Aunque nos siguen amenazando, vaya novedad por otra parte viniendo de estos asesinos, al otro lado de la frontera desde lo de las Landas ni se mueven. Dentro de no mucho se va a juzgar a dos etarras por el intento de asesinato de un gendarme (allí eso es algo muy serio, no como aquí), uno de ellos, Ibon "Susper" Frenández Iradi, a intentado excusarse de varias maneras (pese a que las pruebas dicen que miente) y se les vé que no son tan gallitos cuando es la justicia gala la que los juzga, y yo tengo una duda: ¿en que falla la nuestra? me imagino que no quieren abrir dos frentes de lucha a la vez, aunque desde el atentado de las Landas empiezo a dudarlo, ¿pero por qué ese miedo a las condenas en Francia por matar policias y aquí en España aprovechan el juicio para amenazar al juez?.
El tabú francés
‘Susper’ va a ser juzgado en París por dejar al borde de la muerte a un gendarme en un atentado que casi declara la guerra total entre Francia y ETA, seis años antes de los asesinatos de Capbreton
21.01.08 - 11:07 -
fernando iturribarrí
PARÍS. DV. El 28 de noviembre de 2001, seis años antes del atentado de Capbreton, ETA estuvo a punto de romper su último tabú: matar a un miembro de las fuerzas de seguridad galas en Francia. Una de las ocho balas que malhirieron aquel día al gendarme Gérard Larroudé en los alrededores de Pau le alcanzó en el ojo izquierdo. Ibon Fernández Iradi, Susper, va a ser juzgado a partir del 4 de febrero en París por tentativa de homicidio voluntario de un militar en el ejercicio de sus funciones con fines terroristas, cargo que le expone a la cadena perpetua.
El proceso se celebra cuando ETA acaba de renovar su tácito pacto de no agresión a los agentes franceses a quienes excluye del anuncio de que atentará contra sus colegas españoles, también en Francia, divulgado tras los asesinatos de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero el pasado 1 de diciembre en Las Landas.
«Rápido, rápido. Hay que intubarlo. ¿Cuál es su grupo sanguíneo?». El gendarme Larroudé no tuvo fuerzas para responder al teniente de los bomberos de Moneim. Fueron las últimas palabras que escuchó antes de perder el conocimiento, tendido semiagonizante en una cuneta de la cuesta de Castet, un repecho de la carretera a Lucq de Béarn (Pirineos Atlánticos). Cuando se despertó, una semana más tarde, se encontraba en el servicio de reanimación del hospital de Pau donde había librado una victoriosa batalla contra la muerte en coma artificial.
Tras nueve meses de baja, volvió a trabajar pero en labores administrativas. Hoy este vascofrancés natural de Mauleon es parte civil en el juicio de París, el milagroso sobreviviente a dos ráfagas del 9 ‘parabellum’ que casi declaran la guerra total entre ETA y Francia.
El cuerpo presentaba cuatro impactos abdominales responsables de una doble úlcera en intestino delgado y colon, un impacto en el brazo derecho causante de una lesión en la arteria humeral, un impacto en el muslo izquierdo, otro en medio del tórax y otro al nivel del ojo izquierdo sin herida penetrante. En el jersey del uniforme se contabilizaron 16 orificios y en la camisa, trece. El pantalón y el calzoncillo habían sido atravesados por una sola bala. Fragmentos de plomo de uno de los proyectiles, que perforó el cinturón y la cartuchera, inutilizaron su arma reglamentaria, que no llegó a desenfundar.
En una pista forestal
Aquella tarde el gendarme Larroudé había acompañado a su superior, el sargento mayor Frédéric Moussi, a una entrevista con el alcalde de Lucq de Béarn en el marco de las pesquisas sobre los dos etarras –aún no identificados– que once días antes habían acribillado a tiros al motorista de la Gendarmería Bernard Carrau en Sauvagnon, otro pueblo de la comarca. De regreso a su cuartelillo, a eso de las cinco y media de la tarde, a la salida de una curva observaron a dos individuos junto a dos Renault Clio aparcados a la entrada de una pista forestal en un pinar que les infundieron sospechas.
Moussi se fue al coche patrulla, un Peugeot Expert, a comprobar por radio el permiso de conducir auténtico entregado por Agustín Figal y Larroudé se guardó en el bolsillo el carné falso que le dio Fernández Iradi, quien le contó que eran estudiantes españoles en la Universidad de Pau y que los coches, uno gris y otro verde, eran de sus tíos. El gendarme inspeccionó el Clio gris y encontró junto a la palanca de cambios una riñonera en la que palpó un arma de fuego. A partir de este hallazgo, desencadenante del tiroteo, las versiones sumariales divergen.
