación".

En 1990 la Audiencia Nacional condenó a cuatro etarras como responsables del atentado contra Félix Gallego y Cándido Martín. Las principales condenas recayeron sobre Juan Carlos Arruti Azpitarte, que acumulaba 30 años de reclusión mayor por el asesinato de Félix, 20 años de reclusión menor por el asesinato frustrado de Cándido y 11 años de prisión por delito de terrorismo. Otros tres terroristas, Carlos Torrecilla Parra, José Ignacio Gaztañaga Vidaurreta y Luis María Azkargorta Belategui, eran condenados a 37 años cada uno como cómplices de los delitos anteriores.

Sin embargo, en mayo de 1992 los cuatro etarras eran absueltos del delito de terrorismo por el Tribunal Supremo, para no penar dos veces el mismo delito, corrigiendo así a la Audiencia Nacional. Tras el fallo del Supremo, las condenas se veían reducidas de 61 a 50 años de cárcel en un caso, y de 37 a 31 en los otros tres restantes, por entender que tres de los condenados fueron castigados al mismo tiempo como cómplices y autores de colaboración con banda armada.

De los cuatro condenados en 1990, no todos corrieron la misma suerte. Así, Carlos Arruti Azpitarte, alias Paterra, y José Ignacio Gaztañaga Vidaurreta vieron cómo, al aplicárseles la doctrina Parot, sus respectivas excarcelaciones se veían aplazadas hasta 2019 y 2018 respectivamente. Arruti había sido juzgado y condenado por más de veinte delitos, sumando más de 400 años de condenas. La doctrina Parot también le fue aplicada a Gaztañaga Vidaurreta, detenido en 1988 y condenado a penas que sumaban 161 años. Su excarcelación, prevista para 2006, quedaba así pospuesta hasta 2018. No sucedió lo mismo con el histórico etarra Carlos Torrecilla Parra, ingresado en el centro penitenciario de Badajoz y que quedó en libertad en febrero de 2006 después de acogerse a la redención de penas que aún estaba vigente en el Código Penal. Torrecilla adelantó así en 13 años su salida a la calle, prevista el 12 de septiembre del 2019. Parra fue el último de los condenados por el antiguo Código Penal que salió de prisión sin verse afectado por la doctrina Parot. Por último el etarra Luis María Azkargorta Belategi abandonó la cárcel en 2003, tras concedérsele la libertad condicional en una decisión judicial no exenta de polémica. Tras haber cumplido catorce años de cárcel, la juez Ruth Alonso presentó el 14 de diciembre de 2003 un escrito ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) en el que solicitaba abstenerse al considerar que su imparcialidad había sido "cuestionada a nivel objetivo" durante la polémica suscitada poco antes tras la excarcelación del miembro de ETA Félix Gil Ostoaga, quien posteriormente se suicidó. El TSJPV desestimó esta petición y respaldó la actuación de la juez, que decidió excarcelarlo. Los informes de la juez indicaban que la actitud de Azkargorta ante la violencia había cambiado por completo, y que su rechazo hacia ésta era ahora "claro y tajante, lo que resulta excepcional en internos de este colectivo". Según dichos informes Azkargorta Belategi mostraba un "contrastable distanciamiento" de los otros miembros de ETA recluidos en la prisión de Martutene, por lo que concluía que "su pronóstico de vida atenida a la legalidad penal es positivo".

El 1 de julio de 2007 daba comienzo un juicio en el que el sanguinario exdirigente de ETA, José Javier Arizcuren Ruiz, alias Kantauri, se enfrentaba a una solicitud por parte de la Fiscalía de 61 años de cárcel por este atentado. En su escrito de conclusiones provisionales, el fiscal Vicente González-Mota indicaba que Arizcuren, quien en 1985 utilizaba el alias de Navarro, "se dirigió el 14 de septiembre al domicilio en Vitoria del ya condenado por estos hechos Carlos Torrecilla Parra, donde preparó un artefacto explosivo confeccionado con 3 kilos de dinamita Goma 2 en un recipiente metálico de iniciación eléctrica, que colocaron en los bajos del vehículo de su víctima. Sobre las diez y media de esa mañana, el policía se introdujo en el vehículo en compañía de Cándido Martín Franco con intención de trasladarse a otra localidad y, tras iniciar una maniobra, el mecanismo de la bomba se accionó ocasionando la muerte al agente Gallego y heridas muy graves a su acompañante, además de cuantiosos daños materiales". El fiscal consideraba estos hechos constitutivos de los siguientes delitos: atentado con resultado de muerte, asesinato en grado de frustración y terrorismo con resultado de daños, solicitando para él una pena de 61 años de cárcel. Además, la Fiscalía pedía en su escrito que el acusado indemnizara económicamente a los herederos de Félix Gallego y a Cándido Martín.

Además de los ya condenados por este atentado, la Policía considera que hay otros terroristas responsables que aún no han podido ser juzgados por este crimen. Es el caso por ejemplo de Soledad Iparraguirre, alias Anboto, una histórica de la banda terrorista, acusada de casi una quincena de asesinatos, detenida cerca de Pau (Francia) el 3 de octubre de 2004 junto a su compañero sentimental y cerebro de la banda Mikel Antza. Soledad Iparraguirre estaba considerada por las Fuerzas de Seguridad como uno de los componentes del Comité Ejecutivo de la banda terrorista ETA junto con Iñaki de Rentería, Mikel Albizu Iriarte, alias Mikel Antza, Asier Oyarzabal y José Luis Arrieta, alias Azkoiti. En diciembre de 2010 fue condenada por el Tribunal de lo Criminal de París a veinte años de prisión, de los que deberá cumplir al menos dos tercios.

Félix Gallego Salmón había nacido el 13 de abril de 1949 en Santoña (Cantabria), por lo que en el momento de su muerte tenía 36 años. Estaba casado y era padre de cuatro hijos, de los que el menor tenía solamente nueve meses y los otros tres tenían, respectivamente 8, 4 y 3 años. Pertenecía a la 66ª bandera de la cuarta compañía de la Policía Nacional, con destino en Vitoria, y llevaba diez años viviendo en esta ciudad.

