Hoy hace 21 años y todavía, cuando percibo algún ruido nocturno que sale de lo normal, mi corazón se sobresalta y vuelvo a recordar la pesadilla.
Yo tenía 18 años y a las 6:10 de la mañana mi vida cambió para siempre. Aún conservo el despertador que se paró exactamente a la hora en que el coche bomba de esos miserables hizo explosión en la Casa Cuartel de la Avenida Cataluña de Zaragoza, en el callejón Vila de Ruesta donde estaba el cuarto de puertas. Recuerdo el silencio absoluto y tenebroso tras la tremenda explosión, recuerdo a mis compañeros de la habitación 37 mirándome y yo a ellos, y recuerdo que no pudimos hablar. Estábamos en tremendo estado de shock pero vivos y deambulábamos como autómatas por la habitación semidestruida.
Como una piña avanzamos por el pasillo que conducía al patio, y a nuestro grupo se unían, en silencio, compañeros de otras habitaciones en procesión funeraria. Nadie hablaba mientras bajábamos entre escombros hasta llegar al patio del cuartel. Éramos los primeros en llegar abajo. Al llegar al mismo, en pijama, la niebla y el humo nos envolvían como en una situación sacada de una película de miedo. El silencio era sepulcral. No veíamos nada, solo percibíamos el cortante frío de la macabra madrugada zaragozana, mezclada con olor a muerte, mientras los oidos aún zumbaban heridos por la deflagración. Cuando miré hacia el bloque donde vivían las familias, a unos cinco metros de distancia no quedaba mas que un montón de escombro humeante. El bloque de las familias había hecho de pantalla y gracias a eso vivíamos. Me puse en cuclillas inconscientemente y estuve mirando un buen rato al húmedo suelo hasta comprender la magnitud de la tragedia. El resto, es fácil de imaginar. A mis 18 años me hice mayor de repente.
Hoy, al leer el relato de szd30, las lágrimas han vuelto a aparecer en mis mejillas. Llevan muchos años apareciendo en esta fecha. Es mi tributo a las once víctimas. Y mi recuerdo. El relato es escalofriante porque describe lo que viví aquella mañana; apenas he podido terminar de leerlo. Yo vi a esa niña inerte de la que habla, blanca, sin heridas aparentes, esa niña que jugaba con otros niños tardes atrás en el patio del cuartel. Al desenterrarla de los escombros parecía que estaba dormida, como un pequeño ángel. Cerca de ella, había una muñeca que seguramente fue su última compañera de juego antes de dormir para siempre. Yo quería creer que estaba viva, pues no tenía en apariencia daños, pero cuando un bombero la cogió en brazos, vi su cabecita deformada…… Nunca lo olvidaré mientras viva. Después de 21 años sigo llorando como el primer día.
Gracias a szd30 porque con su testimonio mantiene viva la memoria de Myriam, Esther, y el resto de asesinados cobardemente en aquella fría mañana. Espero que su memoria y recuerdo nunca se extingan mientras quede uno de nosotros, de todos los que vivimos en primera persona aquella tragedia.
Y a los asesinos, Henry Parot, Josu Ternera, Francisco Múgica Garméndia, Joseba Arregui, espero que exista el infierno más terrorífico y vengativo que pueda albergar nuestra mente y nuestros deseos. …… De corazón.
Espero que algún día Dios perdone mis pensamientos hacia esos tipos que, todavía hoy, puedo ver en la tele muy lejos del arrepentimiento. Y que les perdone a ellos. Pero yo no lo haré mientras viva; mientras recuerde la expresión de la cara de esa niña durmiendo el sueño eterno.