El gendarme sostiene que Susper sacó una pistola de la cintura, le apuntó y abrió fuego a una distancia de apenas dos o tres metros sin darle tiempo a parapetarse. Recuerda que le llegaron «cuatro bolas de fuego» al abdomen, cayó al suelo, perdió el sentido y cuando lo recobró oyó un coche arrancar en tromba y pensó que agonizaba en la cuneta.
Fernández alega que, al ver al gendarme con la riñonera en la mano, comprendió que no les iban a dejar irse. Entonces sacó su arma y con el brazo tendido le apuntó primero a él y luego al suelo para darle a entender que se tumbara. Pero el militar agarró a modo de escudo a Figal, que intentó zafarse y ambos cayeron a tierra. Cuando el agente se levantó, le notó muy nervioso, pensó que les iba a matar, que era cuestión de él o ellos y comenzó a tirar.
La reconstrucción de los hechos, realizada en el mismo lugar el 24 de junio de 2003, los peritajes balísticos y los exámenes médicos establecen que hubo dos series de disparos. Tras las primeras cuatro bolas de fuego en dirección al abdomen, hubo otros cuatro tiros efectuados a metro y medio por la espalda a un hombre malherido, que sangraba abundantemente y reptaba por la cuneta en dirección al furgón, pese a estar ya inconsciente, en un reflejo de supervivencia.
Junto a otros quince cargos, Susper rendirá cuentas por la tentativa de dar voluntariamente muerte a Gérard Larroudé con las circunstancias agravantes de que la víctima era un militar de la Gendarmería en el ejercicio de sus funciones y de que los hechos están relacionados con una actividad terrorista. La acusación considera que el asesinato resultó frustrado por circunstancias independientes a la voluntad del agresor, en concreto, la apariencia de muerto del herido, la presencia de otro gendarme, la prontitud de los socorros y la calidad de la atención asistencial.
A Figal, objeto de ocho cargos, se le imputa complicidad por haber brindado ayuda conscientemente al apartarse de la víctima, de tal manera que se encontrara en el campo de tiro del autor de los disparos, y por haberse abstenido voluntariamente de intervenir.
«Nunca tuve la intención de matar»
«Reconozco mi militancia en el seno de Euskadi Ta Askatasuna. ETA jamás ha querido cometer atentados o acciones armadas contra la policía o la gendarmería en territorio francés. Por consiguiente, yo nunca tuve la intención –y pienso que tampoco ningún militante de Euskadi Ta Askatasuna– de suprimir la vida de nadie en suelo francés».
Esta explicación preliminar prologa las declaraciones sumariales de Ibon Fernández Iradi, en las que insistió en que dispuso de varias oportunidades para matar a los dos gendarmes. Incluso precisó que, de haber querido asesinar a Larroudé, le habría resultado posible «meterle una bala en la cabeza» cuando yacía malherido en la cuneta.
Susper envió posteriormente una carta a la jueza antiterrorista Laurence Le Vert en la que puntualizaba que nunca había pronunciado esa frase, que parecía expresar desprecio por su parte hacia el gendarme y que estaba acostumbrado a meter balas en la cabeza. En la misiva, remitida a la magistrada instructora del sumario el 8 de octubre de 2004, alegaba que se había producido un error de traducción en el interrogatorio pues él había dicho que «habría podido disparar a la cabeza». La víctima fue herida en un ojo.
El ex dirigente de ETA, que llegó a liderar el aparato militar, asumió «totalmente» ante Le Vert el comunicado publicado el 13 de diciembre de 2001 en Gara en el que ETA calificaba los tiroteos a gendarmes de aquel otoño como «enfrentamientos involuntarios y fortuitos» acaecidos contra su voluntad. «Estos enfrentamientos tienen como origen a los gendarmes de la República Francesa, que oprimen a Euskal Herria y niegan sus derechos democráticos», exponía.
La instrucción ha llegado a la conclusión de que Susper abrió fuego para evitar su arresto por unos gendarmes que no tenían ninguna intención de oprimir al pueblo vasco pues ni siquiera sabían que las personas controladas eran etarras. En el auto de procesamiento, la magistrada replica que aquel comunicado no debe ser interpretado como la expresión de una voluntad pacifista sino como una declaración de guerra de ETA a las fuerzas del orden francesas.
Tras el atentado de Capbreton, ETA acaba de anunciar que actuará contra «las fuerzas y aparatos represivos del Estado español, sea en el lugar que sea». Es decir, a partir de ahora, contempla atentar de manera deliberada en suelo galo contra los policías y los guardias civiles españoles, pero no contra los franceses. Persiste el tabú.
http://www.diariovasco.com/20080121/mas-actualidad/politica/tabu-frances-200801211107.html