De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedía la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso, con carácter honorífico y a título póstumo, al puesto de Oficial de Policía.
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Notapor TE DUCK QUEEN » Mié Sep 14, 2011 12:15 pm


Cartera Guardia Civil

Fabricada en piel de vacuno
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POLICIA NACIONAL D. RICARDO GONZALEZ COLINO

A la una y cuarto de la madrugada del lunes 14 de septiembre de 1992, un miembro de la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián (Guipúzcoa) al policía nacional RICARDO GONZÁLEZ COLINO, disparándole a bocajarro un tiro en la cabeza.

Ricardo, que estaba fuera de servicio y vestía de paisano, se encontraba a punto de comenzar una partida de cartas, en el Bar 19 de la calle Eguía de San Sebastián, del que era asiduo cliente. Junto a él, sentados a la mesa, estaban el dueño del bar y un amigo, cuando entró un encapuchado vestido con un chubasquero azul y, sin mediar palabra, le descerrajó un tiro en la nuca y escapó a pie, aprovechando la confusión de los compañeros de partida del agente asesinado. Ricardo falleció prácticamente en el acto, quedando la bala alojada en su cabeza. En la escena del crimen se recogió un casquillo del calibre 9 milímetros parabellum.

El asesinato ocurría apenas unas horas antes de la reunión de la Mesa del Pacto de Ajuria Enea, convocada para ese mismo día en Vitoria por el lehendakari, José Antonio Ardanza. El atentado contra Ricardo se produjo a escasos doscientos metros de distancia del Bar El Puente, en el que en octubre de 1991 ETA había asesinado a dos guardias civiles. Pruebas de balística demostraron que el arma empleada para asesinar a Ricardo, se había utilizado anteriormente –el 17 de agosto de 1992- en el asesinato de otros dos guardias civiles, José Manuel Fernández y Juan Manuel Martínez, en el aparcamiento del hipermercado Mamut de Oyarzun. Esa misma arma fue utilizada, después del asesinato de Ricardo González, en varias ocasiones: el 19 de enero de 1993, en el atentado mortal contra el empresario guipuzcoano José Antonio Santamaría y el 21 de enero de 1993, en el asesinato del funcionario de prisiones José Ramón Domínguez. Según informaron fuentes policiales tras el asesinato de Ricardo, en el atentado contra los guardias civiles en agosto de 1992 el modus operandi del asesino había sido ligeramente distinto, puesto que en esa ocasión iba a cara descubierta y el arma utilizada no había sido empleada en otros atentados hasta ese momento.

La Policía barajó la posibilidad de que el grupo responsable de dichos atentados contara con informadores en la zona. Tales informadores habrían sido los responsables de señalar las rutinas y los horarios de Ricardo González, quien acostumbraba a mantener rutinas relativamente fijas.

La capilla ardiente por el policía asesinado quedó instalada en el Gobierno Civil de San Sebastián, adonde acudieron los padres del fallecido, que se desplazaron desde Zamora. El funeral se celebró el mismo día 14 en la Iglesia de la Sagrada Familia de San Sebastián. El director general de la Policía, Carlos Conde Duque, y el consejero de Interior, Juan María Atutxa, fueron los encargados de presidirlo en un ambiente de tenso dolor. Al acto asistieron también el delegado del Gobierno, José Antonio Aguiriano; los tres gobernadores civiles de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, José María Gurruchaga, Daniel Vega y César Milano; representantes del PSE-PSOE y del PP; el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza; así como otras autoridades civiles y militares, acompañando a los familiares y amigos de Ricardo González.

Los restos mortales de la víctima fueron trasladados a su localidad natal, Cerezal de Sanabria, en Zamora. Allí tuvo lugar otra misa funeral al día siguiente, teniendo que celebrarse en la plaza de la localidad, dado que las reducidas dimensiones de la iglesia no permitían albergar a todos los vecinos y familiares que fueron a rendirle su último adiós. Tras la despedida se procedió a dar sepultura al cuerpo sin vida de Ricardo González. En el entierro y según publicó La Vanguardia, un hermano del policía nacional asesinado trató de agredir a algunas de las autoridades presentes. El incidente se produjo a la salida del cementerio, cuando varios de los familiares y amigos de la víctima tuvieron que sujetar al hermano, que intentó agredir a algunas de las personalidades presentes, entre las que se encontraban el delegado del Gobierno en Castilla León, Arsenio Lope Huerta; el consejero de Presidencia del Gobierno regional, César Huidobro y el Gobernador civil de Zamora, Ángel Gavilán. A la salida del templo, los asistentes despidieron con una ovación el féretro de Ricardo González Colino.

Los sindicatos policiales emitieron durísimas condenas del atentado cometido contra su compañero. La Unión Federal de Policía (UFP), lamentó que "haya declaraciones de políticos hechas tan a la ligera, sin sopesar los posibles resultados, como presumiblemente, en este caso, en que ETA demuestra su capacidad operativa poniendo cadáveres sobre la mesa". Estas palabras hacían referencia a las que, apenas dos días antes, había pronunciado el entonces presidente de la Ejecutiva del Partido Nacionalista Vasco, Xabier Arzalluz, quien había afirmado que ETA "se ha ido", aunque "podrán hacer cosas, pero ya no tiene proyecto, sus esquemas ideológicos han caído completamente y su capacidad operativa también y aunque puedan poner coches-bomba, esto ya no tiene una perspectiva de futuro y eso está claro". Arzalluz había efectuado tales declaraciones en un contexto particularmente delicado, dado que su partido mantenía negociaciones con Herri Batasuna y pretendía que el resto de formaciones políticas también tendieran puentes al brazo político de los asesinos. Por este motivo, en el comunicado fechado el mismo día del atentado, la UFP solicitaba abiertamente la cadena perpetua para los terroristas y, parafraseando a Arzalluz, aseguraba que con el asesinato de Ricardo ETA pretendía demostrar que "no se ha ido". El sindicato afirmaba además que "está claro que estos cobardes no hacen otra cosa mejor para el pueblo vasco que sembrar esta tierra de muertos". Por su parte, la Asociación Nacional de Policía Uniformada (ANPU), pedía a los políticos firmantes del Pacto de Ajuria Enea "que piensen en las próximas víctimas de las ratas asesinas, piensen en ellos y en sus familias, y llegarán a la siguiente conclusión: en las cárceles encerrados a cadena perpetua no cometerán atentados (...) los partidos políticos dedican muchas horas a los del tiro en la nuca, discutiendo reinserciones sí o no, negociaciones sí o no, diálogo sí o no. Mientras tanto, servidores de la sociedad caen abatidos". Es imposible no estar de acuerdo con estos comunicados policiales contra la clase política en general, y los nacionalistas en particular.

