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CRISIS EN ITALIA
Una bomba de 1.000 kilos mata al juez anti-Mafia Giovanni Falcone
Una tonelada de trinitrotolueno hizo volar 300 metros el coche blindado del magistrado
El asesinato del 'superjuez' Falcone y de su mujer agrava la parálisis política italiana
El juez Giovanni Falcone, de 53 años, instructor del maxiproceso de Palermo contra la Mafia y en la actualidad director general en el Ministerio de Justicia italiano, murió asesinado sobre las 18.20 de ayer en Sicilia a consecuencia de un atentado que sufrió cuando viajaba por la autopista de Trapani a Palermo. Una bomba de 1.000 kilos activada a distancia estalló al paso de su Fiat blindado, catapultándolo a una distancia de 300 metros. El bombazo arrancó de cuajo varios centenares de metros de la autopista.Francisca Morvillo, de 36 años, esposa del superjuez Falcone y también magistrada, que le acompañaba en el coche, falleció a las once de la noche, mientras estaba siendo operada en un hospital palermitano. También murieron a consecuencia de la formidable explosión tres escoltas que acompañaban al magistrado en otro vehículo y dos personas ajenas al grupo.
El asesinato de Falcone, al producirse en un momento de grave crisis de la política italiana, ha hecho recordar a muchos ciudadanos los episodios de violencia, nunca suficientemente aclarados, que se registraron en el país durante los años setenta, cuando la Democracia Cristiana (DC), eje y centro de los Gobiernos de posguerra, se dividía en torno a las perspectivas de abrir sus alianzas con el Partido Comunista, hoy disuelto y reconvertido en el Partido Democrático de la Izquierda (PDS).
Nando dalla Chiesa, diputado del movimiento La Rete e hijo del general también asesinado por la Mafia cuando era gobernador de Palermo, el 3 de septiembre de 1982, declaraba ayer: "Me parece difícil no pensar en el contexto de la dificultad surgida para la elección del presidente de la República. Tengo la sensación de que, tras el atentado, haya una estrategia opaca. Por ello, me parece todavía más difícil interpretarlo".
Lo primero que sorprende es que, a plena luz del día y en una zona que, pese a todas las dificultades, hasta ahora no había admitido comparaciones con, por ejemplo, el Líbano, el comando asesino lograra colocar, sin que nadie los detectara, unos mil kilogramos de trinitrotolueno ocultos tras las barreras a ambos lados de un paso elevado de una autovía muy transitada y teóricamente vigilada, ya que sirve de acceso al aeropuerto.
Libre de trabajo
El juez Falcone recorría esa ruta, como muchos otros fines de semana en que, libre de trabajo, se trasladaba desde Roma a su ciudad natal para pasar unas horas de descanso. Estaba de buen humor, según una secretaria de su Ministerio, a la que, por la mafiana, había llamado desde Roma antes de iniciar el viaje. Conducía él mismo su vehículo blindado, su mujer iba sentada en el otro asiento delantero y detrás, el chófer. Más guardaespaldas le seguían de cerca en otro automóvil.
La explosión fue presumiblemente accionada con un mando de control remoto e inaugura un tipo de atentado inédito para la Mafia, que sí había utilizado, en cambio, el procedimiento de coches bombas aparcados en carretera para atacar a otros magistrados.
Sus efectos fueron tan devastadores que apenas ha habido testigos que hayan podido contarlos con precisión, porque la carretera quedó parcialmente destruida y el acceso al lugar del siniestro se vio cortado. Al menos una decena de vehículos resultaron envueltos en la fortísima explosión, que produjo al menos 18 heridos, entre los que había un niño y una pareja de turistas australianos.
Glovanni Falcone, al parecer, todavía respiraba cuando fue sacado de su coche, pero, cuando llegó al hospital de Palermo al que fue conducido, era casi cadáver. Murió minutos más tarde.Sobre su esposa circularon noticias contradictorias. En un primer momento se dijo que su estado era muy grave. Más tarde, que sólo tenía heridas en las rodillas. La noticia final la dio lajefatura de policía de Palermo, en torno a las once de la noche: Francesca Morvillo había fallecido minutos antes, mientras en un hospital trataban de atajar los graves destrozos que la explosión le había causado en las cuatro extremidades.
El atentado fue reivindicado, en una llamada telefónica a la agencia Ansa, por la Falange Armada, una organización fantasmagórica que últimamente se atribuye cuanto de violento ocurre en Italia, incluídos los ataques con bombas reivindicados por la organización terrorista ETA el pasado verano.
