25 años después...

Temas relacionados con terrorismo nacional o internacional

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25 años después...

Notapor B.C.I. » Dom May 30, 2010 5:40 pm


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Diario de Navarra escribió:25 años del asesinato por ETA del joven Alfredo Aguirre y un policía en Pamplona


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La tragedia se cruzó en sus vidas sin conocerse de nada. Una bomba que la banda terrorista ETA hizo explosionar en la Bajada de Javier el 30 de mayo de 1985 se llevó por delante la vida del joven de 14 años Alfredo Aguirre Belascoáin y del Policía Nacional Francisco Miguel Sánchez, de 31. La detonación se produjo a las 21.



40 horas, justo cuando el adolescente tocaba el timbre de casa de una vecina y el Policía Nacional se aproximaba al portal donde se produjo la explosión, alertado por una "llamada trampa". Sus muertes conmocionaron a la sociedad navarra, que salió a la calle en una manifestación que reunió a 70.000 personas, según se cifró en su momento.

Diario de Navarra reconstruye en dos días este atentado, del que hoy se cumplen 25 años exactos y que se cobró la víctima más joven de las que la sanguinaria banda ha asesinado en Navarra en toda su historia.

Homenaje a las víctimas

Varios actos rendirán homenaje a estas víctimas. Hoy, a las 18 horas, se celebrará una misa en la residencia de Amma Oblatas, en Pamplona. Mañana, a las 20 horas, en la plaza Compañía, el colectivo Libertad Ya se concentrará en memoria de los tres muertos en Navarra a manos de ETA en 1985: Alfredo Aguirre, Francisco Miguel Sánchez y el general Juan Atarés, asesinado el 24 de diciembre. También se cumplen hoy siete años del asesinato en Sangüesa de los policías nacionales Julián Embid y Bonifacio Martín.


Diario de Navarra escribió:"Me gustaría poder hablar de él sin llorar"

Después de 25 años de dolor en silencio, Mari Carmen Belascoáin se ha decidido a hablar. Es su manera de homenajear la memoria de su hijo, Alfredo Aguirre, asesinado por ETA hace 25 años, cuando tenía 14, en la Bajada de Javier.

"Alfredico era un besucón, un cariñoso, un fuera de serie. Se ve que no era de este mundo y así se me fue"
"Estaba sangrando. Corriendo, lo cogí y le dije: ¿Qué te han hecho, hijo mío? ¿Qué te han hecho?"
"Lo que más duro me ha resultado de estos años ha sido ver salir de la cárcel a la asesina de mi hijo, toda jocosa, como si fuera una heroína"


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Después de un cuarto de siglo guardando el dolor entre cuatro paredes, las de su casa, Mari Carmen Belascoáin Tabar ha dado el paso de compartir su historia. Comienza su relato con entereza, pero no puede evitar emocionarse al recordar la terrible experiencia de ver cómo su hijo pequeño, Alfredo Aguirre Belascoáin, moría desangrado con 14 años, tras la explosión de una bomba de ETA camuflada en una bolsa de plástico frente al número 16 de su calle (él residía en el 13).

No ha superado el trauma de sobrevivirle, aunque poder honrar de algún modo su memoria le anima a volver sobre aquellos momentos, de los que hoy se cumplen 25 años. Acompañada de su otro hijo, Luis, dos años mayor que Alfredo (su marido, con una salud muy delicada, se encuentra ingresado en la clínica Padre Menni, en Pamplona), responde, dejándose llevar por la nostalgia y el cariño. No está acostumbrada a las entrevistas, se disculpa. Es la primera vez que se enfrenta a una.

Han pasado 25 años y la emoción todavía sigue a flor de piel...

"Sí, soy toda temblores. Y más estos días en los que me vienen muchos recuerdos... Ay, lo que más me gustaría es poder hablar de él sin llorar... Sobre todo ahora, que físicamente estoy tan debilucha, con este hijo que me queda, siempre tan pendiente de mí, que no tiene ayuda de su hermano para turnarse ni nada... Lo de Alfredo... Siempre, siempre, continuamente me estoy acordando de él..."

¿Cómo era Alfredo?

