A UN AÑO DEL ATENTADO DE BARAJAS..T-4

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A UN AÑO DEL ATENTADO DE BARAJAS..T-4

Notapor EL LOBO » Dom Dic 30, 2007 11:59 am


La Policía sólo tiene la foto de una mano como único dato de los asesinos de la T-4
La Policía sólo tiene la foto de una mano como único dato de los asesinos de la T-4
VICTOR INCHAUSTI La Policía Científica trabajó en las ruinas durante casi un mes
DOLORES MARTÍNEZ. MADRID.
Se cumple hoy un año del atentado con el que ETA dinamitó la T-4 del aeropuerto de Barajas y acabó con la vida de los inmigrantes ecuatorianos Carlos Alonso Palate Sailema y Diego Estacio Sivisapa. Con aquella salvajada, la banda hirió de muerte al «proceso de paz», pero en la larga agonía, que se prolongó hasta junio, se mantuvieron las reuniones entre representantes del Gobierno y de «Ternera».
ETA hizo una auténtica acumulación de fuerzas. Es el diagnóstico que un año después hacen expertos en la lucha antiterrorista sobre el atentado. Del autor material se tiene una imagen, la de su mano izquierda, cuando la extiende para recoger el ticket del parking del aeropuerto de Barajas. Sin embargo, el rostro de la alimaña se escapó al ojo de la cámara. Su afán asesino fue tan bestial que todas las cifras que rodean a la explosión son tremendas: el fuego alcanzó los mil grados, se acumularon 10.000 toneladas de escombros; la zona afectada fue de 5.000 metros cuadrados sobre un total de 9.300; nunca hasta entonces un atentado había causado daños económicos tan elevados; 300 muestras tomaron los Tedax, y la inspección de campo de la Policía Científica, que duró desde el 30 de diciembre hasta el 24 de enero -las 24 horas del día- fue la más larga de la «historia terrorista» de España. Fue, en fin, un trabajo tan minucioso que los agentes sólo se retiraron de la «zona cero» cuando tuvieron el pleno convencimiento de que no había restos humanos en la colosal cordillera de escombros formada con los restos del aparcamiento.
Es decir, los efectos fueron directamente proporcionales a las intenciones de los etarras, que por aquellas fechas, y también en las posteriores -hasta el 6 de junio-, mantuvieron vivos sus contactos con el Gobierno. Elaboraron un arma demoledora con la que causar el mayor daño posible y en consecuencia confeccionaron la furgoneta bomba con uno de los explosivos más destructivos del planeta: el hexógeno, sustancia de uso militar que contienen las granadas de carga hueca para destruir blindados. También una carga nitrada (amosal o amonal) formaba parte de la bomba. Las cantidades de un producto y otro no han podido ser determinadas por los especialistas que, a falta de datos exactos, hacen una estimación de unos 200 kilos.
Pero para atentar en plena tregua, ETA no sólo echó mano de uno de los explosivos más potentes, sino que con él fabricó una «sofisticada» bomba, como la calificó el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. El artilugio asesino fue montado en un taller que ETA tenía en Cahors (Francia). La Guardia Civil y los Reseignement Généraux dieron en septiembre de 2007 con el escondite y cazaron a sus moradores. Uno de ellos era Luis Ignacio Iruretagoyena Lanz, que, además de veterano etarra, está considerado como uno de los máximos expertos en explosivos. Sus manos confeccionaron la bomba que el 30 de diciembre de 2006 acabó con la vida de los dos inmigrantes y puso en un callejón sin salida las esperanzas puestas por Moncloa en su «proceso de paz».
En el barrio de Payrat de Cahors tenían alquilada una casa de cuatro habitaciones. En una construyeron una especie de cabina de plástico para manipular el amonal y el cuarto de baño también lo usaban como laboratorio para realizar las mezclas de explosivos. En el registro, los agentes se incautaron de sustancias para elaborar explosivo, pero no se halló hexógeno, producto que, hasta la T-4, empleó ETA por última vez en el coche bomba que mató a una niña de 6 años y a un transeúnte en Santa Pola.
El secuestro
Tan destructiva sustancia, integrada ya en la estructura de una bomba, Iruretagoyena la puso en manos de unos individuos cuyas identidades aún se desconocen. Pero antes de llegar a Madrid, tres de ellos secuestraron en la localidad francesa de Luz Ardiden a un vecino de Villafranca de Ordicia que estaba haciendo montañismo. Los criminales le robaron su furgoneta Renault Trafic y le mantuvieron retenido desde las nueve de la noche del día 27 hasta las diez de la mañana del 30 de diciembre. Lo pusieron, pues, en libertad cuando la bomba que trasladó su coche desde el sur de Francia hasta Barajas había estallado. De esta forma, los etarras lograron que las Fuerzas de Seguridad no se pusieran en alerta por la denuncia del robo del vehículo.