Pero los sindicatos policiales no fueron los únicos que contestaron duramente a Arzalluz en relación con las palabras que había pronunciado poco antes del atentado. Así, el diario ABC dedicaba su portada del día 15 al político nacionalista, cuya foto ocupaba la mitad de la misma. La otra mitad le correspondía a la foto del féretro del policía asesinado, portado por sus compañeros. En el texto de portada que acompañaba a sendas imágenes, ABC titulaba: "Con la sangre de un policía español, ETA respondió a Arzalluz", y bajo éste, refiriéndose a la frase polémica del dirigente ("la violencia se ha acabado; ETA se ha ido"), decía: "Con esa frase el singular dirigente peneuvista pensaba plantear de nuevo la negociación directa o indirecta con la banda etarra sin otro resultado real que robustecerla y con un grave deterioro para la dignidad nacional".

El obispo de San Sebastián, José María Setién, en un comunicado destinado a ser leído en el funeral, calificó el asesinato como un "atentado brutal", lamentando que "las reiteradas llamadas y condenas hechas en contra de estas acciones criminales siguen siendo inútiles" y que "el derecho a la vida haya sido brutalmente aniquilado una vez más".

El vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, manifestó desde Barcelona que el Ejecutivo no podía ceder ante el chantaje etarra, y que la muerte del policía nacional "hecha de forma cruel con un tiro en la nuca a una persona que estaba en descanso, me reafirma en que estamos en buen camino en la lucha contra el terrorismo". Serra señaló que el fin del terrorismo tendría que llegar, fundamentalmente, desde tres líneas de actuación diferentes: "La primera es la de un frente de consenso democrático, aislando a los que defienden la violencia, con lo que el Pacto de Ajuria Enea es un arma muy eficaz; la segunda es el frente policial y la tercera es la compenetración con terceros países para localizar a los terroristas", destacando "el importante papel que está jugando Francia en estos últimos meses".

El mismo día del atentado, tal y como estaba previsto, se reunieron los partidos firmantes del Pacto de Ajuria Enea, con la ausencia de Eusko Alkartasuna y Euskal Ezkerra. Tras ocho horas de reunión se acordó por unanimidad considerar "contraproducente" cualquier gesto de acercamiento a Herri Batasuna. Del mismo modo, los presentes manifestaron su voluntad de que "cualquier iniciativa particular de diálogo que un partido considere, en un momento dado, conveniente para alcanzar el fin que todos perseguimos, antes de ser puesta en práctica y sin merma de la autonomía de cada partido, deberá ser comunicada y debatida en la Mesa en orden a conseguir un mayor consenso". Esas palabras iban claramente dirigidas al Partido Nacionalista Vasco y, la prueba más clara del escaso valor que pudiera tener el pacto se vio reflejada en la contestación inmediata de Xabier Arzalluz. El líder nacionalista aclaró que su partido no renunciaba "a su libertad de diálogo", aclarando que "en las circunstancias" de ese momento concreto no iban a retomar las negociaciones con HB. Precisamente desde Herri Batasuna, Florencio Aoiz y Juan Cruz Idígoras aseguraron que la reunión era "un nuevo intento de cerrar la vía del diálogo". Eusko Alkartasuna, una de las dos formaciones que se abstuvieron de asistir a la Mesa, señaló que daba "la bienvenida a lo que se acuerde en la Mesa de Ajuria Enea, siempre que sea conforme a sus objetivos originales", pero recalcaba que el comunicado era "ambiguo y se ha realizado para salir del paso y evitar el desmarque, pero no resuelve las discrepancias reales existentes en los partidos que lo han suscrito". El presidente de la formación, Carlos Garaikoetxea, afirmó que su partido no se fiaba "de unos partidos que ya han defraudado anteriormente con sus actitudes partidistas a la sociedad". Euskal Ezkerra, la otra formación que se abstuvo de votar, exigió a ETA "que silenciara las armas" para que el País Vasco "no se convierta en un pequeño Sarajevo".

Ricardo González Colino, de 38 años, estaba soltero y era natural de Cerezal de Sanabria (Zamora). Llevaba destinado en San Sebastián once años y en el momento de su muerte desempeñaba labores de radio patrulla en las unidades de seguridad ciudadana de esta ciudad, en la que estaba muy arraigado. Como a otros miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado caídos en actos terroristas, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía el ascenso, con carácter honorífico y a título póstumo, al puesto de Oficial de Policía.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Vie Sep 16, 2011 3:12 pm


POLICA NACIONAL D. PABLO SANCHEZ CESAR

A las ocho menos cinco minutos del viernes 16 de septiembre de 1983, ETA asesinaba a tiros en la localidad guipuzcoana de Urnieta al policía nacional Pablo Sánchez César, mientras esperaba la llegada del tren para trasladarse al cuartel de San Sebastián donde prestaba servicio.