"¿Cómo era? Pues no es que yo lo diga, lo decía todo el mundo, todo el barrio lo decía igual. De otros se dice después lo buenos que eran, cuando han muerto, pero de éste me lo decían todos en vida. Todos. Tenía un don de gentes... Impresionante, saludando a todo el mundo, siempre contento, siempre cantando. Llegaba a casa y me decía: "Mamá, enséñame a bailar" y se ponía a bailar conmigo. Un besucón, un cariñoso, un fuera de serie... Que se ve que no era para este mundo y así se me fue... Me han chafado la vida entera, entera... Para los calendarios hará 25 años, pero para mí son 5 días. Estoy igual..."

El dolor no amaina...

"Nunca. A todas horas está ahí. Estando así, mayor, sola, débil, recurro mucho a pensar en el hijo que ya no está aquí. Es un decir y dónde está y cómo está, a diario, y me oirá o no me oirá... Esto que nos pasó a nosotros es una angustia para toda la vida. Dice la gente que han pasado 25 años. Para mí no ha pasado nada. Días."

¿Cómo fue aquel 30 de mayo?

Mi marido y yo estábamos dando una vuelta por el Club Natación, éramos socios. Él estuvo un rato allí y luego subió a casa y cogió la bici. Cuando llegamos a nuestra calle, estaba andando en bicicleta. Recuerdo que le dije que no andara por allí, que eran calles muy estrechas (entonces aún podían circular coches por el casco viejo) y te pueden atropellar. Y él, nada, siempre con una sonrisa de oreja a oreja, me dijo: "Mami, tranquila, ellos son los que tienen que guardar las distancias".

Recuerda cada detalle de aquellas horas...

"Los he revivido muchas veces. Nosotros vivimos en el 13 de la calle y es en el número 16 donde pasó todo. Allí vivía una amiga mía con su madre, que era una mujer mayor, de unos 80 años. Mi marido y yo subimos un momento porque me había pedido que le pusiera unas flores en un jarrón. Yo tenía mucha maña. Estaba colocándolas y Alfredico se había ido a dejar la bici en la bajera. La guardábamos ahí. Entonces oí dos timbrazos de abajo. Siempre, cuando era alguien de casa, llamábamos con dos timbrazos, para saber que era de la familia. Nada más oírlos, acto seguido, fue el boom. Tremendo, una explosión muy fuerte. Cayeron cuadros, cristales y de todo. Bajé como una loca al portal y estaba todo destrozado. En la puerta había un cuerpo tendido. Yo creí que era mi hijo y lo cogí en brazos. Pero no era Alfredo. Era el policía (en la explosión murió también el policía nacional Francisco Miguel Sánchez). Entonces levanté la vista y vi, allí, en medio de la calle... a mi hijo. Estaba tirado. Con una bota de deporte que había estrenado aquel día; se le había caído, estaba allí, a su lado. Estaba sangrando. Corriendo, lo cogí y le dije: "Hijo mío, qué te han hecho. ¿Qué te han hecho?". Pobrecico. Yo creo que aún estaba vivo porque todavía movía la boca. Todavía movía la boca... Pero claro, se desangró. Era todo un reguero de sangre."

¿Fue con él al hospital?

"Después de eso ya tengo todo más borroso en la mente. Recuerdo que quería ir con él en la ambulancia, pero no me dejaron. Ya no volví a ver a mi hijo. Luego lo clásico, supongo, con todas las autoridades, estaba allí todo el mundo, pero yo sólo quería que me dejaran en paz. Verlo e irme a casa. Recuerdo que me entretenían, que querían darme agua, que supongo que en aquel agua habría alguna pastilla; y yo no quería pastillas. Yo quería sentirlo todo. A lo vivo. No me dejaban irme y allí estaban en fila todos los políticos. Todos dándome la mano... Qué horror. Yo les dije que les agradecía muchísimo su gesto, pero que no me consolaba nada. Nada".

¿Supo desde el primer momento que había sido una bomba?

"Yo pensé en lo que nos dijo el niño, que una mujer embarazada había dejado una bolsa en la puerta de la casa, que había estado dando vueltas con la bolsa hasta que la dejó en la puerta. Y vimos allí una bolsa, pero no le dimos ninguna importancia. Luego nos contaron que lo tenían todo planeado".

¿Usted pensó que podía ser ETA?