Las noticias del atentado sorprendieron a una clase política que continuaba con las consultas para la elección del presidente dela República, tras el fracaso de la votación número 16 realizada durante la mañana de ayer. El ministro del Interior, el democristiano Vincenzo Scotti, y el de Justicia, el socialista Caludio Martelli, viajaron ayer mismo a Palermo.
El presidente del Gobierno en funciones, Glullo Andreotti, manifestó: "Cuando en el centro de una tragedia como ésta se encuentra un hombre como Giovanni Falcone, uno experimenta un sentimiento particular de rabia y de condena. Era un verdadero servidor de la Justica, valeros, independiente y leal. Su lucha contra la Mafia debe proseguir con un vigor redoblado".
'Tas instituciones en crisis se convierten en el mejor acicate para las agresiones criminales. Es preciso reaccionar antes de que la desconfianza termine poratropellarlo todo", señaló, por su parte, el secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Bettino Craxi, mediante un comunicado emitido mientras estaba reunido con el secretario de los socialdemócratas, Carlo Vizzini.
El líder del Partido Democrático de la Izquierda, Achille Occhetto, sugería, entretanto, a los periodistas que tal vez una 'Tuerza oculta" pudiera haber orquestado el atentado para, al crear un caos, acelerar la elección del presidente de la República.
La información llegó también hasta el séquito que acompañaba a Juan Pablo II en Caserta, otra zona azotada por la delincuencia, próxima a Nápoles, que visitaba el Pontífice. El cardenal arzobispo de Nápoles, Michele Giordano, manifestó: "A todos nos conmueve y angustia este episodio, en un momento tan delicado de la vida de la nación. Vemos que la Mafia golpea en el corazón del Estado
"Quien acaricia a un tigre acaba perdiendo un brazo"
La Cosa Nostra se venga de la implacable persecución de un juez
Calificado de sinuoso y sutil, al igual que el paisaje y el tejido social siciliano, el juez Giovanni Falcone reconoció en una ocasión: "quien acaricia a un tigre acaba perdiendo un brazo". Ayer perdió la vida.Falcone era en Italia el símbolo anti-Mafia por excelencia, pero en la actual coyuntura política, su asesinato tiene que tener, por fuerza, un significado adicional, un plus de mensaje. El hecho es que visitas de fin de semana a Sicilia, como la de ayer, las había hecho con frecuencia durante el último año. Las medidas de seguridad eran también las mismas. Entonces, ¿por qué la Mafia ha decidido y, sobre todo logrado, golpearle precisamente en este momento?
Nacido en Palermo hace 53 años, el juez Falcone adquirió notoriedad internacional en la década de los ochenta, al estructurar, a partir de las confesiones del arrepentido Tominasso Buscetta, el primer gran proceso contra la Cosa Nostra. Independientemente de los resultados concretados en la sentencia, siempre discutidos, Giovanni Falcone introdujo" sobre todo, un método en la investigación y una coordinación entre los distintos magistrados que operan en el territorio siciliano, con la que, si no puso en jaque a la Cosa Nostra, sí la hostigó al menos con problemas que hasta entonces no había conocido. Ya el 21 de junio de 1989, Falcone pagó esa combatividad con un atentado fallido de bomba.
El 13 de marzo de 1991, Falcone se trasladó a Roma, como director general de Asuntos Penales y, en la actualidad, era un claro aspirante al cargo de superfiscal creado por la última reforma del aparato anti-Mafia italiano. Pero sus últimas andaduras había suscitado polémicas entre sus colegas. Así se explica que una comisión del Consejo Superior de la Magistratura objetara hace pocos meses su candidatura a la superfiscalía para la que un sector de la izquierda promovía a otro juez destinado en Calabria, Agostino Cordova.
La amenazas contra su vidano habían cesado. Casado en segundas nupcias con Francesca Morvillo, también magistrado anti-Mafia y hermana de otro magistrado con los mismos empeños, vivía en Roma dentro de un cuartel de policía. En un reciente libro publicado en colaboración con la periodista Marcella Padovani, había declarado: "Soy consciente de que mi cuenta con la Cosa Nostra sigue abierta. Sólo la saldaré con mi muerte, natural o no".
En cuanto al otro mensaje lanzado por la Mafia con este asesinato, siempre será fácil interpretarlo. No obstante, cuando la Cosa Nostra asesinó el pasado mes de marzo a Salvo Lima, sospechoso de conexiones maflosas y hombre en Palermo del presidente del Consejo, Glulio Andreotti, varios expertos sugirieron que la Cosa Nostra había querido decir no a la política de compromisos que representa Andreotti. Y es un hecho que el asesinato de Falcone se ha producido el día en que Andreotti bajaba a la arena como candidato a jefe de Estado.