El agente, de 24 años de edad, que iba desarmando y vestía de paisano, fue alcanzado por disparos de un subfusil y rematado con varios tiros de pistola en la cabeza por un comando de cuatro individuos que actuaron a cara descubierta. Los disparos de los terroristas provocaron el pánico entre las numerosas personas que esperaban en los andenes la llegada del tren de las 8,06 horas. Pablo Sánchez César, que estaba casado y tenía una hija de 13 meses, temió un posible atentado, ya que momentos antes de ser asesinado cruzó precipitadamente las vías y se situó en el andén opuesto al lugar donde se encontraba, frente a los terroristas, que permanecían semi ocultos en una arboleda cercana. Los primeros disparos alcanzaron al policía en el pecho, derribándole al suelo, donde a continuación fue rematado por un joven alto y moreno que vestía una cazadora de color granate. Los terroristas huyeron en un taxi estacionado en las proximidades, junto al bar Riojano, ante las miradas aterrorizadas de los testigos, algunos de los cuales protagonizaron instantes después escenas de histeria. En el lugar de los hechos la Policía Municipal de Urnieta encontró siete casquillos de bala marca FS, de calibre 9 milímetros parabellum. El vehículo utilizado en el atentado había sido robado en Hernani, una hora antes, a su propietario, el taxista Manuel Garayar Otegui, quien relató posteriormente: "Yo estaba en la parada y se me acercaron dos individuos, uno con barba y otro con bigote que estaban leyendo periódicos que les ocultaban parte de la cara". Cuando estaban junto a mí me dijeron en euskera, somos de ETA', entre en el coche".

Pablo Sánchez César tenía 24 años de edad, era natural de Badajoz, y estaba destinado desde hacía dos años en el cuartel de la Policía Nacional de San Sebastián. Su cuerpo, fue trasladado a las nueve y media de la mañana al cementerio donostiarra de Polloe, después de que el juez ordenara el levantamiento del cadáver. Una vez practicada la autopsia, el cuerpo del policía fue conducido al salón del trono del Gobierno Civil de Gipuzkoa donde se instaló la capilla ardiente. Pablo Sánchez vivía con su mujer, sus suegros y su hija en Urnieta desde hace más de un año, y todas las mañanas, a la misma hora, hacía el mismo trayecto hasta el apeadero del tren para dirigirse al cuartel, donde habitualmente realizaba trabajos de pintura.

Al día siguiente, sábado 17 de septiembre, más de 2.000 personas asistieron en Hoyos (Cáceres), localidad natal de la esposa de Pablo, a un segundo funeral y a la inhumación de Pablo Sánchez César. El cadáver había sido trasladado en avión desde San Sebastián hasta la base aérea de Talavera la Real y desde allí, por carretera, hasta Hoyos, donde fue recibido por la corporación municipal en pleno y miembros de la Guardia Civil. Prácticamente todo el pueblo desfiló por la capilla ardiente, instalada en el Ayuntamiento.
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Notapor TE DUCK QUEEN » Vie Sep 16, 2011 3:25 pm


POICIA MUNICIPAL D. VICTOR MANUEL PUERTAS VIERA
POLICIA MUNICIPAL D. JOSE LUIS JIMENEZ VARGAS
GUARDIA CIVIL D. FRANCISCO CEBRIAN CABEZAS


El 16 de septiembre de 1991, dos policías locales de la población alicantina de Muchamel, Víctor Manuel Puertas Viera, José Luís Jiménez Vargas y el propietario de la grúa municipal Francisco Cebrián Cabezas, morían en el acto al estallar un coche bomba que trasladaban a un depósito de vehículos. El objetivo del atentado perpetrado por ETA, era la casa cuartel de la Guardia Civil de la localidad, aunque un posible fallo en el mecanismo del vehículo hizo que éste se estrellase, sin hacer explosión, en un edificio de la acera opuesta al cuartel.

La Guardia Civil y la Policía Local no sospecharon que pudiera tratarse de un coche bomba, por lo que el vehículo, con 50 kilos de explosivo en su interior, fue trasladado al depósito municipal, un solar al aire libre, donde estalló. Siete personas, entre ellas un bebé, resultaron heridas.

Sobre las 8.45 del 16 de septiembre de 1991, el comandante del puesto de la Guardia Civil en Muchamel, localidad de 10.000 habitantes distante unos 10 kilómetros de la capital alicantina, vio que un vehículo estaba abandonado sobre la acera opuesta a la casa cuartel. El coche había chocado contra la pared de una casa. Ni los efectivos de la Guardia Civil ni los de la Policía Local sospecharon que fuese un coche bomba y creyeron el suceso se debía únicamente a un accidente de circulación, por lo que llamaron a Francisco Cebrián Cabezas, de 40 años, propietario de la grúa que trabajaba para el Ayuntamiento. El coche fue trasladado sobre las 9.30 a un solar al aire libre que se encuentra a unos 300 metros de la casa cuartel y que es utilizado como depósito de vehículos. Fue en su interior cuando explosionó. El conductor de la grúa, Francisco Cebrián Cabezas, y los policías locales José Luís Jiménez Vargas, de 28 años, y Víctor Manuel Puertas, de 25, que se hallaban en ese momento en el depósito, perecieron en el acto.

Por la tarde era instalada la capilla ardiente en la iglesia de Muchamel. Unas 600 personas acudieron a la misa funeral por los tres fallecidos, que fue oficiada por el obispo de Orihuela-Alicante, Francisco Álvarez Martínez.

Los dos agentes estaban solteros. El propietario de la grúa, un guardia civil retirado, estaba casado y deja cuatro hijos de edades comprendidas entre los ocho y los 17 años.

El coche empleado en el atentado, un Ford Fiesta con matrícula falsa MU-5132-AD, había sido robado en el País Vasco y debió de ser trasladado desde allí a Alicante, según señaló el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Francisco Granados, quien se desplazó a Muchamel. Las placas de matrícula correspondían a un coche de Murcia. Según los datos ofrecidos tras el atentado por la Delegación del Gobierno, la carga explosiva que contenía el automóvil, debía de estar colocada en el maletero, ya que ni la Guardia Civil ni los agentes de la policía local descubrieron nada extraño al revisar el coche. En la casa cuartel de Muchamel vivían seis guardias civiles, tres de los cuales estaban casados y residen con sus familias. En total residen en el lugar cinco niños pequeños. Junto al edificio se encuentra el Colegio Público El Salvador, cuyos cerca de 400 alumnos iniciaban sus clases en la mañana de 16 de septiembre. La fuerte onda expansiva hirió a siete personas, entre ellas un bebé de un mes, Noelia Berenguer, quien quedó conmocionada. La pequeña y otros tres heridos fueron dados de alta por la tarde.