"Sí, lo pensé. Lo que pasa es que estaba tan loca, tan embarullada... Sólo hacía unos días que habían puesto una bomba a ese pobre hombre, Izquierdo, que le dejaron sin dos piernas y sin un brazo. Ese día estaba yo con mi hijo Alfredo, comiendo los dos y claro, comentábamos la desgracia de este señor, lo que le había pasado y yo empecé a llorar viendo la televisión. Él me dijo entonces: "No les hagas caso, que los políticos siempre dicen lo mismo". Y... Y con eso nos quedamos. Porque a los días se nos fue".

Ha tenido que ser muy duro...

"Lo que más duro me ha resultado es haber vivido la salida de la cárcel de la asesina de mi hijo, Mercedes Galdós. Toda jocosa y feliz, con la gente esperándola para recibirla como si fuera una heroína. Eso lo he sentido como imperdonable. Ahora no sé si se cumplen más años, pero entonces... Le echaron muchísimos y ¿cuántos pasó? Ni lo sé. Cada vez que pienso en eso lo quiero olvidar. Dicen que le redujeron la condena por buena conducta. Y yo escucho eso y me río, buena conducta, qué querían si no, ¿que se liara a tiros allí dentro, en la cárcel?"


Diario de Navarra escribió:"Nunca he regresado a Pamplona porque todavía siento miedo"

Tenía 7 años cuando su padre, el agente de la Policía Nacional Francisco Miguel Sánchez, murió asesinado. Sevillana de 32 años, mañana regresará a Pamplona por primera vez desde el atentado. No lo ha hecho antes por miedo
"Me he criado sin padre y mi hijo no conocerá nunca a su abuelo, mientras la asesina de mi padre vive tranquilamente"


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A la una de la madrugada uno de los compañeros de Francisco Miguel Sánchez, agente de la Policía Nacional, tocó el timbre de la puerta del domicilio, un séptimo piso del barrio de Orvina. Manuela Muñoz, natural de Sevilla y de 29 años de edad, abrió la puerta. El agente de la Policía Nacional que tenía enfrente era uno de los mejores amigos de su esposo, y sobre él recaía el mal trago de comunicar lo que a nadie le gustaría decir. Su marido había muerto por una bomba de ETA.

Varias mujeres, esposas de agentes de la Policía Nacional, le acompañaron en este duro trance hasta el Hospital de Navarra. Verónica, una de sus hijas, tenía entonces 7 años. Los recuerdos de aquellos días se entremezclan con lo que le fueron contando después. Su madre, y viuda de Francisco Miguel, falleció hace cuatro años por una enfermedad. Verónica Miguel, natural de Sevilla, residió en la capital navarra desde que tenía 1 año hasta que murió su padre. Mañana, con motivo del homenaje que rendirá la asociación Libertad Ya, será la primera vez que regrese a Pamplona desde que ocurrió el atentado.

¿Qué recuerdos tiene de su padre?

"Me lo pasaba genial con él. Aún me acuerdo cuando me enseñaba a andar en bici, los cuentos que me regalaba por Reyes o cuando los dos cantábamos y nos grabábamos en un radiocassette. Era una persona realmente amigable que siempre estaba de risas. No tenía miedo de nada. Su muerte fue para mí un golpe muy duro".

¿Cómo se entera de la noticia de la muerte de su padre?

"Al principio no me querían contar nada. Me acuerdo que mi madre regresó a Sevilla en avión con el féretro, esto lo supe después, y nosotras volvimos en autobús con nuestros tíos. Entonces, sólo preguntaba dónde estaba papá. Fue una prima quien me lo contó de repente después de escuchar unos comentarios. No me esperaba oír algo así. Aún tengo grabado ese momento en mi mente".

¿Cómo se le explica a una niña de 7 años que su padre ha sido víctima de un atentado de una banda terrorista que se llama ETA?

"Pregunté a mi madre varias veces sobre el tema, pero no sabía cómo explicármelo. Es normal. Ella sólo tenía 29 años. Ahora tengo 32 y me costaría contárselo a mi hijo. Conforme iba creciendo me iba contando más cosas adecuadas a mi edad. Al principio, cuando me enseñaba recortes de prensa, yo no me lo creía. Pensaba que no iba conmigo. Ver las fotos del entierro es algo que me afectó bastante".