"La Mafia esta aquí dentro", grita en el funeral una de las viudas por el atentado contra Falcone
"Resulta especialmente desconcertante la noticia de que [el juez Giovanni Falconel viajaba en día y hora secretos Icuando fue asesinado por la Marta, el pasado sábado]. ¿Quién pudo traicionarle para entregarle a sus enemigos?", se preguntó ayer en su homilía el cardenal Salvatore Pappalardo, arzobispo de Palermo, durante los funerales celebrados en la basílica palermitana de Santo Domingo. La tensión y el dramatismo eran extraordinarios. Varios míles de personas que llenaron la iglesia y la plaza circundante aplaudieron, pero también silbaron casi sin interrupción a los políticos, que hubieron de escuchar el grito coreado de "bufones". Una de las viudas llegó a gritar en el funeral: "La Mafia está aquí adentro".
"¿Quién traicionó al juez?", se pregunta en el acto religioso el arzobispo de Palermo
Rosalía, la viuda de Vito Schisano, uno de los policías asesinados con el juez, siguió la ceremonia entre desvanecimientos sobre uno de los laterales del altar, donde se apiñaban familiares, carabineros -uno de éstos, otro guardaespaldas herido en el atentado, que lloraba con un brazo enyesado- y magistrados que circundaban a los concelebrantes hasta dificultar sus movimientos."Yo, viuda del agente", empezó a decir Rosalía, de 24 años y madre de un niño de cuatro meses, cuando intentó hilvanar una oración ante el micrófono. "Han muerto por el Estado", repetía como ida, moviendo la cabeza con escepticismo.
Luego tensó la voz: "Medir¡jo a los hombres de la Mafia, porque estáis aquí dentro. Yo os perdono, pero tendréis que poneros de rodillas, tenéis que tener el coraje de cambiar, de cambiar", volvió a repetir como una letanía, entre sus propios sollozos y el aplauso cerrado del público, "de cambiar vuestros planes asesinos".
Confusión
De pie en la primera fila, a pocos metros, la miraban el presidente del Senado y, en funciones, de la República, el republicano Giovanni Spadolini; el ministro de Justicia, Claudio Martelli; el de Interior, Vincenzo Scotti, y las autoridades locales.
En una segunda fila, con menos protagonismo en el acto religioso, Calogero Manino, el hombre que controla en Sicilia más votos de la Democracia Cristiana (DC) desde la muerte de Salvo Lima, el brazo derecho del presidente del Gobierno en funciones, Glulio Andreotti, y el secretario del neofascista Movimiento Social Italiano (MSI), Gianfranco Fini.
Fueron momentos de confusión enorme. La viuda de Schisano perdió el habla y se abrazó a un sacerdote, antes de que se la llevaran en volandas para sentarla.
Familiares de otras de las víctimas se habían echado sobre los cinco féretros alineados ante el altar, cubiertos con la bandera de Italia y la gorra de uniforme, los de los carabineros, con la toga y el birrete los de Giovanni Falcone y su esposa, también magistrada, Francesca Morvillo.
Hubo un forcejeo dificilmente comprensible, y algunos policías uniformados se interpusieron entre los familiares, el público y los representantes políticos, mientras el arzobispo bendecía con incienso los féretros.
Fue una escena de desesperación en la que confluyeron rostros de magistrados conocidos, amigos de Falcone, como Carlo Palermo, Giuseppe Ayala o Giusto Sciacchitano, e incluso Antonio di Pletro, el juez que dirige la investigación sobre la corrupción en Milán. Explicó que el juez Giovanni Falcone le estaba ayudando a aclarar aspectos bancarios del caso en la ciudad suiza de Lugano.
Tras Pappalardo, un arzobispo que ha elevado en muchos grados la beligerancia anti-Mafia de la Iglesia católica italiana, se vio al jesuita Ennio Pintacuda, concelebrante, asesor de Leoluca Orlando, líder del movimiento contra el crimen organizado La Rete. También vive bajo protección policial.
"Podemos preguntarnos si los escoltas no deberían ser considerados inútiles, vistos los medios que tienen los criminales", dijo el cardenal. "La amenaza proviene de un poder oculto que, al imperio de la ley, opone una prepotencia basada en el dinero. No podemos sufrir fatalmente todo esto, no podemos resignarnos", afiadió.
El ministro Scotti escuchaba con gesto desolado, con la cara y hasta la cabeza cubiertas por sus manos. La gente aguantaba mientras la lluvia en la plaza para repetir el ritual de aplausos a los féretros y gritos a los políticos.