El alcalde del Muchamel, el socialista Fernando Ripoll, señaló: "Nunca habíamos pensado que podríamos ser objetivo de un atentado terrorista, hipótesis que ahora barajamos. Todas las poblaciones de esta provincia estábamos alertadas ante posibles actos terroristas; por eso habíamos tomado las medidas generales de prohibir el aparcamiento en sus alrededores".

La onda expansiva alcanzó a numerosas viviendas cercanas a la casa cuartel y causó importantes daños en sus estructuras, ventanas y balcones. Todos los cristales estallaron y numerosas persianas y toldos quedaron destrozados, así como los vehículos estacionados en la zona. Román Ramos, propietario de una perfumería, declaró: "La explosión ha sido muy fuerte, muy exagerada. Se han caído todas las motos y han reventado puertas y cristales. El humo era muy negro". José Pardo, un peluquero que sufrió graves desperfectos en su establecimiento, explicó: "Ha habido mucho polvo y un ruido muy seco".

Tras el atentado, los vecinos de esta tranquila población alicantina, estaban consternados. Todos los comentarios que se oían por la calle eran de condena contra el terrorismo y en defensa de la paz.
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Notapor TE DUCK QUEEN » Vie Sep 16, 2011 3:34 pm


DEPOL Guardia Civil

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de-pol.es
GUARDIA CIVIL D. JUVENAL VILLAFAÑE GARCIA

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A las cinco y media de la tarde del 16 de septiembre de 1993, ETA asesinaba en Andoain al subteniente jubilado de la Guardia Civil Juvenal Villafañe García, de 78 años, padre de tres hijas y vecino de esta localidad guipuzcoana. Juvenal moría tras hacer explosión una bomba que había colocado un comando en los bajos de su coche nada más ponerlo en marcha.

El atentado sucedió en las proximidades de su casa, en la calle Eskolak, en el momento en que el jubilado acababa de arrancar su Renault 11, matrícula SS-4653-W. La explosión arrojó al anciano a la calzada en medio de una intensa humareda. Testigos del atentado indicaron que la víctima tenía amputada una pierna y prácticamente destrozada la parte inferior del cuerpo. Un vecino indicó que Juvenal no daba señales de vida y parecía haber fallecido. Una ambulancia de la Cruz Roja lo trasladó a la residencia Nuestra Señora de Aranzazu, de San Sebastián, donde ingresó cadáver. La víctima residía en Andoain desde hacía más de 30 años y, según varios vecinos, estaba considerado como una persona simpática y de buen temperamento. Juvenal Villafrañe se dedicaba a gestionar licencias de caza y de pesca y era conocido en el pueblo como El Sargento, por los años en los que desempeñó este cargo en el cuartel de la Guardia Civil de Andoian, al que llegó a principios de la década de los años sesenta.

"Fue una explosión enorme. Yo estaba en la cocina y pensé que la bomba había estallado en el interior del local", indicó la propietaria de un bar. "Había muchísimo humo y cristales rotos, y en cuanto le he reconocido me he vuelto al bar porque me he puesto mala", añadió. Un comerciante de la zona afirmó que, al escuchar la detonación, "seca y muy potente", pensó enseguida en un coche bomba. "Lo reconocí enseguida. Estaba allí tirado en el suelo, junto al coche. Era un hombre majo. Tenía una pierna prácticamente mutilada y no se movía", relató este comerciante.

El diputado general de Gipuzkoa, Eli Galdos, indicó tras el atentado que "esta nueva expresión de locura asesina no hace sino llevar hasta extremos indescriptibles nuestro desprecio hacia esos elementos marginales que son capaces de matar a un jubilado y se enmascaran bajo pretextos ideológicos y políticos que ya no engañan a nadie". "ETA, KAS y Herri Batasuna deben entender que la paciencia de la mayoría no es eterna. Que la capacidad de aguante tiene un límite y que la única salida pacífica que puede admitir y exige el pueblo vasco pasa por el abandono inmediato de las armas", añadió Galdos. El PNV también se sumó a las condenas por medio de un comunicado en el que, tras señalar que "sobra la intolerancia y el fanatismo: sobra ETA", se afirma que, "a buen seguro, los miembros de KAS de Euskal Herria, y más en concreto los de Andoain, aplauden y jalean este tipo de atentados, aunque sea en la intimidad. Tienen que saber que tarde o temprano serán descubiertos". El conjunto de los partidos democráticos pidió a los ciudadanos que continúen testimoniando su repulsa a ETA y participen en las concentraciones pacifistas.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Mar Sep 20, 2011 10:50 pm


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materialpolicial.com
GUARDIA CIVIL D. ALFONSO MARTINEZ BELLAS
GUARDIA CIVIL D. MIGUEL HERNANDEZ ESPIGARES
GUARDIA CIVIL D. MARIANO GONZALEZ HUERGO
GUARDIA CIVIL D. ANTONIO GARCIA ARGENTE


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Poco después de las dos y media de la tarde del 20 de septiembre de 1980, ETA asesinaba en la localidad guipuzcoana de Markina a los guardias civiles Mariano González Huergo, Miguel Hernández Espigares, Alfonso Martínez Bella y Antonio García Argente, mientras comían en un bar cercano al cuartelillo de Markina.

El atentado se produjo en el interior del bar-restaurante Arrieta, distante unos doscientos metros del cuartel de la Guardia Civil de la mencionada localidad. El bar tiene una entrada principal que da a la calle de Oquendo, y otra en la parte de atrás del restaurante. La entrada principal suele cerrarse hacia las 14.30 horas, en que habitualmente todos los clientes asiduos -unos veinte los días de mayor concurrencia, entre ellos siete u ocho guardias- ya han comido o lo están haciendo en esos momentos.