¿Hablar del atentado era un tema tabú en su casa?

"No, nunca fue un tema tabú. Siempre que ha habido que hablar del tema, lo hemos hecho. Quería saber la verdad. Me llevó mucho tiempo digerir que mi padre ya no estaba. Durante muchos años tuve que ir a psicólogos".

¿Ha pensando alguna vez en regresar a Pamplona para ver el lugar donde murió su padre?

"Si no hubiera sido por el homenaje que Libertad Ya le va a hacer, creo que no hubiera regresado a Pamplona".

¿Por qué?

"Mi madre siempre tuvo miedo. Me pedía que dijera en el cole que mi padre era bombero ante el temor de que pudiera pasar algo. Veo que no sirvió de nada... La madre de Alfredo Aguirre, el niño que murió en el atentado junto a mi padre, habló varias veces con mi madre. Se interesaba por nosotras y nos invitó en alguna ocasión al lugar".

¿Sigue teniendo miedo?

"Solo sé que aunque vaya a Pamplona no dejo de tener un poco de miedo. Creo que aún hay muchos simpatizantes de ETA, y pienso que puedan hacer alguna de las suyas para fastidiar. Así no se puede vivir, con el miedo de salir a la calle y sin saber con quién te cruzas caminando. Eso es algo que en Sevilla no pasa. No tienes la necesidad de preocuparte por un tema como éste".

¿Cómo contará a su hijo quién era su abuelo?

"Lo haré como me lo dijeron a mí. No me andaré con rodeos".

¿Ha pensando alguna vez en la asesina de su padre?

"Tengo guardada la sentencia, y también su foto. Siempre me he preguntado qué sería de ella. Intento no pensar en ella porque no se lo merece. Eso es lo que quieren estos asesinos, pero creo que dándoles de lado se les hace mucho más daño. Supongo que la asesina de mi padre estará viviendo tranquilamente, sin ningún tipo de remordimiento cuando yo me he tenido que criar sin padre y mi hijo no va a poder conocer nunca a su abuelo".


Diario de Navarra escribió:"Eran años muy duros, en los que un muerto tapaba a otro cada pocos días"


Los días posteriores debieron de resultarle muy intensos. ¿Cómo vivió la reacción del colegio, de Jesuitas, la manifestación multitudinaria de repulsa...?

"Yo estaba muy empapada en lo mío. Simplemente recuerdo que desde Jesuitas, donde iba mi hijo, nos mandaron mucho cariño. A la manifestación no acudí. No me sentía con fuerzas. Sí recuerdo que el funeral, en la parroquia de San Agustín, fue muy emotivo. Me dijeron que fueron muchísimas las personas que se quedaron fuera. Pero a mí lo que me dijeron, porque yo estaba en una nube..."

¿Ha sentido el calor de la gente en estos 25 años?

"Sí, pero ya sabes lo que pasa. En aquellos tiempos había un muerto cada poquito tiempo y el dolor de uno tapaba el del anterior y así siempre... Al final, el dolor se ha quedado dentro de cada casa".

Cada atentado que ha vivido después le habrá hecho, de alguna forma, revivir su dolor.

"No sabes bien. Era una situación extraña. Quería saber pero a la vez, no. No podía. Se me venía encima todo el recuerdo. Y con él, una gran angustia".

De cara al 25 aniversario de su asesinato, se preparan homenajes como el de Libertad Ya.

"Todo lo que se haga por él me parecerá bien. Me cuesta mucho bajar al cementerio, pero de vez en cuando me obligo y voy. Cuando limpio el panteón siento como si le estuviera haciendo la cama otra vez, como cuando era pequeño... Me acuerdo de él todos los días. A veces me echo a llorar y pienso que no tengo la suficiente fe. Pero es que no la tiene nadie. Ni el mayor predicador. Es muy difícil. Yo he llegado a decirle a Dios que no sé lo que quiere de mí..."

¿Hay algún detalle en especial que le recuerde a su hijo?