Consiguieron así desplazarse a Madrid abordo de la furgoneta -ya convertida en bomba- Renault Traffic, 6054 DKY, bastidor VF11JLDCA65V227703, granate, con barras portaesquíes y dos pares de esquíes en ellas. A las 18,43 horas del 29 de diciembre de 2006, según la cámara de seguridad, y a las 18,51, según el registro del ticket, la caravana de la muerte entró en el parking D de la T-4. La suerte quiso que, pese a la tremenda destrucción y el fuego infernal, la Policía Científica pudiera recuperar los discos duros de los ordenadores que controlan la entrada al estacionamiento. Gracias a ello se sabe cómo es, al menos, una de las manos ejecutoras del atentado. Es la única imagen que hay del terrorista o terroristas. El objetivo de la cámara filmó cómo un sujeto, tras bajar la ventanilla de la puerta del conductor, saca la mano izquierda para recoger el ticket del aparcamiento. Es lo único que hay de él.
Aliadas de ETA
Por ello, los investigadores guardan como oro en paño la imagen porque aún no han perdido la esperanza de que sirva para identificar al criminal. No sería la primera vez que algo así sucediera con una prueba de estas características.
Tras sacar el ticket, el conductor se dirigió a la planta segunda del parking D y se situó en la plaza 311. Allí permaneció toda la noche. Las cámaras la filmaron en varias ocasiones, pero ni una sola toma hicieron de cuando el ocupante o ocupantes la abandonaron y huyeron de la zona. Parece como si la lente del objetivo se hubiera aliado con el mal.
El primer aviso de la existencia de esa máquina mortal en el aeropuerto de Barajas se tuvo a las 7:55 de la mañana del día 30. Un comunicante, en nombre de ETA, alertó desde un móvil de que en el aparcamiento estaba colocada una furgoneta cargada con decenas de kilos de explosivo. «No intenten desactivarla», dijo el criminal, quien además señaló el lugar exacto donde estaba estacionado el vehículo, su marca, modelo, color , matrícula y la hora de la explosión: las 9:30.
Tras esta llamada a la DYA, entre las 8:00 y las 8:05 se recibió una segunda en el parque de Bomberos de Madrid. El comunicante dio los mismos datos. Finalmente, a las 8:30, una tercera llamada al 112 de Guipúzcoa, esta vez desde un línea fija, los reiteró.
Treinta minutos antes de la hora anunciada por los terroristas, el hexógeno y carga nitrada estallaron. Eran las nueve de la mañana. Aunque el aparcamiento fue prácticamente desalojado, las cámaras de seguridad recogieron a personas corriendo por los pasillos mientras que a sus espaldas caían cascotes.
Fueron a los inmigrantes Estacio y Palate a los que ETA les preparó la peor suerte, en especial el primero, que perdió la vida por dos metros de distancia. El joven dormía en el interior de su coche -un Renault Clio de color blanco-, estacionado en la plaza 614 de la primera planta (el parking tenía cinco). Sobre él, como si por encima hubiera tenido un gigantesco embudo, cayó todo el peso de las cuatro plantas superiores. El desplome del hormigón se centró en este punto mientras que a dos metros de distancia de donde dormía Estacio el techo aguantó lo suficiente y ningún coche resultó aplastado.
En medio del infierno, hubo dos momentos de alivio. El primero, a las seis y veinte de la tarde del 3 de enero, cuando se localizó el Renault Clio en el que se había quedado dormido Palate (ocupaba la plaza 403 de la planta 0). Un bombero descubrió que en el interior del turismo había un cuerpo, pero no pudo ser rescatado hasta las nueve y cuarto de la noche del día siguiente. Eran tantos los escombros que tenía encima que fueron necesarias veinticuatro horas para retirarlos.
Equilibrio precario
El segundo momento de alivio llegó también el día 4 a las ocho y diez de la noche. Agentes de la Comisaría General del Policía Científica y bomberos trabajaron horas y horas en una situación de «equilibrio precario por alto riesgo de desprendimiento» en la zona donde se localizó el coche de Estacio. A las tres menos veinte de la madrugada del día 5, los policías consiguieron introducir una microcámara endoscópica en el turismo para conocer la zona y planificar, así, el rescate. Con la ayuda de este ojo-guía, a las nueve y veinte de la mañana del día 6 fue recuperado el cuerpo. No obstante, hasta el 24 de enero la Policía no abandonó la zona.
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