A las 14.40 del 20 de septiembre de 1980 se encontraban en el interior del restaurante siete personas: los cuatro guardias civiles y tres carteros de la comarca. La puerta principal estaba ya cerrada cuando un joven de unos veinticinco años, tras llamar con los nudillos a la puerta trasera, se acercó a la barra, tomando una consumición. Instantes después, y mientras Laura Arrieta Larreate, de quince años de edad, hija de los propietarios del bar, recogía los platos de las mesas para llevarlos a la cocina, alguien volvió a golpear con los nudillos en la puerta trasera. La joven, pensando que se trataría del cliente que acababa de abandonar el bar o bien de algún comensal asiduo llegado con retraso, abrió la puerta, pudiendo ver a dos jóvenes, vestidos ambos con camisa a cuadros y chaqueta oscura. Sin mediar palabra, los dos desconocidos se dirigieron a la mesa en que comían los guardias, y sacando sendas metralletas lanzaron varias ráfagas que alcanzaron de lleno a los cuatro comensales. Todos ellos fallecieron en el acto.

El propietario del vehículo utilizado fue hallado atado y amordazado en un monte cercano a la localidad guipuzcoana de Elgoibar. Los miembros del comando salieron caminando, según pudo constatar desde el balcón de la primera planta del edificio en que se encuentra el bar otro miembro de la familia Arrieta, desapareciendo por la primera bocacalle, que va a desembocar al paseo principal del pueblo. La nota facilitada tres horas después por la comandancia de la Guardia Civil precisa que los agresores huyeron a bordo de un vehículo aparcado en las inmediaciones, y que en el interior del restaurante fueron hallados más de veinte casquillos de bala calibre 9 milímetros parabellum, marca SF, munición habitualmente utilizada por ETA.

Los guardias civiles muertos fueron: Antonio García Argente, de veinte años, soltero, natural de Manises (Valencia); Mariano González Huergo, de veinticinco años, soltero, natural de Santander; Miguel Hernández Espigares, de veintitrés años, soltero, natural de Guadix (Granada), y Alfonso Martínez Bella, de veintidós años, natural de La Coruña, casado, y cuya mujer esperaba su segundo hijo. Se da la circunstancia de que la madre del primero, ignorante de lo ocurrido, telefoneó desde Valencia poco después del atentado, intentando conectar con el cuartelillo. Sin embargo, por un error, marcó otro número muy similar, que corresponde precisamente a la consulta de uno de los tres médicos del pueblo, que justamente en ese momento estaba atendiendo a las víctimas del atentado. Fue al comunicársele esta circunstancia como la madre de Antonio García tuvo conocimiento del ametrallamiento en el que había muerto su hijo.

Nada más conocerse el atentado fueron instalados controles en la mayoría de las carreteras de Bizkaia y Gipuzkoa, mientras que un helicóptero de la Guardia Civil sobrevolaba la zona. Un equipo especial, con perros policías, rastreaba los montes cercanos, buscando, al parecer, al propietario del coche en que habían huido los miembros del comando, y que se suponía había sido abandonado en algún paraje de la comarca.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Vie Sep 23, 2011 5:11 pm



intervencionpolicial.com
POLICIA ARMADA D. JOSE ANTONIO FERREIRO GONZALEZ

A las tres de la tarde del sábado 23 de septiembre de 1978, ETA asesinaba al policía armado José Antonio Ferreiro González y hería de gravedad a otros tres, al explotar una bomba en el puerto de Vitoria, a 8 kilómetros de la capital alavesa en dirección a Logroño, cuando una patrulla de la policía buscaba en un camino forestal a un supuesto hombre maniatado, cuya presencia había sido comunicada poco antes a la Comisaría a través de una llamada telefónica.

Juan Antonio Ferreiro, natural de Lugo, resultó alcanzado de lleno por la explosión del artefacto que contenía dos kilos de goma 2, muriendo instantáneamente. También resultaron alcanzados por la explosión Javier Arranz Freire, de 31 años y Amancio Gutiérrez Álvarez, de 22 años, que resultaron con heridas de pronóstico muy grave, perdiendo ambos la visión de un ojo. El inspector Valeriano Arroyo Bernal, de 26 años, sufrió heridas de carácter grave en la cara y el pecho. La onda expansiva alcanzó también al capitán del destacamento, Luís Mas Pérez, sin más consecuencias que varios rasguños.

A la una del mediodía del sábado 23, se recibió en la Comisaría una llamada telefónica en la que se anunciaba que había un hombre maniatado en el puerto de Vitoria. El anónimo comunicante facilitó la situación exacta del supuesto secuestrado en un camino que arranca del kilómetro 7.800 de la carretera comarcal 132 Vitoria-Logroño por Herrera. Cien metros más allá de la carretera, junto a un poste telefónico, debería encontrarse un hombre. Algunas versiones añadieron que el presunto secuestrado se le había adherido una bomba en el pecho. Aunque la nota oficial no recogió este extremo, entre el destacamento enviado había un equipo de desactivación de explosivos y el policía muerto formaba parte del mismo. Una vez en el lugar indicado, el capitán con varios números y tres Inspectores del Cuerpo General de Policía iniciaron la búsqueda que dio como resultado el hallazgo de una cadena con candado, una cuerda y unas gafas de sol, junto a un arbusto próximo al poste telefónico de referencia.

La inspección visual, en la que participó el equipo de desactivación, llevó al capitán a la conclusión de que el hombre maniatado se había soltado por su cuenta y dio orden de regresar. En ese momento Juan Antonio Ferreiro se agachó para coger las gafas, haciendo explosión el artefacto, que le alcanzó en la cara directamente. Las primeras versiones indicaban que la explosión había sido provocada por el propio agente al rozar con la cadena o con algunos cables. Sin embargo, las últimas investigaciones de la policía no descartaron la posibilidad de que la bomba hubiese sido explosionada a distancia. De hecho, el lugar es fácilmente visible desde la ladera contigua y el poste telefónico sería una excelente referencia. Inmediatamente se personaron en el lugar altos mandos de la Policía Armada y la Guardia Civil, mientras las ambulancias evacuaban a los heridos al hospital civil de Santiago, en Vitoria, en cuyo depósito de cadáveres fue depositado el cuerpo de José Antonio Ferreiro. En el lugar de la explosión se abrió un cráter de dos metros de diámetro y uno de profundidad y los restos del buzo del policía fallecido se esparcieron por los arbustos próximos, en ocasiones con restos de su cuerpo, ya que su rostro quedó totalmente desfigurado.