"Muchos. Era muy aficionado al piragüismo. Como su hermano era algo mayor y traía a casa algún trofeo, Alfredico se ponía como loco queriéndose igualar a su hermano. Tenía predilección por él. También le gustaba mucho el baloncesto. La víspera de lo que pasó, por ejemplo, bajé al Club Natación a buscarlo y estaba jugando un partido. Como vi que aún tenía para un rato, le dije que me subía y me respondió que no. "Que no, mami, espérame, que enseguida terminamos". Y mientras le veía jugar en la canasta que había allí en el frontón pensaba que venía muy espigado, muy alto. Pienso que ese deporte seguramente le habría gustado".

En el casco viejo aquellos fueron años muy violentos...

"Y tanto. Todos los días estábamos con algo. Todos. Había miedo a cualquier paquete que se veía por allí tirado en la calle. Un día veníamos de un cumpleaños y eran ya las once de la noche. Llegamos a casa y había una bolsa, un paquete en la puerta, arriba, en la escalera. Alfredo fue directamente a tocarlo y yo le pegué un grito. Nos fuimos fuera. Llamamos a la policía, desalojamos la casa entera. Yo le repetía a mi marido que a ver quién nos podría haber dejado ese paquete... Y como estábamos todos los días oyendo cosas de éstas, pues lo mejor que se nos ocurrió fue llamar a la policía. Vino y desalojó. Somos cuatro pisos nada más. Cuando habían salido todos los vecinos fueron a desactivar. Y, fíjate, era una bolsa de leche. Una bolsa que se me había caído a mí al volver de la tienda. Falsa alarma. Y toda la leche derramándose, cayendo por la escalera... Estábamos de psicosis, vaya. Pero mira, eran años tan duros, de poner la radio y a ver quién ha muerto hoy, a ver a quién han matado".

¿Con qué se queda de estos años?

"Estoy muy muy agradecida a todos los amigos de Alfredo que aún se acuerdan de él. Ya son unos hombretones, casados y con hijos, pero me hace ilusión. Me recuerdan a él".

¿Se lo imagina como ellos?

"No lo sé. Él me decía muchas veces que iba a ser famoso. Era muy bromista, muy espontáneo. Le llamaban el Guindi de lo guindilla que era. Estaba lleno de vida. Cuánto me acuerdo de él, si supiera..."


Diario de Navarra escribió:El atentado, paso a paso


Ésta es la reconstrucción, paso a paso, de lo sucedido aquella noche del 30 de mayo 1985.

21.30 horas.

La Bajada de Javier estaba muy transitada, la temperatura invitaba al paseo y en las cercanías de la calle se inauguraba un bar y una casa de discos. Un aviso anónimo al 091 alertaba de que una persona con muestras de estar drogada y que esgrimía un arma blanca molestaba a una familia en un piso del número 16 de esta calle.

Llegada a casa A esa hora, Alfredo Aguirre, alumno de séptimo curso de EGB del colegio Jesuitas de Pamplona, llegaba, procedente del Club Natación, a su domicilio, situado en el número 13 de la Bajada de Javier. El joven subió a su casa, cogió la bicicleta y volvió a bajar a la calle. Se mantuvo por los alrededores. Mientras, sus padres, que también habían estado en el Club Natación, subieron sin su hijo a casa de una vecina, que vivía en el número 16 de esa misma calle, para colocar unas flores.

21.40 horas.

El joven tocó dos veces el timbre de casa de la vecina, costumbre que tenían en la familia para indicar que se trataba de alguien cercano. Acto seguido se produjo la explosión. La madre bajó a toda velocidad al portal, donde encontró todo destrozado. En medio de la calle, la mujer divisó el cuerpo de su hijo ensangrentado.

Bolsa de plástico.

En algún momento entre la llegada de la familia a casa y la explosión, una mujer que simulaba estar embarazada (la terrorista Mercedes Galdós Arsuaga, alias Bittori) depositó una bolsa de plástico en el número 16 de la Bajada de Javier. Una dotación policial se desplazó hasta la zona, alertada por esta "llamada trampa" producida a las 21.30 horas. La bolsa era en realidad una bomba dirigida a los agentes desplazados, que detonó justo en el momento en que se abría la puerta del inmueble del número 16. El impacto le amputó al Policía Nacional Francisco Miguel Sánchez la pierna derecha desde el tercio inferior, la mano derecha y parte de la metralla que contenía el artefacto se le introdujo en el tórax y en el abdomen.

