Gafas Polarizadas 5.11 |
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Guadianica H,
Volvemos a las andadas. Tu te volatilizas junto a tu
laptop ( con lo fácil que hubiese sido decirme que se te murió el ordenador para no tener que buscar el anglicismo) y yo, tonto de mi, erre que erre, venga a mirar día tras día si apareces o desapareces……
Volvemos a las andadas. Algunos sobrepasan ciertas líneas legales y los reconducimos, legislación y uso legitimo de la fuerza mediante, poco a poco hacia su cauce natural, ese que les llevará hasta el muro de la realidad, cruda y bella, que te trae el paso de los años y el devenir de los lustros.
¿Cómo sabes que no te equivocas? Le pregunté a uno de los detenidos de los desordenes valencianos.
Tu, que cuestionas todo y a todos, ¿Por qué no cuestionas el camino que eliges? ¿Qué o quién te dotó de la razón pura? , el sonido robótico de su nombre por megafonía lo salvó de seguir mirando el suelo durante otros quince segundos. No sabe. No saben. Ya sabrán. El mañana no les importa. Hasta que llega. Y, los devora.
Volvemos a las andadas. Ya está aquí el nuevo recorte. Este general, para que no ladremos, para que los rebuznos, cacareos, berridos, relinchos y chillidos se atenúe en el españolísimo
“mal de muchos” . Otro agujero más de ese cinturón que nos viene dando vuelta y media en la, huesuda y seca, cintura.
Volvemos, que remedio, a las andadas. Esta ciudad que tanto amo y tantas veces odio, regresa con su fiesta grande. Ese compendio de tradiciones que dejó, tiempo ha, de ser nuestro y propio. Millardos de
guiris, madriles, mursianos, quillos, y moritos pateando calles, bebiendo como si se acabase el mundo y convirtiendo lo que fue, en lo que es, anarquía, suciedad, caos, destrucción, y sonrisa pétrea de nuestra fosilizada alcaldesa. El día que pueda, H, el día que tenga lo que he de tener ( dinero, coño, dinero), me marcharé fuera y que la disfruten los que la sienten y aman. Mientras tanto, como estos últimos años, ya que no me dejan dormir, me dedicaré a vestir el uniforme noche tras noche y encantar serpientes con este humor tan mío, tan fino, tan amable, que no deja pasar una, aún sabiendo y sintiendo que ni se me escucha ni se me atiende.
Volvemos a las andadas. Algún insolado mental decide, ridículamente, zarandear el regio árbol donde nos cobijamos unos cuantos muchos, para ver si
el agricultor se siente abandonado a su suerte y, abandona. Una rápida reacción en cadena. Un sorprendente y orgulloso cierre de filas. Una eliminación quirúrgica de grietas y huecos, hace que me sienta parte de algo digno de admiración. Recuperamos, letra a letra, en todo su significado y esplendor, la palabra compañerismo. Esta vez, otra vez, siempre, volvemos a las andadas.
Tuyo en la
malafollá, la traca cansina y exacerbante, los cortes de tráfico imposibles, y la aledaña suma de otro dígito, S.