Al día siguiente, domingo 24 de septiembre, a las once de la mañana, se celebró, en un clima de serenidad y sin ningún incidente, el funeral por el alma de José Antonio en una de las salas del antiguo acuartelamiento del A.M.E., ocupado entonces por la Policía Armada. Junto a la viuda, hijos y familiares del policía, estaban presentes el gobernador civil, el gobernador militar, el jefe superior de policía de Bilbao y altos mandos de la Guardia Civil y Policía Armada. Asimismo asistieron al funeral los diputados José Antonio Aguiriano del PSOE y Jesús María Viana de UCD y el senador socialista Luís Alberto Aguiriano. Antes de comenzar el funeral fueron impuestas a Juan Antonio Ferreiro a título póstumo, la Cruz con distintivo rojo de la orden de la Guardia Civil y la Medalla de oro al mérito policial, entre los aplausos del público que pudo acceder a la sala, alrededor de 150 personas.

El sacerdote Gonzalo Vera Fajardo, que ofició el funeral, tuvo en la homilía palabras de consuelo para la mujer y familiares de Juan Antonio, algunos de los cuales habían venido desde Lugo, tierra natal del policía. Más adelante se refirió al origen de los actos terroristas y señaló que no era hora de buscar las causas. “La última razón, la causa remota es la falta de temor de Dios. La sociedad está corroída por el alejamiento de Dios”. Dirigiéndose a todas las personas que ocupaban la sala, Vera Fajardo pidió que se superasen estos acontecimientos y la congoja que les invadía pensando que la muerte era en realidad una ganancia como señalaba la Sagrada Escritura. “Seamos el contrapunto del odio que ahoga ese trozo de España que queremos tanto y que es el País Vasco”. El oficiante terminó su homilía subrayando que la Policía Armada es una porción selecta de la sociedad española, con un papel poco brillante en ocasiones, pero eficaz en la defensa del cuidado y de su seguridad”.

Terminado el funeral los compañeros del policía muerto sacaron el féretro a hombros para introducirlo en un furgón que lo llevó hasta su localidad natal en el valle de Oro en Lugo, donde fue inhumado. Inmediatamente detrás el furgón partieron la viuda, hijos y demás familiares que se hallaban visiblemente afectados. La comitiva fue despedida con nuevos aplausos, mientras algunas voces daban vivas a la Policía Armada y a la Guardia Civil, así como contra el Gobierno, sin que tuviesen eco entre la mayoría de los presentes. Los restos mortales de José Antonio llegaron a Lugo en la madrugada del lunes 26 de septiembre. El féretro fue trasladado a las dependencias de la Policía Armada de a Comisaría del Cuerpo Superior de Policía de la capital lucense, en cuya sala de armas quedó instalada la capilla ardiente. Después fue llevado al cementerio para ser enterrado.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Sab Sep 24, 2011 10:26 am


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GUARDIA CIVIL D. JUAN CARLOS BEIRO MONTES

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Hacia la una del mediodía del martes 24 de septiembre de 2002, ETA asesinaba en una carretera de la localidad navarra de Leiza, al cabo de la Guardia Civil Juan Carlos Beiro Montes y causaba heridas de diversa consideración a otros cuatro agentes, cuando procedían a retirar una pancarta trampa que tenia una bomba que fue accionada a distancia.

ETA quería reaccionar de forma inmediata a la detención en Francia, el día 16 de septiembre, de los dirigentes de la banda Juan Antonio Olarra y Ainhoa Mujika, en un intento de demostrar que la captura de los dos responsables del aparato militar no había afectado a su capacidad operativa. Para ello ordenó a tres comandos que actuaran de forma simultánea contra la Guardia Civil.

El primero fue desarticulado por la Policía francesa el viernes 20 de septiembre. Tenía previsto cruzar la frontera por Huesca el domingo y atentar de forma inmediata contra una patrulla de la Guardia Civil en Gipuzkoa. En el momento de su captura se les intervino una mochila con dinamita. El segundo comando lo formaban los dos etarras que murieron la noche del lunes 23 de septiembre en el barrio bilbaíno de Basurto, al explotarles la carga de dinamita - entre 10 y 15 kilos- que transportaban en un coche. Según fuentes de la investigación, existían sospechas de que el objetivo de estos etarras era también la Guardia Civil. El tercer comando logró al día siguiente martes 24 de septiembre su objetivo. Activó a distancia un artefacto de entre 15 y 20 kilos de explosivo, colocado en una pancarta trampa con el lema «Viva ETA. Guardia civil muere aquí». La explosión, en una carretera de la localidad navarra de Leitza, provocó la muerte de Juan Carlos Beiro y heridas de diversa consideración a otros cuatro agentes.

El atentado se produjo minutos antes de las 13.00 horas en la carretera NA-1300 en el puerto de Urto, a escasos 100 metros de límite territorial con Gipuzkoa, cuando los terroristas activaron con un mando a distancia un artefacto compuesto por 15 kilos de explosivo en el momento en el que cinco agentes de la Guardia Civil se disponían a retirar una pancarta de ETA situada en un talud. La deflagración causó la muerte al cabo Juan Carlos Beiro Montes, de 32 años de edad, casado y con dos hijos mellizos de seis años, e hirió a otros cuatro, uno de ellos de gravedad, el sargento comandante del puesto de Leiza, Miguel de los Reyes Morata. Al parecer, el cabo y el sargento se bajaron del Patrol en el que viajaban al observar una pancarta con el anagrama de ETA, según afirmó el delegado del Gobierno en Navarra, José Carlos Iribas, aunque un vecino de la zona aseguró haber leído el lema «Gora ETA. Guardia Civil jo ta bertan hil» (Viva ETA. Guardia Civil, dale y mátalo aquí). La explosión impactó de lleno al cabo y al sargento, mientras que los otros tres agentes sufrieron heridas de carácter leve gracias a que se encontraban más alejados del lugar de la deflagración. Tras ser atendidos en el lugar del suceso por un médico y un ATS de Leiza, una UVI móvil trasladó al cabo, que presentaba traumatismo abdominal y salida de masa intestinal, hasta el hospital Donostia, aunque ingresó cadáver en el centro hospitalario tras sufrir una parada cardiorrespiratoria.