Traslado al hospital

Un Policía Municipal le aplicó un torniquete al agente herido hasta que llegaron los sanitarios, que le trasladaron al Hospital de Navarra. Casi una hora después fallecía. Además, en el atentado resultaron heridos la vecina Gloria Ruiz de Aguilar y los policías nacionales Manuel Barriga Villar, Manuel Tello Barranco y Alfonso Quinta Expósito.

Los terroristas.

Galdós no fue detenida hasta casi un año después. Fue entonces cuando explicó a los agentes que ella y los demás miembros del comando habían oído que "cada vez que se producía un aviso de un acto delictivo a la Policía, acudían rápidamente al lugar uno o dos coches". Decidieron "buscar un sitio donde poner una trampa", llamar al 091, y atentar contra los agentes que acudieran.
La Bajada de Javier les pareció un sitio adecuado "porque era una calle poco transitada, estrecha y con buena visibilidad desde la Plaza del Castillo".

El día anterior, los liberados del comando (Mercedes Galdós, Juan José Legorburu y Juan María Lizarralde) pidieron prestado el coche a uno de sus colaboradores y prepararon en su interior el dispositivo que permitiría activar la bomba mediante un mando a distancia. Propusieron a una colaboradora que fuera ella quien llamase al 091 en el momento previsto.

El 30 de mayo, a última hora de la tarde, Mercedes Galdós salió del piso donde se alojaba en la avenida de la Rioja "disfrazada de embarazada" y "portando en una bolsa el artefacto explosivo, que contenía kilo y medio de Goma 2".
Tomó un autobús hasta el Paseo de Sarasate y fue luego a pie a la Plaza del Castillo, donde se reunió con el colaborador dueño del coche. Prepararon la instalación eléctrica y Mercedes Galdós fue a continuación hasta las inmediaciones del frontón Labrit, donde le esperaba la colaboradora encargada de llamar a la Policía.
Repasaron los detalles y Mercedes Galdós le dijo que dejara pasar diez minutos antes de llamar al 091: era el tiempo que ella necesitaba para dejar la bomba en la Bajada de Javier y meterse en el coche desde el que la haría estallar.
Colocó la bolsa en el portal y se quedó por las inmediaciones, a esperar la llegada de los agentes. Cuando vio que se acercaban, se metió al coche en el que se encontraba su colaborador, y accionó la bomba. Nada más producirse la explosión, se dirigió a un piso de la calle Amaya que también utilizaban. "Tan pronto llegan a esta casa se enteran por el escáner que ha habido un chaval muerto", se precisó.

La detención.

Mercedes Galdós fue detenida el 25 de marzo de 1986. Ella y su compañero Juan José Legorburu fueron abordados en la plaza de las Merindades por varios guardias civiles que les pidieron que se identificasen. Al comprobar que habían sido descubiertos, los dos etarras echaron a correr a la vez que extraían las pistolas que llevaban consigo. Se produjo un tiroteo, en el que ambos resultaron heridos. Los miembros de la Unidad de Servicios Especiales registraron a Bittoriy descubrieron que la mujer llevaba encima una pistola Browning del calibre 9 milímetros Parabellum, una PBM del 6,35, una granada fabricada por ETA y cuatro cajas de munición. Legorburu iba armado con una F.N. del calibre 9 milímetros .

Días más tarde, Galdós fue interrogada a lo largo de más de cinco horas. Reconoció haber participado en un total de 25 atentados que costaron la vida a 17 personas.

19 años de prisión.

Galdós fue condenada a 764 años de prisión por estos asesinatos, cometidos entre 1977 y 1986. Del total de la pena, cumplió sólo 19 años por haber sido juzgada de acuerdo con el anterior Código Penal. De los 30 años de cumplimiento máximo se le descontaron las redenciones que obtuvo por distintos motivos (trabajos en la cárcel, estudios, buen comportamiento, etc.). Finalmente, quedó en libertad el 30 de septiembre de 2005.


Realmente estremecedor... :lazonegro:
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Re: 25 años después...

Notapor trueno2 » Dom May 30, 2010 7:08 pm


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Totalmente de acuerdo con usted estremecedor, son tantos recuerdos fatídicos que cuando se recuerda uno como este que expone encima tambien documentado se me cae el mundo encima ya que me recuerdan tantos´días de luto muy buen hilo.


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