El sargento Miguel de los Reyes Morata, de 35 años de edad y ex-miembro de la Unidad de Desactivación de Explosivos, ingresó con «traumatismo craneoencefálico con depresión del nivel de conciencia y múltiples lesiones por metralla en cara, tórax, abdomen y extremidades», según el parte médico emitido por el Hospital Donostia. La explosión «no afectó a sus órganos internos», con lo que permaneció ingresado «estable hemodinámicamente» en la Unidad de Cuidados Intensivos con «pronóstico reservado». Curiosamente, Miguel De los Reyes sufrió otro atentado cuando estaba destinado en el cuartel de Intxaurrondo en San Sebastián, según destacó el ministro del Interior, Angel Acebes. Además, este agente recogió ese año en San Sebastián un premio concedido por el Colectivo de Víctimas del Terrorismo, Covite, a los artificieros del Instituto Armado, de la Policía Nacional y de la Ertzaintza, en reconocimiento a su labor en la lucha contra el terrorismo. En cuanto a los otros tres agentes heridos, dos de ellos acudieron por su propio pie al centro de Salud de Leiza y, tras una primera exploración, fueron trasladados a la Clínica San Miguel.

El delegado del Gobierno en el País Vasco, Enrique Villar, agregó que la bomba trampa fue activada «probablemente a través de un elemento por ondas que se acciona a medida que se acercan las víctimas». Asimismo, aseguró que el artefacto, de 15 kilos de explosivos, contenía cantidad «suficiente» para haber matado a todos los agentes si se hubieran encontrado «un poco más cerca». Minutos después del atentado se produjo un confuso suceso en las inmediaciones del cuartel de Leiza, cuando una agente de la Guardia Civil disparó varias veces con su arma reglamentaria hacía la vega situada enfrente del edificio. Iribas señaló que ésta, por la «tensión nerviosa» que padecía, había realizado «uno o dos disparos al aire de advertencia» al percatarse de la presencia de una persona armada en las huertas próximas al inmueble.

El ministro del Interior, Angel Acebes, impuso, al día siguiente, durante el homenaje que rindieron sus compañeros a Juan Carlos Beiro en la comandancia de Navarra, la Gran Cruz al Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo, máximo galardón que únicamente se concede a los agentes que realizan un acto heroico. El ministro permaneció en la comandancia durante más de tres horas acompañando a la viuda del agente, que tenía dos hijos mellizos de corta edad.

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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Dom Sep 25, 2011 9:54 pm


GUARDIA CIVIL D. JOSE ZAFRA GIL
GUARDIA CIVIL D. LORENZO SOTO SOTO


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El lunes 25 de septiembre de 1978 un Land Rover de la Guardia Civil que circulaba por San Sebastián era ametrallado, resultando muerto su conductor, el Guardia Civil Lorenzo Soto Soto y José Zafra Regil.

Los autores del atentado utilizaron un coche R-8 que previamente habían robado a punta de pistola en el barrio de Alza. El coche fue aparcado a escasos metros del lugar del atentado, pero cuando los agresores trataron de darse a la fuga algún fallo mecánico en el automóvil les obligó a abandonarle previamente. Mientras que dos de ellos huían en un Seat 127, los otros dos robaron a punta de pistola un taxi en el que emprendieron una veloz huida. El taxi apareció en el barrio de Herrera y el Seat 127 fue localizado en las proximidades del barrio San Marcos.

Hora y media después del suceso, los cuerpos sin vida de los dos guardias civiles de los dos guardias civiles llegaban al hospital militar, situado a pocos metros del lugar del suceso. A primeras horas de la tarde se les practicó la autopsia y fue instalada la capilla ardiente en el cuartel que la Guardia Civil tiene en el paseo de Heriz. Al día siguiente, martes 26 de septiembre, se celebraron los funerales en la iglesia de San Sebastián mártir, en el barrio del Antiguo.

El conductor del Land Rover, que resultó muerto, Lorenzo Soto Soto, tenía 24 años, estaba soltero y era natural de Lorca (Murcia). Había ingresado en el cuerpo el 1 de febrero de 1974. El otro guardia civil, José Zafra Regil, tenía 30 años, era natural de Puigcerdá (Gerona), estaba casado con una alavesa y era padre de un niño de cuatro años.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Dom Sep 25, 2011 9:58 pm


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POLICIA NACIONAL D. VICENTE MONTOYA SALAZAR

El día 2 de octubre de 1987 fallecía en el hospital de Cruces, el Policía Nacional Vicente Montoya Salazar, que había resultado herido muy grave en la localidad vizcaína de Barakaldo, unos días atrás, el 29 de septiembre de 1987, al ser alcanzado por la explosión de un artefacto colocado por ETA en los bajos de su vehículo.

Vicente Montoya, de 35 años, casado y con dos hijos, fue alcanzado de lleno por la explosión, que le amputó las dos piernas y le causó graves quemaduras. A primera hora de la madrugada de 30 de septiembre era intervenido quirúrgicamente en el hospital de Cruces. Sin embargo, a pesar de todos los intentos por salvar su vida, el agente fallecía el 2 de octubre.

El atentado de produjo sobre las 23.20 horas, cuando Vicente Montoya, adscrito al servicio de escoltas de la Jefatura de Bilbao, se aproximaba para tomar su vehículo, en el barrio baracaldés de La Paz. La bomba se accionó al poner en marcha el vehículo. La onda expansiva de la bomba también alcanzó a la mujer del agente, que en ese momento estaba asomada al balcón de su domicilio. La esposa de Vicente Montoya sufrió heridas de metralla de carácter menos grave.
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Re: COMO OCURRIÓ

Notapor TE DUCK QUEEN » Mar Sep 27, 2011 3:04 pm


POLICIA NACIONAL D. FRANCISCO JESUS ANGUAS BARRAGAN

Policía de la Brigada Político Social del movimiento franquista. Miembro del Grupo Especial contra el MIL. Murió en Barcelona, el 25 de Septiembre de 1973, a raiz de un tiroteo en la detención de Salvador Puig Antich y otros miembros del MIL. Tenía 24 años.
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DESACTIVACIÓN :
Vaga presunción basada en hechos discutibles
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